Miles de mujeres, niños y niñas iraquíes con presuntos vínculos con el grupo armado autodenominado Estado Islámico han sido condenadas por crímenes que no han cometido.
Las señalan como "familiares del Estado Islámico". A muchas se les niega el acceso a alimentos, agua y atención médica. Además, se les impide de forma reiterada obtener o renovar documentos de identidad y otra documentación civil. Esto supone a menudo que las mujeres no puedan moverse libremente, trabajar o cobrar pensiones familiares, y que sus hijos e hijas no puedan asistir a la escuela. Además, también se enfrentan a graves restricciones en su libertad de movimiento porque las autoridades de los campos para personas desplazadas donde se encuentran les impiden irse, sometiéndolas de facto a detención. Allí estas mujeres sufren acoso y violencia sexual, incluida la violación y la explotación sexual.
Amnistía Internacional ha investigado la situación de las mujeres y de sus hijos e hijas con supuestos vínculos con el Estado Islámico y ha concluido que han sido víctimas de graves violaciones de derechos humanos y de castigo colectivo. La "victoria" sobre el Estado Islámico en Irak no puede entenderse sólo en términos militares. Para poner fin a los sucesivos ciclos de violencia, de discriminación y de abusos generalizados en Irak, el Gobierno iraquí y la comunidad internacional deben comprometerse –verbalmente y de forma efectiva– a defender y proteger los derechos humanos de toda la población iraquí.
““Como me consideran igual que a un combatiente del Estado Islámico, me violarán y después me devolverán. Quieren mostrarle a todo el mundo que me pueden hacer lo que quieran” ”
Dana, 20 años
Mujeres y menores con presuntos vínculos con el Estado Islámico que viven en campos para personas internamente desplazadas en Irak han padecido graves violaciones de derechos humanos y castigos colectivos. Estas violaciones han sido principalmente realizadas por actores armados presentes en los campos, que hacen uso de su posición de autoridad para aprovecharse de la pobreza y del aislamiento de estas mujeres.
A medida que familias enteras huían del territorio controlado por el Estado Islámico en Mosul y sus alrededores, miles de hombres y niños eran separados y detenidos arbitrariamente. Aunque algunos combatientes y mandos del Estado Islámico fueron capturados en estas operaciones, otros muchos que no participaron en los combates fueron detenidos por haber desempeñado tareas para el grupo armado, como ser cocineros o conductores, o simplemente por tener nombres similares a hombres que aparecían en las bases de datos digitales, por huir de determinadas zonas o barrios o por tener algún parentesco con combatientes del Estado Islámico.
Muchos fueron ejecutados extrajudicialmente. Los que sobrevivieron han sido recluidos en una amplia red de centros de detención oficiales o clandestinos en los que han sufrido tortura y condiciones deplorables. La mayoría de estos hombres y niños han sido sometidos a desaparición forzada, sin ningún contacto con el mundo exterior ni con sus familias, a las cuales se les niega cualquier tipo de información sobre su paradero. Esta ola de “desapariciones”, unida al hecho de que miles de hombres murieron o desaparecieron durante el conflicto, significa que miles de familias encabezadas por mujeres y con supuestos vínculos con el Estado Islámico están ahora luchando por sobrevivir en Irak.
A estas mujeres y a sus hijos e hijas se les niega el acceso a comida, agua y atención sanitaria, además de que se les impide obtener documentos civiles que necesitan para trabajar y moverse libremente. Muchas están detenidas de facto. Las mujeres son objeto de violencia sexual, incluida la violación y la explotación sexual. Los responsables son los actores armados que operan en los campos, las autoridades de los campos y otras personas. Muchas mujeres y menores con presuntos vínculos con el Estado Islámico están atrapados en estos campos y se les impide volver a sus casas. Entre los responsables están las autoridades tribales y locales, las fuerzas de seguridad iraquíes, incluidas las Unidades de Movilización Popular, otras milicias aliadas del Gobierno y líderes comunitarios. Las mujeres que han conseguido volver a sus hogares han sufrido ataques, desalojos, arrestos y otros abusos. Esto ha llevado a estas mujeres y a sus hijos a tener que volver a los campos como desplazados. Algunas mujeres declararon a Amnistía Internacional que estos abusos que sufren y la falta de perspectivas de futuro les han hecho considerar el suicidio.
Sin embargo, la “victoria” sobre el Estado Islámico en Irak no se puede entender sólo en términos militares. Para acabar con los ciclos de violencia y de abusos en Irak, el Gobierno iraquí y la comunidad internacional deben comprometerse –verbalmente y de forma efectiva– a defender y proteger los derechos de toda la población iraquí sin discriminaciones. Es crucial fomentar las condiciones para la reconciliación nacional y una paz justa y sostenible en Irak.