Tanto en Líbano como en Gaza el ejército israelí parece seguir la misma estrategia: sembrar de muerte y destrucción cientos de localidades y obligar a la población a abandonar sus hogares y buscar una protección en zonas donde es imposible encontrarla.
Advertencias de evacuación es el sutil término con el que Israel califica estas órdenes. Órdenes que, junto a la ofensiva militar, han provocado en Gaza la destrucción de miles de hogares y el desplazamiento forzado del 90% de la población, o lo que es lo mismo: casi dos millones de personas. Además, el escaso tiempo transcurrido entre los avisos y el comienzo de los ataques ha provocado la muerte de miles de personas en el último año. En Líbano, estas órdenes han provocado el desplazamiento de 1,2 millones de personas.
Primero fue el Norte de la Franja de Gaza: Jabalia, Shati y la propia ciudad de Gaza fueron las primeras localidades en las que el ejército israelí lanzó advertencias de evacuación. Cuando la población abandonó sus hogares y se desplazó hacia el centro de la Franja, las advertencias también lo hicieron: Nuseirat o DeirAl-Balah se convirtieron en nuevo objetivo de la ofensiva israelí, lo que provocó nuevos desplazamientos de población gazatí, esta vez más al sur, desplazamientos a los que también acompañaron las advertencias en ciudades como JanYunis o Rafá. A finales de septiembre, las advertencias llegaron a Líbano, en múltiples localidades del sur y de la capital, Beirut.
Personas palestinas desplazadas huyen con sus familias y pertenencias tras una orden de evacuación por parte del ejército israelí en medio de una operación militar israelí, en Jabalia, norte de la Franja de Gaza. © SOPA Images/SIPA
La evacuación en el norte de Gaza contada por sus testigos
El 13 de octubre, las fuerzas armadas israelíes emitieron la primera “advertencia de evacuación” dirigida a la población civil más allá del norte de Wadi Gaza. En ella, se ordenaba a 1,1 millones de personas desplazarse hacia el sur en el plazo de 24 horas, “por su seguridad y protección”. Una exigencia que incluso el portavoz del ejército israelí admitía que no era posible llevar a cabo en un solo día. Esta orden sembró el pánico entre la población y dejó a miles de personas palestinas durmiendo en las calles, sin saber adónde huir ni dónde cobijarse en medio de la implacable campaña de bombardeos israelí. Fawzi Naffar, superviviente de un ataque aéreo israelí contra el barrio de Sheij Radwan, en la ciudad de Gaza, que causó la muerte de al menos 40 civiles, fue una de las personas que no pudo abandonar la zona a tiempo: “Estamos intentando recuperar los cadáveres, lo que queda de ellos, de los niños y niñas, con nuestras propias manos. Las excavadoras no pueden llegar a la zona para retirar los escombros. Llevo tres días aquí desde el bombardeo, han muerto 19 miembros de mi familia y sólo he podido recuperar el cadáver de mi nuera y un hombro de mi hijo”. Otras personas nos contaron como fue la huida a través de las calles destruidas de Gaza: “Un trayecto de una hora en coche parecía durar 30 años. Tuvimos que cambiar de ruta muchas veces... Todo el mundo teme por su vida, es un terror inimaginable. Hay niños y niñas que lloran, presas del pánico”. Incluso algunas de las familias que consiguieron huir a áreas que se consideraban “zonas seguras” vieron como éstas también eran bombardeadas. Investigadores de Amnistía Internacional consiguieron hablar con un hombre que había huido a pie de Beit Hanoun junto con su familia el 8 de octubre al amanecer para buscar refugio en una escuela gestionada por la Agencia de la ONU para la Población Refugiada Palestina (UNRWA) en Jabalia. Poco después, su hijo de 19 años perdió la vida en un ataque en el mercado de Jabalia cuando se disponía a comprar pan para la familia.
Evacuar hospitales: misión imposible
Ni siquiera los hospitales se han librado de estas órdenes de evacuación. El 13 de octubre, 23 hospitales del norte de la Franja de Gaza y de la ciudad de Gaza recibieron órdenes de evacuación forzada del ejército israelí. Estos hospitales atendían a más de 2.000 pacientes y eran, además, el único refugio para decenas de miles de familias internamente desplazadas. Si ya de por si las órdenes son complicadas de cumplir para la población en general, se vuelven prácticamente imposibles en el caso de los hospitales. Trasladar a pacientes a través de terrenos arrasados y sin combustible no parece muy apropiado. En palabras de la Organización Mundial de la Salud, estas órdenes son una “condena a muerte” para quienes sufren lesiones o enfermedades graves. Según el testimonio de un trabajador humanitario en Gaza, “que me expliquen [las fuerzas armadas israelíes] cómo podemos evacuar hospitales con pacientes en cuidados intensivos y a todas las personas heridas en los últimos ataques. Es un disparate, imposible”. En abril, las autoridades palestinas informaron del hallazgo de cientos de cadáveres en el recinto médico de Al Shifa en la ciudad de Gaza.
Personas palestinas desplazadas huyen con sus familias y pertenencias tras una orden de evacuación. © Mahmoud Isleem/SIPA
Centro y sur de Gaza: nuevos objetivos militares y de evacuación
Al mismo tiempo que se extendía la ofensiva militar hacia el centro y sur de Gaza, lo hacían las “advertencias de evacuación”. En mayo, con el ejército israelí a las puertas de Rafá,se ordenó a más de 100.000 residentes, en su mayoría personas que ya habían sido anteriormente desplazadas, que “evacuaran” barrios enteros del este de Rafá. En esta ocasión ya no hubo ni siquiera tiempo para abandonar estas zonas: estas órdenes llegaban inmediatamente después del bombardeo intensificado del sur y estaban precedidas de amenazas con lanzar una operación terrestre en gran escala en Rafá. Además, las “zonas seguras” que proponían los folletos de las fuerzas armadas para la reubicación de civiles no reunían condiciones básicas para garantizar una vida segura y digna. Incluso algunas zonas propuestas, como por ejemplo cerca de JanYunis, a unos 15 kilómetros al norte de Rafá, ya habían sido destruidas por bombardeos israelíes y eran inhabitables.
La pesadilla de la evacuación vuelve al norte de Gaza
A mediados de octubre Israel recrudeció sus operaciones en el norte de Gaza, intensificando sus esfuerzos por forzar el desplazamiento hacia el sur de toda la población civil de la zona al norte de Wadi Gaza, empezando con la gobernación del Norte de Gaza, obligando a miles de personas a elegir entre la hambruna y el desplazamiento. Aquellos que no habían podido salir de la zona en su momento, tuvieron que soportar implacables bombardeos y ataques de artillería israelíes. Muchas de estas personas prefirieron quedarse por temor a una “segunda Nakba” y porque el trauma generacional del desplazamiento sigue presente en la memoria colectiva de gran número de gazatíes: “En 1948, durante la Nakba, expulsaron a nuestros padres de su hogar. Nos quedamos sin casa, la destruyeron en la ofensiva de agosto de 2022; la reconstruimos y la derribaron de nuevo... En toda la vida no hemos conocido otra cosa que un desplazamiento tras otro”, expresó Munir Radwan, profesor universitario, en una entrevista con personal de Amnistía Internacional.
Hace un año, en octubre de 2023, 1.1 millones de palestinos y palestinas que vivían en la zona al norte de Wadi Gaza tuvieron que huir hacia el sur en busca de seguridad. Durante muchos meses, quienes permanecieron en el norte de Wadi Gaza quedaron aislados del resto de la Franja por una zona militar fortificada israelí. Actualmente, alrededor de 400.000 personas (un tercio de la población que había en la zona antes de octubre de 2023) siguen viviendo allí. Han tenido que soportar, además de los devastadores bombardeos y la destrucción, una emergencia alimentaria que alcanzó niveles aterradores en febrero y marzo, cuando la gente tuvo que recurrir a comer comida para animales y los hospitales no podían tratar a pacientes a causa de la falta de combustible. Actualmente, la situación no ha hecho sino empeorar: Los tres hospitales que funcionan parcialmente en la zona, -Kamal Adwan, Al-Awda y el hospital indonesio- han sido objeto de “advertencias de evacuación”. Después de un año de muerte y destrucción, sigue siendo igual de angustioso escuchar a profesionales de la medicina del norte de Gaza contar como se ven obligados a realizar amputaciones cada día, o a familias atrapadas en el asedio contarnos cómo en las calles sigue habiendo decenas de cadáveres irreconocibles.
Personas desplazadas en una escuela de Sidón, sur del Líbano, el 25 de septiembre de 2024. © CHINE NOUVELLE/SIPA
Líbano. Advertencias de evacuación emitidas a través de las redes sociales
No solo los habitantes de Gaza han sido “invitados” a abandonar sus localidades. A finales de septiembre, Israel lanzó la llamada operación Flechas del Norte y las bombas empezaron a caer en varias zonas del sur de Líbano, el valle de Bekaa y el suburbio del Dahiye en el sur de Beirut. Más de un millón de personas huyeron de los ataques. Una de esas personas es Fatima, periodista residente en Al Laylaki, un barrio residencial del Dahiye. A eso de las 23:15 del 27 de septiembre, recibió una llamada de su hermano para pedirle que abandonara la zona: “Me subí corriendo al coche y conduje sin rumbo […] Llegué a Al Laylaki y vi que todo el mundo estaba tan desquiciado como yo. [Si hubieran podido] se habrían tirado por el balcón para irse más rápido. Gritos, carreras, bocinas de coches, motos, bolsas de plástico […] Ayudé a mis padres a bajar las escaleras a toda prisa hasta mi coche, y sólo me llevé a mi gato […] Actualmente no tengo pertenencias de ninguna clase”. La orden de evacuación fue lanzada a las 23:06. En el primer aviso, las fuerzas armadas israelíes ordenaron a los residentes a través de X (antes Twitter) que se alejaran 500 metros de tres edificios situados en los barrios de Al Laylaki y Al Hadath, ambos densamente poblados, asegurando que quienes residían allí estaban “situados cerca de intereses de Hezbolá”. No se especificaba un horario de evacuación y en el mapa que acompañaba a la advertencia se resaltaba una zona alrededor de los edificios que se supone que correspondía al radio de 500 metros que los residentes debían evacuar. Sin embargo, la zona resaltada sólo cubría un radio de unos 135 metros. En el mapa aparecían 30 edificios dentro del círculo rojo, cuando en realidad había cerca de 500. Tan solo una hora y media después del aviso, los medios de comunicación locales informaron de un ataque israelí en Al Laylaki. A continuación, durante una hora y 10 minutos, la Agencia Nacional de Noticias de Líbano informó de 11 ataques más en el Dahiye, algunos sobre edificios y zonas que no habían recibido advertencia alguna de que tuvieran que ser evacuados.
En el sur de Líbano, en los primeros días de octubre, el ejército israelí lanzó varias advertencias de evacuación. El primero, el día 1 a las 9:21, ordenaba a la población no desplazarse en vehículo al sur del río Litani “hasta nuevo aviso” con el argumento de que Hezbolá estaba utilizando “el entorno civil y a la población como escudos humanos”. Unas horas antes, a las 0:18, más de 25 localidades del sur de Líbano habían recibido instrucciones de evacuar y trasladarse al norte del río Awwali, a unos 58 kilómetros de la frontera con Israel y unos 30 más allá del río Litani, que marca el límite de la zona de amortiguación de la ONU establecida tras la guerra de 2006. Al día siguiente, a las 9:11 y a las 11:15, las fuerzas armadas israelíes dirigieron advertencias a otros 24 pueblos y localidades del sur de Líbano, que aconsejaban a los residentes “salvar la vida y abandonar sus casas de inmediato” y desplazarse al norte del río Awwali, afirmando que corrían peligro si se desplazaban al sur. Ninguna de esas “órdenes” ofrecía una evacuación segura y eficaz; sólo se daban instrucciones a la población de marcharse “inmediatamente”.
Una de las localidades advertidas fue AinEbel, donde la mayoría de los residentes son cristianos y no tienen relación conocida con Hezbolá. RakanDiab, quien residía en este pueblo, nos contó que se sorprendieron al ver que Ain Ebel estaba incluida en la advertencia de evacuación emitida por las fuerzas armadas israelíes en X (antes Twitter). Poco después, el alcalde del pueblo recibió una llamada en la que alguien que decía pertenecer a las fuerzas armadas israelíes advirtió a los residentes de que tenían unos 45 minutos para huir porque había armas en el pueblo. “La gente entró en pánico […] Había que hacer el equipaje y marcharse de inmediato”, dijo, y explicó que la mayoría huyó al pueblo vecino de Rmeich, y que el ejército y la Cruz Roja de Líbano facilitaron el paso seguro de un convoy formado por unos 100 vehículos desde Rmeich hacia el territorio situado al norte del río Awwali.
Ejercicio de la 7ª Brigada dirigido por el Centro de Adiestramiento de Fuerzas Terrestres. © IDF/GPO/SIPA
Contrarias al derecho internacional, inadecuadas y engañosas
Todas estas advertencias de evacuación lanzadas en Líbano y en Gaza son inadecuadas y, en algunos casos, engañosas. No eximen a Israel de cumplir sus obligaciones en virtud del derecho internacional humanitario de no atacar a civiles en ningún caso y tomar todas las medidas posibles para minimizar los daños a civiles. Además, se agravan con algunas declaraciones de dirigentes políticos y militares israelíes, según las cuales consideran que los civiles y los bienes civiles libaneses son objetivos legítimos. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, manifestó el 27 de septiembre de 2024 que hay “un misil en cada cocina, un cohete en cada garaje”. El ministro de Educación israelí afirmó en televisión el 21 de septiembre de 2024 que no hay diferencia entre Hezbolá y Líbano y que Líbano “será aniquilado”. El ministro de Defensa israelí también había advertido en junio de 2024 que Israel es capaz de hacer que Líbano vuelva “a la edad de piedra”.
Tanto en Líbano como en Gaza el ejército israelí parece seguir la misma estrategia: sembrar de muerte y destrucción cientos de localidades y obligar a la población a abandonar sus hogares y buscar una protección en zonas donde es imposible encontrarla. El derecho internacional, en juego ante esta situación, es claro al respecto: las partes de un conflicto tienen la obligación inequívoca de tomar todas las precauciones posibles para evitar o reducir al mínimo los daños causados a civiles cuando efectúan sus ataques, entre ellas avisar con la debida antelación de cualquier ataque a la población civil de las zonas afectadas, a no ser que las circunstancias no lo permitan. En ninguno de los casos documentados por Amnistía Internacional se ha cumplido: ni se han hecho a tiempo, ni se ha proporcionado información sobre rutas y destinos seguros. Y en un giro de los hechos, incluso algunas de estas órdenes se han emitido en redes sociales, algo a lo que no toda la población tiene acceso. Después de investigar durante los últimos 12 meses los crímenes de guerra cometidos en Gaza, es extremadamente preocupante que Israel esté replicando el enfoque adoptado en Gaza, que ha causado daños sin precedentes a civiles, la muerte de más de 42.000 personas y donde casi dos millones de personas han sido desplazadas a la fuerza, o como prefiere decirlo Israel: advertidas de evacuación.