Activistas de Amnistía Internacional sostienen pancartas contra la pena de muerte. © Alberto Pizzoli/AFP vía Getty Images
¿Previene la pena de muerte la delincuencia? ¿Ofrece justicia a las víctimas? ¿Existe una forma humana de ejecutar? Conoce toda la información sobre la pena de muerte a través de las 10 preguntas más frecuentes sobre la pena capital.
La pena de muerte viola el derecho más fundamental, el derecho a la vida. Es la forma más extrema de pena cruel, inhumana y degradante.
La pena de muerte se aplica de forma discriminatoria. Se usa con frecuencia contra las personas más vulnerables de la sociedad, incluidas las minorías étnicas y religiosas, los pobres, y las personas con discapacidad psíquica. Algunos gobiernos la utilizan para silenciar a sus oponentes. Cuando los sistemas de justicia tienen deficiencias y los juicios injustos están generalizados, existe siempre el riesgo de ejecutar a una persona inocente.
Cuando se aplica la pena de muerte, es irreversible. Los errores cometidos no se pueden deshacer. Una persona inocente puede ser liberada de la prisión por un delito que no cometió, pero una ejecución nunca se puede revertir.
Un manifestante sostiene una pancarta durante una protesta contra la pena de muerte © David McNew/Getty Images
Sí lo tienen. Las personas que han perdido a seres queridos en crímenes terribles tienen derecho a ver a la persona responsable rendir cuentas en un juicio justo sin recurso a la pena de muerte. Al oponernos a la pena de muerte, no estamos intentando minimizar o aceptar la delincuencia, pero, como han dicho muchas familias que han perdido a seres queridos, la pena de muerte no puede verdaderamente aliviar su sufrimiento. Simplemente extiende ese sufrimiento a la familia de la persona condenada.
No, porque todos tenemos derechos humanos. No se puede privar a nadie de esos derechos, independientemente del delito que haya cometido. Los derechos humanos son válidos para las mejores personas, y también para las peores.
Una ejecución, o la amenaza de una ejecución, inflige un terrible maltrato físico y psicológico. Una sociedad que ejecuta a delincuentes está cometiendo la misma violencia que condena.
De acuerdo con la investigación, no. No existen pruebas concluyentes de que la pena de muerte disuada de cometer delitos de forma más eficaz que la pena de prisión. De hecho, en los países en los que se ha prohibido la pena de muerte no han aumentado las cifras relativas a la delincuencia. En algunos casos, la realidad es que han disminuido. En Canadá, la tasa de asesinatos en 2008 fue inferior a la mitad de la de 1976, cuando se abolió la pena de muerte en el país.
Un activista sostiene una pancarta en protesta por la inminente ejecución de Nagaenthran K. Dharmalingam, condenado a muerte por tráfico de heroína en Singapur, el 3 de noviembre de 2021. © Mohd Rasfan/AFP vía Getty Images
Los Estados con frecuencia recurren a la pena de muerte tras producirse ataques violentos, con lo que pretenden demostrar que hacen algo para “proteger” la seguridad nacional. Pero es improbable que la amenaza de ejecución detenga a hombres y a mujeres preparados a morir por sus creencias, por ejemplo, a terroristas suicidas. Sin embargo, es muy probable que las ejecuciones creen mártires cuya memoria se convierta en un motivo de reivindicación para sus organizaciones.
Es muy elevada la probabilidad de que a las personas acusadas de “terrorismo” se las someta a un juicio injusto. A muchas se las condena a muerte en virtud de “confesiones” extraídas bajo tortura. En algunos casos, tribunales especiales o tribunales militares establecidos en aplicación de leyes contraterroristas han condenado a muerte a civiles, lo que socava las normas internacionales y el derecho internacional.
Diariamente, hombres, mujeres, incluidos menores, esperan la ejecución en el “corredor de la muerte”. Independientemente del delito que hayan cometido, de si son culpables o inocentes, un sistema de justicia que valora más el castigo que la rehabilitación se cobra sus vidas. Mientras un preso o presa siga con vida, él o ella mantiene la esperanza de la rehabilitación, o de la absolución si posteriormente se determina que es inocente.
Todas las formas de ejecución son inhumanas. A menudo, se defiende que la inyección letal es un método más humano porque, al menos superficialmente, parece menos cruel y salvaje que otras formas de ejecución como la decapitación, la silla eléctrica, la cámara de gas o el ahorcamiento.
Pero la búsqueda de una forma “humana” de matar a una persona debería verse como realmente es: un intento de hacer que las ejecuciones sean más aceptables para el público en cuyo nombre se realizan, y que los gobiernos que ejecutan parezcan menos asesinos.
Los derechos humanos, incluido el derecho más básico, el derecho a la vida, son universales y están ratificados por la inmensa mayoría de países en el mundo. Nuestro llamamiento a poner fin a la pena de muerte es consecuente con la misericordia, la compasión y el perdón que enfatizan todas las grandes religiones del mundo. Hasta la fecha, 144 países han abolido la pena de muerte en su legislación o en la práctica, lo que demuestra que casi todas las regiones del mundo, culturas y sociedades comparten el deseo de poner fin a la pena capital.
Manifestación contra la pena de muerte frente al Ministerio de Justicia en Tokio. © Toru Yamanaka/AFP via Getty Images
Un apoyo firme del público a la pena de muerte generalmente va acompañado de una falta de información fiable: con frecuencia, se cree erróneamente que reducirá la delincuencia. Muchos gobiernos se apresuran a promover esta creencia errónea, incluso si no existen pruebas que la respalden. Generalmente no se comprenden los factores fundamentales que sustentan la forma como se aplica la pena de muerte, entre ellos, el riesgo de ejecutar a una persona inocente, la ausencia de garantías procesales en los juicios y la naturaleza discriminatoria de la pena de muerte, todo lo cual contribuye a tener una opinión realmente informada de la pena capital.
Creemos que los gobiernos deben ser claros en lo que concierne a esta información y que deben promover el respeto por los derechos humanos a través de programas de educación pública. Solo entonces, podrá haber un debate significativo sobre la pena de muerte.
Aún así, la decisión de ejecutar a una persona no la puede tomar la opinión pública; los gobiernos deben trazar el camino.
Sí. La evolución mundial de la pena de muerte en los últimos años confirma que el mundo avanza de forma continuada hacia su abolición. Cuando Amnistía Internacional comenzó su campaña global contra la pena de muerte en 1977, la pena capital estaba abolida solo en 16 países. Al terminar 2021, 108 países habían abolido la pena de muerte para todos los delitos y 144 países la habían abolido en la ley o en la práctica.