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Las dificultades electorales, síntoma de un Estado con problemas

Londres.- A juicio de una delegación de Amnistía Internacional que viajó allí en visita de investigación, las grandes dificultades por las que está atravesando Afganistán para celebrar elecciones –como homicidios de funcionarios e intimidaciones a los votantes– son síntoma del caos más general en que se encuentra el país. “Se ha querido hacer ver que la celebración de elecciones es señal de la recuperación del país –ha manifestado Ingrid Massage, directora del Programa Regional para Asia de Amnistía Internacional–. Nada más lejos de la verdad: fuera de Kabul, la situación del pueblo afgano ha ido empeorando rápidamente en los últimos meses.” Los miembros de la delegación comprobaron que el clima de temor e inseguridad que ha empañado el proceso electoral está afectando también a la vida cotidiana de los afganos, en especial de las mujeres. Por todas partes impera el desorden: la mayoría de los afganos no tienen acceso a la justicia, porque el poder judicial desconoce en gran medida la legislación interna, y la mayor parte del país está gobernada, de hecho, por grupos armados, que en las montañas centrales obligan a los campesinos a cultivar opio.  "Las mujeres, es decir, la mitad de la población, son víctimas de violencia generalizada y sistemática –ha señalado Ingrid Massage–. En todos los lugares que visitaban, nuestros delegados eran informados de que las mujeres tenían miedo de salir de casa debido a los secuestros. Un considerable número de mujeres a las que entrevistaron en prisiones se encontraban allí, no cumpliendo condena, sino para su protección.”  A una de las mujeres entrevistada por Amnistía Internacional, Dina, activista de derechos humanos muy crítica con la práctica de los matrimonios forzados en el este de Afganistán, le habían arrojado ácido desde un automóvil cuatro días antes. Estaba esperando el autobús a la entrada de su casa, en Kabul, cuando se aproximó un automóvil con cuatro hombres, uno de los cuales se apeó de un salto y le arrojó ácido en la cara, produciéndole quemaduras en el cuello. Al preguntarle si pensaba continuar con su labor a pesar de esta agresión, contestó: “Tendré que hacerlo, porque no hay nadie más que se ocupe de las violaciones de derechos humanos contra las mujeres. ¿Quién más hay?”. Particularmente impresionante es el gran desconocimiento que tienen los jueces y abogados de la legislación del país. Un juez de apelación de Kandahar no sabía qué ley tipificaba como delito huir de un marido. Otros profesionales del derecho de Herat y Mazar-e-Sharif tampoco lo sabían. Sin embargo, muchas de las mujeres entrevistadas por los delegados en prisiones habían sido condenadas precisamente por este delito. “Si ni siquiera los jueces conocen bien los códigos legales, ¿cómo pueden las mujeres de a pie confiar en obtener justicia por los casos generalizados de violencia contra ellas?", ha manifestado Ingrid Massage. Una mujer de Kandahar, Fátima, contó que un miembro de un grupo armado, Hamid, la había secuestrado cuanto tenía siete años y la había llevado a Pakistán. La golpeaba y la sometía a abusos habitualmente, y a los veinte años ya había tenido tres hijos con él. Fatima regresó a Afganistán en julio. Estaba en la cárcel cuando los delegados la conocieron, por haber intentado matar a Hamid con ayuda de un vecino. Llevaba dos meses recluida sin cargos, porque el fiscal no sabía qué delito imputarle. Estaba considerando la posibilidad de presentar cargos contra ella por adulterio porque Hamid la había acusado de eso. Las únicas pruebas en su contra eran la palabra de su marido. Sin embargo, a pesar de los abusos que había sufrido durante años a manos de Hamid, no había la más remota posibilidad de que éste fuera procesado. “De la cintura para abajo, la mujer es propiedad del hombre”, dijo un juez entrevistado en Kandahar. Además de carecer de conocimientos jurídicos básicos, el poder judicial es ineficaz, corrupto y vulnerable a las intimidaciones de los grupos armados. El ejército y la policía nacionales son todavía instituciones en ciernes y sospechosas, además, de cometer violaciones de derechos humanos. La pobreza y la inseguridad hacen que muchos padres obliguen a sus hijas a casarse a muy temprana edad, en vez de dejarles recibir educación superior. La cuestión de la dote y la inseguridad de las niñas son dos de los factores determinantes de esa decisión. Amnistía Internacional fue informada del caso de una joven de 19 años, Zainab, que había sido obligada a casarse a los 16. El primer día de vida conyugal su marido la abofeteó y desde entonces le infligía habitualmente palizas y torturas psicológicas. Zainab vivió prácticamente bajo arresto domiciliario durante año y medio, sin poder ver a su familia más que muy de vez en cuando. Su marido siguió golpeándola incluso cuando se quedó embarazada. En su primer embarazo tuvo un aborto pero, a pesar de las palizas, en el segundo dio a luz a su bebé. Cuanto éste tenía tres meses, su marido lo arrojó como a un objeto al otro lado de la habitación, por lo que Zainab decidió que ya no aguantaba más y huyó a casa de su familia. Su marido fue a buscarla y amenazó con matar al bebé, así que volvió con él  durante un tiempo. Ahora está otra vez con su familia pero piensa que no tiene dónde pedir ayuda porque su familia quiere que regrese con su marido. "A las mujeres nos tratan peor que a los perros”, dijo una mujer entrevistada en Kabul. Amnistía Internacional insta al gobierno afgano y a los países donantes a que mejoren la seguridad en todo el país y a que, con tal fin, consideren la posibilidad de prorrogar el mandato de la fuerza internacional de asistencia en cuestiones de seguridad. Es preciso continuar reformando el sistema de justicia penal y reforzar el Estado de derecho de manera masiva. Se deben emprender con urgencia proyectos de formación de jueces y abogados fuera de Kabul. Hay que impartir formación sobre protección de los derechos de las mujeres a la policía, el poder judicial y los funcionarios del Estado.  Información complementaria Un equipo de investigación de Amnistía Internacional estuvo en Afganistán del 22 de agosto al 17 de septiembre y visitó Kabul, Herat, Kandahar y Mazar-e-Shari. Examinó en particular la situación de las mujeres y su acceso a la justicia. Los nombres de las mujeres mencionadas aquí son ficticios. Se han cambiado para proteger su identidad.

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