El 13 de abril de 2019 fallecía Neus Catalá, una de las españolas que sobrevivió al campo de concentración nazi de Ravensbrück, el único dedicado exclusivamente a mujeres. Catalá fue deportada aquí en 1944 tras huir al exilio en Francia cuando terminó la Guerra Civil española, y desde este campo siguió luchando por la justicia.
A 90 kilómetros de Berlín, Ravensbrück forma parte de un capítulo oscuro de la Historia marcado por las duras condiciones en las que vivían las prisioneras con largas e intensas jornadas de trabajo de hasta 16 horas, golpes por parte de las guardianas de las SS, humillaciones, controles ginecológicos sin ningún tipo de higiene, abortos provocados o inyecciones para eliminar la menstruación. Se calcula que unas 50.000 mujeres perdieron la vida por estas prácticas y otras 2.200 fueron asesinadas en las cámaras de gas.
Al mismo tiempo, este campo de concentración también se convirtió en un símbolo de la solidaridad que se daba entre las mujeres para apoyarse y ayudarse mutuamente en su intento de sobrevivir. También es símbolo de resistencia. Fue Neus Catalá quien lideró aquí a un grupo de mujeres que se organizaron para realizar distintos actos de sabotaje contra la maquinaria bélica nazi.
Imagen de archivo del campo de concentración para mujeres de Ravensbrück.
En esas largas jornadas laborales a las que estaban sometidas, eran obligadas a trabajar en la industria de armamento en la fábrica de Holleischen; un escenario que les ponía en primer plano para poder sabotear la elaboración de armas. ¿Cómo? Adulteraban la calidad de la pólvora añadiendo, por ejemplo, moscas muertas o aceite. De esta forma, reducían la producción de material armamentístico que tenían que fabricar cada día. Ajenos a este plan, las autoridades nazis del campo creían que la caída de la producción se debía a que eran un grupo de mujeres vagas, que no se esforzaban por trabajar. De ahí que las llamaran ‘Comando de las gandulas’. Mientras tanto, ellas evitaban que ese material armamentístico se usara contra los aliados. Se calcula, que el sabotaje de estas mujeres inutilizó unos 10 millones de proyectiles y numerosas máquinas de fabricación de armamento.
Este acto de sabotaje fue todo un símbolo de resistencia contra el régimen nazi. En medio del horror y la deshumanización, la unión de las mujeres sirvió de apoyo moral y solidaridad. Después de la liberación del campo de Ravensbrück en 1945, Neus Catalá dedicó el resto de su vida a la defensa de los derechos humanos y la memoria histórica.
Amnistía Internacional y los derechos humanos
Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias, se abrió un periodo en la historia que aportaba algo de luz en contraste con el horror vivido: la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Esta carta magna recoge 30 artículos que describen los derechos y libertades esenciales de todo ser humano, desde el derecho a la vida y la libertad, hasta el derecho a la educación y la cultura. Era la primera vez que los países acordaban las libertades y derechos que merecen protección universal para que todas las personas vivan su vida en libertad, igualdad y dignidad.
Unos derechos en los que se basa el trabajo diario de Amnistía Internacional desde su fundación ya que en muchos lugares del mundo siguen siendo vulnerados de manera sistemática.