El mundo puede cambiar, pero no va a cambiar solo
Miles de personas corrientes de todo el mundo lo han demostrado pidiendo responsabilidades, desde nuestro nacimiento en 1961, a quienes socavan los derechos humanos. Cuando empezamos, pocos habrían anticipado que los torturadores acabarían convertidos en delincuentes internacionales, que la mayoría de los países aboliría la pena de muerte y que gobernantes que parecían intocables se verían obligados a responder por sus crímenes. Hoy no hay gobierno libre de escrutinio. No hay situación sin esperanza.
Nuestro trabajo combina el rigor en la investigación de abusos a los derechos humanos, el diálogo y la presión a autoridades y otros actores, la movilización, la comunicación pública y ante todo, un apoyo incondicional a los y las activistas que actúan allí donde se producen las injusticias.