Se viene la cuarta edición de la Supercopa de España de fútbol en Arabia Saudí y nada ha cambiado en el país por mucho que este torneo se celebre allí y la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) se haya dado golpes en el pecho hablando de la igualdad y alardeando de las bondades del fútbol como motor de cambio social.
Palabras huecas y en fuera de juego porque la realidad es que Arabia Saudí ejecuta más que nunca, utiliza los petrodólares para blanquear la imagen del país, las mujeres siguen siendo ciudadanas de segunda, la comunidad LGBTI sigue perseguida, el conflicto de Yemen sigue avivado por las autoridades saudíes, la tortura es moneda de cambio para conseguir confesiones que condenan a largas penas de prisión a quienes se atreven a protestar y los trabajadores migrantes siguen viviendo en régimen de semiesclavitud. El panorama es desolador.
Ahora bien. Claro que las cosas pueden cambiar. Y claro que se pueden conseguir mejoras. Ahora ya no nos cuelan goles con el sportwashing. La RFEF tiene la oportunidad de romper con el legado de expresidente Rubiales, que terminó de empañar la imagen del fútbol español con su acto de violencia sexual contra Jenni Hermoso durante uno de los días más gloriosos de nuestro fútbol, cuando la selección femenina logró alzarse con la Copa Mundial el pasado verano.
Pedro Rocha, el nuevo presidente de la RFEF, puede utilizar el diálogo con las autoridades saudíes para pedir mejoras en derechos humanos, tal y como aparece en los principios de la FIFA y en el Código Ético de la propia RFEF. La Supercopa de España en Arabia Saudí es una ocasión inmejorable para lograr algún avance en un país que vive encerrado en su propio campo y que sólo se atreve a avanzar oculto entre la fanfarria de las estrellas como CR7, Benzema o Neymar Jr, que han acudido en el último año a su Liga atraídos por el olor del dinero.
Es momento de dar un paso adelante y lanzarse en tromba a por el gol que dé una victoria memorable a los derechos humanos. La RFEF puede volver de Arabia Saudí no sólo con los bolsillos llenos, sino con la satisfacción del deber cumplido. Basta con mencionar los nombres de Salma al-Shehab, condenada inicialmente a 34 años de prisión (una condena ‘rebajada’ posteriormente a 27 años), por publicar unos tuits o el de Mohammad bin Nasser al Ghamdi, profesor retirado, de 54 años, que fue condenado a muerte, en julio de este año, por falsos cargos de terrorismo, a causa exclusivamente de su actividad pacífica online en Twitter y YouTube en alguna de las reuniones con las autoridades saudíes. Así de fácil. El fútbol tiene ese poder, la RFEF la tiene ahora cortita y al pie. Pedro Rocha, no falle este penalti y meta un gol más grande que el de Iniesta en la final de Johannesburgo.
Artículo publicado originalmente en el diario AS el 8 de enero de 2024.