En el terreno de la sexualidad, el modelo erótico por excelencia está centrado en el deseo masculino. El femenino se diluye ante la imagen de una mujer complaciente cuyas necesidades y ganas quedan en segundo plano o no se tienen en cuenta. Es importante, por ello, que las mujeres puedan mantener relaciones sexuales solo si les apetece. Nunca por compasión, culpa o un amor mal entendido. Jamás para evitar una agresión sexual o que las maten. El sexo debe ser consentido y deseado por ambas partes, dejando claro, ahora y siempre, que solo SÍ es SÍ.
Conversamos sobre ello con varias mujeres jóvenes que nos han contado su experiencia personal en distintos casos de violencia sexual. Así es cómo lo viven ellas.
Yo elijo cómo me visto y con quién me desvisto
La ropa, el maquillaje, la actitud... no es una invitación a nada. Solo el consentimiento lo es. Solo el deseo lo es. © Elena Seleme
Sara, publicista, 25 años
Soy joven y libre. Me gusta vestir de una manera provocativa porque yo soy así. Soy desafiante. Me gustan las transparencias, me gustan los escotes, las prendas ajustadas. Sé que la sociedad piensa que las mujeres que vestimos de una determinada manera merecemos el acoso que sufrimos, pero no es así. Yo no voy pidiendo nada. Mi ropa no es un cartel de “haz conmigo lo que quieras”. Si yo trato con respeto a los demás, ¿por qué no me respetan a mí?
Criticar o juzgar a las mujeres por su manera de vestir es pasar a verlas como objetos sin potestad para decidir. A hacerlas merecedoras de un castigo o de una reprimenda que ellas mismas buscan. No se evalúa el contenido y solo se ve el continente. Se les roba el derecho a vivir en libertad, a caminar con tranquilidad, a salir a cualquier hora y en cualquier condición, mientras ellos, los acosadores, siguen sin ser cuestionados. Es el error de centrarse en las víctimas de agresiones sexuales y no en los agresores. Se les exime de toda responsabilidad. La igualdad no es un derecho que se otorgue o se quite en función de factores cosméticos. La ropa, el maquillaje, la actitud... no es una invitación a nada. Solo el consentimiento lo es. Solo el deseo lo es.
Ni fácil ni difícil. Solo sí es sí
Si decimos no, es no. Si decimos sí, es sí. Se entiende, ¿verdad? © Elena Seleme
Victoria, universitaria, 20
Me dijo que le gustaba, que era una chica diferente a las demás, que me deseaba porque era especial. Yo estaba pilladísima por él y oírle decir eso fue muy grande. No estaba excitada, estaba embelesada, emocionada. Quien estaba excitado era él, tanto, que siguió diciéndome todo aquello que me gustaba oír mientras los besos y tocamientos iban en aumento. Cuando le frené empezó a cuestionarme, a preguntarme si no me gustaba. Empecé a sentirme estúpida y ridícula. Quise inventar una excusa que me hiciera salir airosa, pero todo sonaba infantil en mi cabeza. Aún así lo intenté, pero él no se detuvo y, para cuando quise darme cuenta, todo había terminado. Él estaba satisfecho. Yo estaba deshecha, hundida.
La coerción sexual se produce cuando se emplean métodos que no implican el uso de la fuerza física para lograr que el otro miembro de la pareja mantenga relaciones sexuales no deseadas. La insistencia, el chantaje emocional, la amenaza de desafección y el sentimiento de culpa son prácticas que denotan un abuso de poder al convertir a la mujer en un objeto servil. Al no ejercer fuerza física, estos actos se distorsionan y se ven como muestras de amor, pese a tratarse de conductas que encierran un vínculo de poder en el que uno somete y el otro permite ser sometido.
Nunca debemos olvidar que el primer compromiso de todo ser humano es consigo mismo. Como dice Teresa Sáez: “Las mujeres también somos sujetos sexuales, pensantes y sintientes y sobre todo deseantes”. Si decimos no, es no. Si decimos sí, es sí.
Las mujeres tenemos toques de queda todos los días
Recortan nuestras libertades y nuestros derechos. Pero los derechos de las mujeres no deberían perderse en callejones oscuros ni en portales desiertos. © Elena Seleme
Natalia, experta en robótica educativa, 24 años
Un día hablando con un amigo le decía que me gustaba mucho ir a la playa de noche. Escuchar las olas del mar, mirar el cielo… pensar. También le confesé que hacía tiempo que no lo hacía porque tenía miedo de estar en la playa sola. Las últimas veces que había ido me había sentido incómoda, muy inquieta, mirando de un lado a otro en vez de estar disfrutando de mi soledad. Me miró y me dijo. “Tranquila, a mí me ocurre lo mismo. Cuando estoy solo también tengo miedo de que me roben”. "¡De que te roben!", exclamé.
No, no es miedo a ser robadas. Es miedo a ser violadas. Es miedo a caminar solas por la calle, a coger un taxi, a entrar en el portal, a compartir un ascensor con un extraño… Ellos no tienen que pensar cuándo coger el metro o dónde aparcar. Las mujeres sentimos miedo por el mero hecho de ser mujeres. Y no es un temor infundado. No es inseguridad. Es machismo y tiene consecuencias emocionales. Las mujeres tememos el abuso, la agresión sexual y la violencia de género. Tememos la violación... Nos enseñan a tener miedo desde pequeñas porque el miedo paraliza y nos roba la libertad de salir, de ir de fiesta, de estar con quien queramos. Nos piden que seamos recatadas, que no hagamos esto, que tengamos cuidado. Recortan nuestras libertades y nuestros derechos. Pero los derechos de las mujeres no deberían perderse en callejones oscuros ni en portales desiertos.
¿No es Sí? ¡No!
¡No es no! ¡Solo sí es sí! >
Sólo nueve de 31 países (en el área económica europea y Suiza) reconocen que el sexo sin consentimiento constituye violación © Elena Seleme
Rocío, diseñadora gráfica digital, 26 años
Llevábamos siendo pareja cuatro años, por lo que nos conocíamos bien y sabíamos cómo obtener favores el uno del otro. Utilizábamos el chantaje emocional, pero ¿no lo hacemos todos? En un principio lo quise excusar y ver como algo normal porque él me deseaba y, para mí, era un gesto de amor. Me costó darme cuenta de que estaba cediendo a sus deseos y no a los míos porque tenía una manera de envolverme que me hacía sentir culpable, a veces hasta amenazada, con miedo a que buscara en otra mujer lo que decía que yo no le daba.
Muchas mujeres mantienen relaciones sexuales con sus parejas con una frecuencia por encima de sus deseos y, a veces, realizando conductas que no les agradan. Creen en el “débito conyugal o de pareja” y sienten la obligación de hacerlo sin percibir la violencia sexual en la que viven.
Son muchas las que niegan haber sigo obligadas a mantener relaciones sexuales al tiempo que afirman que las mantienen sin desearlo por evitar las consecuencias. Es contradictorio, sin duda. Pero hay muchos motivos que lo explican: desde el temor a la respuesta de la pareja, al sentimiento de culpa, a la creencia de que no son valiosas o adecuadas. Demasiadas veces la violencia sexual contra las mujeres en la pareja está aceptada socioculturalmente, incluido en el ámbito legal, que no lo percibe como violencia. Sólo nueve de 31 países (en el área económica europea y Suiza) reconocen que el sexo sin consentimiento constituye violación.
Con la venda de los ojos me hice un lazo en el pelo. Ahora estoy más guapa y menos ciega (cita de Sara Búho)
Es un error pensar que para prevenir la violencia sexual es mejor enseñar a las mujeres a evitar situaciones de riesgo que educar a los hombres a no agredir. © Elena Seleme
Beatriz, universitaria, 19 años
Desde pequeñas nos hacen creer que las “buenas” chicas se visten de una manera apropiada. No beben. No se acuestan con más de un hombre, ni deciden libremente sobre su vida sexual. Tampoco reivindican la igualdad... En un país como España donde tiene lugar una violación cada 8 horas todavía se piensa que lo mejorpara evitar agresiones es instruir a las mujeres a no correr riesgos en vez de a los hombres a no agredir. Tenemos que acabar con todas esas falsas creencias que dan oxígeno al machismo y a la violencia machista. ¿Tan difícil es verlo?
Es un error pensar que para prevenir la violencia sexual es mejor enseñar a las mujeres a evitar situaciones de riesgo que educar a los hombres a no agredir. Como lo es también juzgar a las mujeres por su estilo de vida: si consumen alcohol u otras drogas o si deciden libremente sobre su vida sexual. En una sociedad patriarcal, las mujeres somos consideradas inferiores y vistas como objetos sexuales para usar siempre que el hombre quiera. Para evitar los casos de violencia sexual hay que expandir la cultura del respeto y la igualdad.
¿Te cansas de oírlo? Nosotras de vivirlo
La mayoría de las mujeres estamos hartas de una realidad poco igualitaria que nos separa de una vida libre de violencia. © Elena Seleme
Patricia, analista de datos, 24 años
Lo malo del feminismo es que molesta demasiado a los hombres. Nos ponemos pesadas, radicales. “¡Ya estáis otra vez con lo mismo!”. “No podemos hacer ni un chiste”. “¿Para cuándo el día del hombre?”... Somos feminazis, frígidas, degeneradas, putas o locas. Los insultos, la burla, incluso las agresiones, sirven para desacreditar la lucha por la igualdad de género. Descalificarnos sale barato. ¿Y sabes qué? Nosotras sí que estamos hartas. Hartas de sufrirlo.
La mayoría de las mujeres estamos cansadas de una desigualdad que no disminuye, hartas de una realidad poco igualitaria que nos separa de una vida libre de violencia y, en definitiva, de una vida digna. Hartas de vivir con miedo, de que no nos crean, hartas de complacer, de tener que justificar nuestros actos, nuestros silencios, nuestros síes y nuestros noes. Hartas de la violencia de género. Hartas de la violencia sexual.
Las mujeres debemos ser respetadas, valoradas y tratadas con equidad. Debemos ser capaces de enterrar el machismo combatiéndolo con igualdad, un derecho que debe ser efectivo en todas las esferas de la vida con educación, campañas de sensibilización y políticas integradas que garanticen y den una respuesta global a la violencia contra la mujer. También se debe impulsar una cultura del consentimiento para que la violencia sexual deje de ser algo habitual y que los abusos y los casos de agresiones a las mujeres sean penalizadas. Se debe sensibilizar y reeducar a las personas adultas y enseñar a las niñas y a los niños la importancia del consentimiento desde la infancia.
¿Nos ayudas a conseguirlo?
Firma nuestra petición a favor de una cultura del consentimiento. Para que solo sí sea sí.