Esta fotografía muestra cámaras y una imagen del fotógrafo de la AFP Bulent Kilic, colgadas frente a la mansión del gobernador en Estambul, el 29 de junio de 2021. Las cámaras fueron colgadas durante una manifestación celebrada para exigir protección para los y las periodistas, ya que el fotógrafo fue detenido por agentes de policía mientras cubría la marcha del Orgullo en la ciudad el 26 de junio. © Yasin Akgul/AFP vía Getty Images
Hoy 3 de mayo se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa. En 1993 la UNESCO eligió esta fecha para conmemorar la Declaración de Windhoek, una cumbre que se celebró dos años antes en esta ciudad de Namibia y en la que, con el impulso de las Naciones Unidas, profesionales de los medios de comunicación africanos reivindicaron la necesidad de un periodismo libre y plural para impulsar sociedades modernas y democráticas.
Pero la amenaza a la libertad de prensa viene de muchos años atrás. El griego Plutarco, a finales del siglo I, relató en su obra “Vidas paralelas” que el rey Tigranes mandó cortar la cabeza al correo que le llevó malas noticias, consiguiendo que desde entonces nadie se atreviera a contarle la verdad. Desde entonces, a pesar de que el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, establece que “todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión” así como a difundir informaciones y opiniones “por cualquier medio de expresión”, lo cierto es que a día de hoy disponer de una prensa libre sigue siendo una quimera en gran parte del mundo.
El Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia anunció el cierre de la oficina en Moscú de la cadena pública alemana Deutsche Welle y la retirada de las acreditaciones de su personal, en represalia por una medida alemana contra la televisión estatal rusa RT. © AP Photo/Alexander Zemlianichenko Jr
La violenta (e inútil) reacción de Tigranes se ha mantenido hasta nuestros días. Según el informe presentado por Reporteros Sin Fronteras (RSF), 24 periodistas y colaboradores han sido asesinados solo a lo largo de este año debido a su trabajo. Oksana Baulina, Ahmed Al-Nasser, Juan Carlos Muñiz, Olexandra Kuvshynova, Brent Renaud, Givanildo Oliveira, Jorge Luis Camero, o Mohiuddin Sarker. Duele hasta teclear algunos de sus nombres. Y aunque en apenas dos meses siete informadores han perdido la vida en la guerra de Ucrania, México continúa siendo el país donde más periodistas han muerto en lo que va de año. Pero esta profesión puede costarte la vida en países tan dispares como Brasil, Chad, Irán, Bangladesh, India o Haití. Además, también según RSF, 362 periodistas se han despertado hoy, Día de la Libertad de Prensa, en la cárcel.
El ranking mundial de 180 países que establece esta organización señala a los nórdicos Noruega, Dinamarca y Suecia como los tres países donde se disfruta de mayor libertad de prensa. Por el contrario, la lista de los países más represivos está encabezada por Corea del Norte, seguida de Eritrea, Irán, Turkmenistán, Birmania y China.
La periodista afgana Asma Saeen, que trabaja en TOLO TV, informa desde la calle en Kabul, Afganistán, 8 de febrero de 2022. © AP Photo/Hussein Malla
Según el último Informe Anual de Amnistía Internacional, al menos 67 países -entre ellos, Camboya, Egipto, Estados Unidos, Pakistán y Turquía- introdujeron en 2021 nuevas leyes que limitaban la libertad de expresión, de asociación y de reunión, unas libertades sin las cuales también es imposible el ejercicio de una prensa libre. Así, con la excusa de contener la difusión de información falsa sobre la COVID-19, diferentes gobiernos en todo el mundo crearon obstáculos para que las y los periodistas pudieran trabajar sin ataduras, limitando también el derecho de la ciudadanía a disponer de una información veraz y plural.
En China, Vietnam o Irán, entre otros países, se detuvieron y procesaron a personas que habían cuestionado las medidas para atajar la enfermedad, o simplemente habían dado una versión diferente a la de las autoridades. Como Zhang Zhan, abogada que actuó como periodista ciudadana informando del inicio de la propagación del virus en Wuhan y que fue condenada por ello a cuatro años de cárcel.
En Malasia, el gobierno promulgó un decreto por el que se dotaba a sí mismo la facultad de silenciar cualquier crítica con el pretexto de evitar la propagación de bulos sobre el coronavirus, mientras que otros países directamente bloquearon o restringieron el acceso a Internet y a las redes sociales.
Un activista prodemocracia sostiene pancartas con la imagen de la periodista ciudadana china Zhang Zhan frente a la oficina de enlace del gobierno central chino, en Hong Kong. © AP Photo/Kin Cheung
España se situó en el puesto 32 en el ranking de 180 países de Reporteros Sin Fronteras sobre las condiciones para informar libremente. Aunque las amenazas a este derecho están muy lejos de las que hemos visto en los países anteriores, se mantienen leyes que limitan la libertad de prensa.
Así, la reforma propuesta por los socios de gobierno de la Ley de Seguridad Ciudadana, llamada justamente Ley Mordaza, no elimina aspectos preocupantes para la libertad de información como las infracciones por publicar imágenes de las actuaciones policiales. Ésta y otras disposiciones han servido desde 2015 para imponer multas a periodistas mientras informaban en manifestaciones o protestas.
Además, la legislación española mantiene los delitos de enaltecimiento del terrorismo, ofensa contra los sentimientos religiosos o injurias contra la corona que limitan la libertad de expresión de toda la ciudadanía, pero en particular la de los y las periodistas. Esto permite que se les pueda amedrentar con denuncias y que, conociendo esa realidad, puedan entrar en una espiral de autocensura.
Cientos de personas protestan contra la extradición de Julian Assange en el centro de Londres. © Matrix /MediaPunch /IPX
Si hay un caso individual que supone una amenaza a la libertad de prensa en el mundo, ese es sin duda el de Julian Assange. Quizás, en otro mundo más justo, el fundador de WikiLeaks hubiera conseguido el Premio Nobel de la Paz tras la publicación de miles documentos sobre las que revelaban, entre otras muchas cosas, posibles crímenes de guerra por parte del ejército de Estados Unidos en las invasiones de Irak y Afganistán.
Sin embargo, Assange lleva los últimos 10 años encerrado, primero en la Embajada de Ecuador en Londres donde obtuvo asilo, y desde abril de 2019 en una cárcel del Reino Unido, donde espera la decisión de si se será finalmente extraditado a Estados Unidos. En este país, el activista sería juzgado por el delito de espionaje y podría ser condenado a 175 años de cárcel. El hecho de que la CIA considerase la posibilidad de secuestrar o asesinarle o que las condiciones de su posible reclusión podrían resultar una forma de tortura parece que no van a impedir a las autoridades británicas aprobar su extradición.
Los documentos que apuntaban a posibles crímenes por parte de Estados Unidos fueron verificados por medios de comunicación de prestigio internacional como The New Yok Times, Le Monde, Der Spiegel o El País. Sin embargo, el único que ha tenido que afrontar una denuncia por ellos fue quien permitió que se conocieran... Y esto, además de un castigo a Assange, es sobre todo un aviso para el resto de la prensa mundial.
Y es que, casi 2.000 años después de la escena descrita por Plutarco, todavía hay quienes creen que matando o encerrando al mensajero desaparece la realidad que contaba en su noticia.