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Razones por las que el mundo necesita el feminismo

  • Actualizado a 7 de marzo de 2023
Por Mireya Cidón (@mnodic), responsable de Edición en Amnistía Internacional. Fotografías: Raquel Martínez,

Ser feminista no significa que pensemos que las mujeres merecemos derechos especiales; significa que sabemos que merecemos los mismos. Defender la igualdad no implica menospreciar o castigar a los hombres. El feminismo no habla de superioridad ni discrimina al otro género, simplemente combate las desigualdades que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo. No se lucha por ser “más”, se lucha por ser igual.

En este contexto, no todos los hombres son machistas, pero lo es el sistema y es imposible escapar de él. Ellos también sufren suposiciones y expectativas basadas en su género y ello les condiciona a vivir y a actuar de cierta manera, pero no es comparable. Las mujeres estamos hartas de ser juzgadas y criticadas por la manera en que nos vestimos o comportamos. Por la forma en la que hablamos o trabajamos. Cansadas de que nuestra palabra valga menos o nada, cansadas de la desigualdad, de cobrar menos, de trabajar más. Estamos hartas de empleos informales y precarios, de los techos de cristal. Cansadas de que nos maten, de que nos acosen, de que nos violen. Cansadas de que nos llamen feminazis por defender la igualdad.

Nuestra aspiración es lógica: eliminar la discriminación de género y promover el respeto hacia las mujeres como seres humanos iguales en valor y dignidad a los hombres, es decir, un mundo justo e igualitario para todas las personas. Como dice la poetisa Ida Vitale, “ser humano y mujer, ni más ni menos”.

NO es NO

Igualdad de género: ¡faltan 300 años para alcanzarla!

Algo que debería ser una realidad sigue estando lejos todavía. Según el informe presentado por la ONU Mujeres en septiembre de 2022, al ritmo actual, todavía nos faltan 300 años para alcanzar la plena igualdad de género. Algo menos, 140, para lograr una representación equitativa de mujeres en posiciones de poder y liderazgo. Y 40, para lograr lo mismo en parlamentos nacionales. Demasiado tiempo.

En otros ámbitos, las cifras no mejoran. Para erradicar el matrimonio infantil de cara al 2030, necesitaríamos ir a una velocidad 17 veces superior a la actual. ¡17 veces! Y el resultado lo padecerán millones de niñas privadas de sus derechos y expuestas a una vida adulta para la que no están preparadas y al riesgo de sufrir violencia, abuso y maltrato con las gravísimas consecuencias para su salud física y mental.

También es preocupante el retroceso en la reducción de la pobreza. A finales de 2022, se estimó que el número de mujeres que viven en la pobreza extrema está alrededor de 383 millones frente a los 368 de hombres y niños, lo que significa que muchos millones de mujeres carecen de ingresos suficientes para cubrir necesidades básicas como la alimentación, la vestimenta y una vivienda adecuada.

Siglo XXI: ¡nos siguen matando! Asesinatos por razones de género

En pleno siglo XXI, la violencia contra las mujeres y las niñas sigue siendo una de las violaciones de los derechos humanos más prevalentes en todo el mundo. Así lo revela un estudio elaborado por la UNODC y ONU Mujeres sobre feminicidio que indica que alrededor del 56% de todas las mujeres y las niñas asesinadas intencionalmente en 2021 lo fueron a manos de sus parejas íntimas u otros miembros de la familia. Es decir: cada poco más de 11 minutos una mujer o niña fue asesinada por personas que conocían. Terrible, ¿verdad? Y no lo es menos la violencia de género en España. En lo que va de año, ya son 9 las mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas. Un total de 1.191 desde 2003, año en que empezaron los registros. Nos están matando. Y no es un decir.

La sociedad nos enseña a no ser violadas en vez de a no violar

La violencia sexual y los movimientos feministas

La violencia sexual contra mujeres y niñas también es un problema grave y generalizado en todo el mundo. A tenor de los datos, al menos quince millones de niñas adolescentes de 15 a 19 años han experimentado relaciones sexuales forzadas (violaciones u otros actos sexuales forzados) y, de acuerdo con los datos disponibles de 30 países, tan sólo un 1 por ciento de ellas ha pedido alguna vez ayuda profesional (fuente: UNICEF). Abriendo la horquilla de edad, una de cada tres mujeres en el mundo ha sido víctima de violencia física o sexual y la mayoría de los agresores son personas conocidas por la víctima. En la Unión Europea, el 55% de las mujeres han experimentado acoso sexual en, al menos, una ocasión desde que cumplieron los 15 años.

Y la lista de desigualdades continúa porque no hemos abordado todavía nuestro derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y nuestra maternidad. Nuestra manera de vivir la sexualidad, nuestra identidad. Tampoco las cosas del día a día como tener miedo a caminar solas, a que no respeten nuestro “no”, a ser tratadas como trofeos o desechos, a que nos cosifiquen o hipersexualicen, a que nos consideren el sexo débil y culpabilicen en los casos de violencia de género y sexual, a que nos intenten controlar, acallar, someter, a que nos piropeen por la calle como si fuésemos un objeto que admirar o poseer...

Por suerte se iniciaron diferentes campañas de concienciación que tuvieron mucha repercusión. El movimiento feminista #MeToo unió a miles de mujeres que alguna vez se habían sentido acosadas y #Cuéntalo agrupó cientos de miles de experiencias personales sobre agresiones sexuales. Muchos eslóganes se hicieron virales como “No es No” o “Sólo SÍ es SÍ”, ¡Hermana, yo sí te creo!, ¡Ni una más!¡Ni una menos!... Y se hizo historia con las huelgas feministas y la asistencia masiva a las manifestaciones que se celebraron en todo el mundo. Fue toda una demostración de fuerza y de intenciones.

Nadie preguntó cómo vestía mi agresor

La brecha salarial

Naciones Unidas lo ha vuelto a recordar: ningún país ha alcanzado la igualdad de género y las disparidades, la exclusión, el machismo en sus distintas intensidades y vertientes siguen dando lugar a diferencias tan injustas como que llamen un 30% menos a las mujeres para una entrevista de trabajo o que tengamos que trabajar más que los hombres para ganar lo mismo.

La brecha salarial es un hecho en España (y en el mundo). Según un informe de CCOO, las mujeres ganan un 20,9% menos de media que los hombres. ¿Y por qué? Por motivos como la feminización de los trabajos peor remunerados o los complementos salariales. El esfuerzo físico, la nocturnidad, la disponibilidad horaria... son “licencias”, por ejemplo, que muchas mujeres con hijos o personas dependientes a su cargo no se "pueden permitir". Con la maternidad, por ejemplo, muchas mujeres tienden a reducir su jornada, a acogerse a excedencias, incluso a dejar el empleo para asumir el cuidado de menores. Pero el hombre no se ve igual de afectado en su carrera laboral al tener hijos. En general, ni los despiden ni los marginan. Tampoco piden excedencias ni aceptan trabajos temporales o parciales por este motivo. Son las mujeres quienes se encargan del cuidado de menores, de personas adultas incapacitadas o de otras obligaciones familiares o personales.

Según el informe antes mencionado de CCOO, las mujeres suponen el 75% de la población asalariada a jornada parcial. Si la situación cambiara y las mujeres asalariadas trabajaran a jornada completa, se eliminaría el 60% de la brecha salarial de género en España. La eliminación es una cuestión de justicia y equidad de género y requiere de políticas y medidas concretas para acabar con la discriminación en el mercado laboral.

Yo soy y seré lo que yo quiera ser

El techo de cristal, las mujeres se estrellan contra él

Más allá del dinero, a la gente también le preocupa la escasa representación que tienen las mujeres en las esferas de poder. A mí también. Los techos de cristal son las barreras que se consideran “invisibles” y por las cuales una mujer no puede acceder a puestos de responsabilidad y liderazgo en el ámbito laboral y profesional. Esta barrera se manifiesta a través de la discriminación de género en la contratación y promoción laboral, la segregación ocupacional y la falta de medidas que promuevan la igualdad de oportunidades. Esto se traduce en una brecha salarial significativa y en una menor presencia de mujeres en puestos de alta dirección y en sectores como la política, la empresa, la ciencia y la tecnología.

La existencia de los techos de cristal es una realidad global que afecta a las mujeres en todos los ámbitos laborales. Combatir esta barrera requiere de medidas concretas como la promoción de la igualdad de oportunidades, la eliminación de los sesgos de género en la contratación y promoción, la implementación de políticas de conciliación laboral y familiar, y la sensibilización y formación en igualdad de género. Superar los techos de cristal es fundamental para alcanzar la igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres en el ámbito laboral y profesional.

Al final son muchas las razones para defender el feminismo. El mundo necesita una sociedad igualitaria, libre de violencia machista, donde las mujeres puedan vivir sin miedo, con igualdad de oportunidades, con los mismos derechos, una justicia y educación sin sesgo de género y, sobre todo, tomarse en serio la corresponsabiliad de tareas y cuidados. Porque las mujeres han hecho todo lo que está en su mano para romper los techos de cristal, pero hay muy pocos avances para que los hombres ejerzan su responsabilidad en el campo de los cuidados. Todas las personas merecemos el mismo respeto, los mismos derechos, la misma igualdad y para ello debemos promover la inclusión y la diversidad, y debemos acabar con la violencia y la discriminación de género.

Se acabaron las excusas.

Debemos avanzar.

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