Una multitud de fotógrafos se apiña a las puertas de la comisaría de Bulaq, en el viejo Cairo. Quieren captar los primeros momentos de libertad de Israa al-Taweel. El juez la ha puesto en libertad por razones médicas, pero, hasta que no la vean, no se lo creerán. Cada quince días, el fiscal la ha devuelto a la cárcel de mujeres de al-Qanater. Han transcurrido así seis meses.
“Ahí está Israa, escoltada por sus abogados”. Avanza con paso inseguro. La abruman los flashes. “Gracias a todos”, musita. “Israa, unas palabras”. “Quiero comer”, responde. Es todo lo que se le ocurre a una chica corriente que deja atrás el infierno. Ha estado desaparecida. La han recluido en un centro de tortura. La han acosado en los interrogatorios para que confesara. La han encarcelado. Y no sabe por qué. No piensa más que en volver a casa. Como un pájaro con las alas cortadas, no puede ir dónde quiera, sólo dónde le dejen: al médico. Debe presentarse en comisaría una vez a la semana. Está en arresto domiciliario. Es lo más parecido a la libertad que ha vivido estos últimos meses.
Israa ha puesto al gobierno de Abdel Fattah al-Sisi en un aprieto. Su historia ha suscitado indignación y solidaridad en el mundo entero. Israa padece una discapacidad, desde que un policía le disparó a la espalda cuando fotografiaba una manifestación. Sin fisioterapia, podría dejar de caminar. En prisión, le niegan atención médica.
¡Libertad y tratamiento para Israa! Más de treinta y cuatro mil personasapoyaron la campaña de Amnistía Internacional España. En la imagen Duaa abraza a su hermana Israa a la salida de la cárcel. Fuente Facebook
Todo está como lo dejó. Sus gatos, su cámara de fotos. Parece un sueño. Israa había oído hablar de desapariciones pero no imaginaba que pudiera ocurrirle a ella. Las fuerzas de seguridad secuestran a jóvenes camino de la facultad, en el trabajo, en los cafés, en sus casas. Las autoridades niegan que estén detenidos. Unos reaparecerán en algún juicio; de otros nunca se sabrá nada. El 1 de junio, Israa sale a cenar con dos amigos. No vuelve a casa. Durante dos semanas, no hay noticias. La familia sospecha que ha sido detenida pero no aparece en los registros de ninguna comisaría. Una nueva campaña va ganando apoyos: “¿dónde está Israa al-Taweel?”
En el centro de la seguridad nacional de El Cairo, los detenidos pasan el día maniatados, con los ojos vendados y el cuerpo molido a golpes y electricidad. Los veteranos se preguntan qué ha sido de Israa al-Taweel. En la celda de al lado, la oían llorar y decir: “yo no he hecho nada, sólo salimos a cenar. No estoy ni con unos ni con otros”. “¿Cómo te llamas?”, le preguntaron. ¡Que no le pase nada a Israa!, pensaban cada vez que se abría la puerta contigua. Dos semanas después, Israa reaparecía en la cárcel de al-Qanater.
Israa mira la página que crearon sus hermanas cuando desapareció, los mensajes de apoyo, los artículos en lenguas que no entiende, las peticiones... “Escribid sobre los presos olvidados”, pide una campaña en las redes sociales egipcias. Escribid sobre aquellos que fueron detenidos a las puertas del trabajo, en sus casas, a la salida de un restaurante. Si no fuera por la presión internacional, Israa seguiría en prisión. Se siente afortunada.
Cuando llega un detenido nuevo al centro de la seguridad nacional, sus compañeros de celda le preguntan tres cosas: “¿Cómo te llamas? ¿Qué te trajo aquí? ¿Qué ha sido de Israa al-Taweel?” “Estuvo aquí, le dicen, y luego no supimos nada de ella”. Con los ojos vendados y el cuerpo dolorido, el nuevo les dará una buena noticia. ¡Israa ha sido liberada! Y se ríen.