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El fichaje de Rafa Nadal por Arabia Saudí: doble falta en derechos humanos

Carlos de las Heras, @carlisevic Responsable de deporte y derechos humanos en Amnistía Internacional España,

Rafael Nadal, John Rahm, Cristiano Ronaldo, Karim Benzema, Neymar jr., Toni Kroos, Anna Muzychuk… ¿Qué tienen en común todos estos deportistas? Por unos u otros motivos, se les ha relacionado con Arabia Saudí, un país que lleva años diversificando sus inversiones, y uno de los ámbitos donde más se está centrando es el deporte.

En abril de 2016, Mohammed bin Salman, hijo del Rey Salmán bin Abdulaziz, presentó un ambicioso y revolucionario plan con el objetivo de promover cambios económicos y sociales en Arabia Saudí: Vision2030. Este plan está compuesto por una serie de medidas encaminadas a que el país sea cada vez menos dependiente del petróleo. Una de las lineas estratégicas es invertir en el deporte, y hacerlo a través de un fondo de inversión, el Fondo de Inversiones Públicas, dotado con casi 600.000 millones de dólares. Casi 600.000 millones destinados, entre otros, a organizar grandes eventos deportivos, atraer a estrellas del deporte y patrocinar e invertir en equipos extranjeros.

Dicho y hecho: desde 2019 Arabia Saudí ha organizado la Supercopa española e italiana de fútbol, el Rally Dakar, varias ediciones del Gran Premio de Fórmula 1, ha creado un circuito propio de golf y es la única candidatura para organizar la Copa Mundial de Fútbol de 2030. Por si fuera poco, se postula a organizar los Juegos Olímpicos de Invierno de 2029. Sí, has leído bien: Juegos Olímpicos de Invierno…

Mohammed bin Salman llega a la cumbre del G20. © picture alliance/dpa | Kay Nietfeld

Por otra parte, futbolistas como Cristiano Ronaldo, Karim Benzemá, Gabri Veiga o Neymar Jr., entre otros, han fichado durante el último año por clubs saudíes, la mayoría propiedad del Fondo de Inversión Pública. Golfistas como Phil Mickelson, Sergio García o recientemente, John Rahm, se han sumado a este circuito. La última estrella que se ha prestado a ser una herramienta más de Arabia Saudí en esta campaña es Rafael Nadal, uno de los mejores deportistas españoles de la historia. Sin duda, Que Rafael Nadal contribuya al objetivo de consolidar “un compromiso a largo plazo para ayudar al crecimiento del deporte e inspirar a una nueva generación de tenistas en Arabia Saudí”, como dice el acuerdo firmado con la Federación Saudí de tenis es positivo. Este mismo acuerdo, difundido por las redes sociales del organismo y del propio deportista, obligará a Nadal a “pasar un tiempo en Arabia Saudí cada año para ayudar a fomentar y planificar el desarrollo de niños y niñas en el deporte”. “Mires por donde mires, en Arabia Saudí puedes ver crecimiento y progreso, y estoy entusiasmado de ser parte de eso”. Me temo que Rafael Nadal no ha mirado mucho más allá en Arabia Saudí, y no ha visto como las mismas niñas de las que habla, están sometidas a la voluntad de un tutor varón, sin cuyo permiso no pueden disfrutar de una vida en las mismas condiciones que los niños, por ejemplo.

Por último, en octubre de 2021, el fondo soberano saudí adquirió el Newcastle pormás de 300millones de euros. Todo ello a pesar de la oposición de la afición de este equipo británico, que se manifestó contrario a la compra; compra que les ha convertido en uno de los clubs más ricos del mundo. También se opuso, al principio, la Premier League, preocupada por la situación de derechos humanos en Arabia Saudí. Los dueños del Fondo tuvieron que dar garantías a la Liga inglesa de que, tanto su presidente, el príncipe Mohammed Bin Salman, como el estado de Arabia Saudí, no controlarán el club.

 

Lewis Hamilton. © picture alliance / ATP photo agency | JAMALI Amin

Todo esto tiene un nombre: sportwashing. Y un campeón: Arabia Saudí

El sportwashing cada vez está más presente en nuestro día a día. En pocas palabras, es la estrategia por la cual algunos de los gobiernos que menos respetan los derechos humanos buscan limpiar su imagen dentro, pero sobre todo fuera de sus fronteras, a través de su vinculación con el deporte. Y entre los campeones de este sportwashing encontramos a Arabia Saudí, un país con dos caras: la cara del doctorJekyll, amable, reformista, abierta y moderna, y la cara del Señor Hyde, no tan amable, nada reformista y en absoluto moderna. Esta segunda cara es la que no quiere mostrar, una cara donde las mujeres son tratadas como ciudadanas de segunda, el colectivo LGBTI está perseguido y donde la homosexualidad puede llegar a castigarse con la muerte, donde los trabajadores migrantes viven en condiciones de semiesclavitud, donde decenas de activistas y opositores están en prisión por ejercer su derecho a la libertad de expresión y donde, no lo olvidemos, cada año se ejecuta a cientos de personas.

Una de estas personas en peligro de ser ejecutadas es Mohammad bin Nasser al Ghamdi, un profesor retirado de 54 años, que fue detenido en junio de 2022 cuando estaba sentado con su esposa e hijos delante de su casa en el barrio de Al Nawwariyyah, en La Meca. Fue acusado de “renunciar a la lealtad a los custodios del Estado”, “apoyar una ideología terrorista y a una entidad terrorista (la Hermandad Musulmana)”, “usar sus cuentas en Twitter y YouTube para seguir y promover a personas que tratan de desestabilizar el orden público” y “simpatizar con personas detenidas por cargos de terrorismo”. En esas publicaciones, criticaba al Rey y al Príncipe heredero saudíes y la política exterior saudí, pedía la libertad de unos clérigos detenidos y protestaba por la subida de los precios, opiniones que están protegidas en virtud del derecho a la libertad de expresión. Mohammad estuvo recluido cuatro meses en régimen de aislamiento en la prisión de Dhahban, cerca de Yeda, tiempo durante el cual no se le permitió contactar con su familia ni con un abogado. Sólo le permitieron contactar con su familia cuando, unos cuatro meses después, fue trasladado a la prisión de Al Hai’ir, en Riad. Fue condenado a muerte en julio de 2023. Una condena que simboliza la represión del reino contra cualquier forma de disidencia.

Desde Amnistía Internacional estamos recogiendo firmas para pedir a Arabia Saudí que anule la sentencia de Mohammad bin Nasser al-Ghamdi y del resto de personas condenadas a muerte. Recuerda: Tu firma puede cambiar vidas.

Héroes y heroínas

Jesse Owens en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936. © picture alliance / Photoshot

Esto del sportwashing suena nuevo, pero es tan viejo como el propio deporte. En 1936, la Alemania nazi usó los Juegos de la XI Olimpiada para mostrar al mundo una Alemania nueva, moderna y unificada. No salió bien: un atleta negro y nieto de esclavos afroamericanos, Jesse Owens, ganó las pruebas de 100 metros lisos, 200 metros lisos, relevos 4x100 y salto de longitud, y dejó en evidencia todo un sistema ideado para blanquear el nazismo.

Seguramente sin saberlo, Jesse Owens se convirtió en la primera persona en el mundo que se levantaba contra el sportwashing. Afortunadamente con el paso de los años ha habido más deportistas que han alzado la voz. Pilotos de Fórmula 1 como Lewis Hamilton, que recibió una reprimenda por hablar de derechos humanos en Arabia Saudí, o Sebastian Vettel, que organizó una carrera de karts pilotados únicamente por mujeres son un gran ejemplo. Otros, como el futbolista Toni Kroos, que afirmó que "la falta de derechos humanos es lo que me impediría irme allí" o alguien que incluso llegó a renunciar a ser campeona del mundo de su deporte: Anna Muzychuk, la campeona del mundo de ajedrez, que perdió su título por negarse a competir en Arabia Saudí.

Anna Muzychuk. © picture alliance / Photoshot

En diciembre de 2017, Anna se negó a participar en el Campeonato del Mundo de Ajedrez Rápido y Relámpago en Riad. Días antes del torneo, publico en sus redes sociales: “En pocos días voy a perder mis dos títulos mundiales, uno a uno. Solo porque he decidido no ir a Arabia Saudí; por no jugar con las reglas de otros, por no llevar abaya, por no tener que ir acompañada cuando estoy en la calle y, en resumen, por no sentirme una criatura secundaria. Muchas otras mujeres se sumaron a la renuncia y casi la mitad de los hombres me secundaron. Lo volvería a hacer”.

Anna perdió sus títulos, pero ganó otros mucho más importantes, el de la integridad y el respeto. Es seguro que las autoridades saudíes seguirán dedicando miles de millones de dólares a tratar de rehabilitar su imagen, seguirán organizando grandes eventos deportivos y atrayendo a estrellas, pero ninguna suma de dinero podrá tapar hasta qué punto se ha vuelto represivo el país.

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