La desgarradora historia de Park Ji-hyun, que nació en Corea del Norte, se recoge en el documental "La Otra Entrevista", cuyo vídeo compartimos y cuya historia os contamos.
En la década de los noventa, el país sufrió una hambruna a gran escala que causó la muerte de un millón de personas. Cuando su familia fue desplazada, Ji-hyun se quedó al cuidado de su padre, moribundo.

Lo dejé en aquella habitación fría. Le dejé un cuenco de arroz y una muda de ropa. Así abandoné Corea del Norte".
Para huir de la hambruna, Ji-hyun y su hermano abandonaron Corea del Norte y viajaron a China con la ayuda de traficantes de seres humanos.
“Llevábamos en China aproximadamente dos semanas, cuando las personas con las que estábamos me dijeron que si quería asegurar el bienestar de mi familia, tenía que casarme con un hombre chino. Mi familia viviría del dinero que consiguiese al venderme. Cuando les dije que no podía hacer eso, me dijeron que harían que deportasen a mi familia, así que accedí.
Finalmente fui vendida por 5.000 yuanes, que son unos 700 euros. Cuando te venden, la persona que te compra te dice: 'He pagado por ti, así que ahora debes hacer todo lo que te diga. Si me desobedeces en lo más mínimo, puedo denunciarte. Incluso si te mato nadie va a decir nada y nadie sabrá lo que te ha pasado'.“Me di cuenta de que estaba embarazada. Me sentí indefensa y completamente sola. En el pueblo había un puesto de guardia en una montaña. La persona responsable del puesto me dijo que podía quedarme allí [mientras durara el embarazo] si así lo deseaba. Después de estar sufriendo en esa habitación durante 11 horas, di a luz a mi hijo. Nadie vino a ver cómo estábamos”.
Tras pasar seis años en China, Ji-hyun fue denunciada a las autoridades y devuelta a Corea del Norte. La obligaron a abandonar a su hijo. Como había sido detenida en China, Ji-hyun fue clasificada como una “desertora económica” y fue enviada a un campo de trabajo.


“Cuando volví a verlo, no daba crédito. Tenía el cuello cubierto de polvo negro y la piel llena de escamas. Me quedé sorprendida. Le pregunté qué pasaba. Cuando llegaba el otoño, le decían que si quería comer tenía que salir y recoger granos de arroz. Tenía que cogerlos del suelo. Me dijo que sus comidas consistían en arroz y salsa de soja, nada más.Quedarnos en China no era seguro para nosotros, así que dispuse nuestra marcha a Mongolia. Éramos un grupo de nueve personas que nos dirigíamos a Mongolia y teníamos que cruzar la frontera a pie.Todo el mundo atravesó las vallas excepto mi hijo y yo. Me pareció ver vehículos de la policía china dirigirse hacia donde estábamos. Si me capturaban de nuevo, me devolverían a Corea del Norte y volvería a perder a mi hijo. Pude ver a una persona en la distancia que corría hacia nosotros. Creí que era un agente de policía chino y que todo se había acabado. Agarró a mi hijo y se lo subió a los hombros, me cogió de la mano y empezamos a correr. Cortó los cables para que pudiéramos pasar y así es cómo finalmente conseguimos entrar en Mongolia. Sólo una vez que habíamos alcanzado Mongolia, me di cuenta de que el extraño que nos había salvado la vida era el mismo hombre que antes nos había comprado comida”. Ji-hyun se enamoró del hombre que los salvó a ella y a su hijo en la frontera con Mongolia. Actualmente, la pareja vive en Manchester, Reino Unido, con sus tres hijos.