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© Jason Florio

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No se trata sólo de vaciar el océano... También se trata de vidas humanas

Por Marta Colomer, responsable de Campañas, Amnistía Internacional,

Cae la tarde en la orilla del mar de Sanyang, un pueblo del oeste de Gambia. Un número creciente de personas acuden a la playa para descargar pescado.

Un hombre permanece de pie no lejos del lugar de descarga del pescado, gesticulando sin parar y dando instrucciones a los trabajadores. Nuestra curiosidad nos lleva hasta él para presentarnos y hacerle algunas preguntas. Es el supervisor de una fábrica que se levanta al borde de la playa y transforma este pescado en harina y aceite de pescado.

Ese día sólo habían recibido dos toneladas del producto. El personal de transporte (que llevaba cestas llenas de pescado) no paraba de hacer viajes hasta los camiones que lo iban a llevar a la fábrica. Sin embargo, no pudo ocultar su decepción. No era un buen día para él y esperaba que las otras piraguas (las estrechas canoas locales que seguían en el mar) trajeran más.

La cantidad de peces capturados, como pude comprobar, incluso en lo que se consideraba un día de "mala suerte", era realmente asombrosa. Era como un baile interminable. Alguien podría creer ingenuamente que el mar contiene cantidades ilimitadas de peces y que se trata de un suministro inagotable. Se capturan miles y miles para transformarlos en harina de pescado, a razón de unos 4,5 kg de pescado fresco por 1 kg de harina de pescado. Sin embargo, lo que podría ser un negocio rentable para estas empresas tiene un coste terrible para los habitantes de Sanyang en Gambia.

Más pescado y beneficios para la fábrica, pero es harina de otro costal para los habitantes de Sanyang.

Un hombre lleva pescado en una carretilla. La sobrepesca en Gambia está destruyendo el medio ambiente

Pescado desembarcado en Tanji, donde las mujeres venden tanto a mayoristas como a compradores individuales. © Jason Florio

Con la mirada perdida, los rostros de la población de Sanyang con la que hablamos estaban llenos de preocupación por su situación: una tasa de desempleo elevada, inseguridad alimentaria, un medio ambiente cada vez más deteriorado.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), entre 2015 y 2020 el número de personas con inseguridad alimentaria en Gambia ha aumentado del 5 al 8%. En los últimos años, la sobrepesca por parte de arrastreros extranjeros, combinada con el funcionamiento de fábricas de harina de pescado y aceite, ha esquilmado de peces el litoral gambiano a un ritmo alarmante. Según la Comisión Europea, Gambia exporta unas 20.000 toneladas de pescado al año a través de las actividades de las fábricas de harina de pescado, los buques industriales extranjeros y las empresas de transformación de pescado.

En Sanyang existe una fábrica de harina y aceite de pescado propiedad de una empresa llamada Nessim Fishing and Fish Processing Co Ltd. (Nessim). Ltd. (Nessim) desde 2018. Desde entonces, la vida en la comunidad ha cambiado progresivamente. Lo he comprobado por mí misma. Visité Sanyang por primera vez en junio de 2021 como parte de una delegación de Amnistía Internacional con mi colega Michèle Eken. En 2021, la visión de toneladas de peces pelágicos destinados a la fábrica de harina de pescado de Nessim era ya increíble. Cientos de cestas llenas eran transportadas a toda prisa sobre las cabezas de decenas de hombres. Los hombres se apresuraban a llevar y descargar tantas cestas de 50 kg como podían, ya que les pagaban por cesta. Era como una gincana. En el frenesí, algunos de los peces caían al suelo y las mujeres de la playa, sin perder tiempo, los recogían y los metían en sus bolsas para poder venderlos más tarde en el mercado y conseguir algo de dinero para mantener a sus familias.

Una situación que empeora

En marzo de 2022, diez meses después de nuestra primera visita, la bulliciosa actividad en torno a la playa había disminuido considerablemente. Los pescadores artesanales locales lo confirmaron cuando nos sentamos con ellos en la playa, mientras cosían sus redes y bebían té.

Me contaron que cada vez es más difícil obtener pescado del mar. Culpan a las grandes piraguas senegalesas que trabajan para Nessim y a los enormes barcos de China y Europa de vaciar su mar de toneladas y toneladas de pescado; pescado que se exporta directamente o se transforma en harina de pescado para alimentar a animales de granja como cerdos o peces voraces en el negocio de la acuicultura en Asia, América o Europa.

Están convencidos de que los barcos extranjeros y las fábricas de harina de pescado, una vez que hayan vaciado su mar y destruido todos sus ecosistemas y su entorno, harán las maletas e irán a hacer lo mismo a otros lugares, dejando tras de sí un rastro de destrucción y vidas destrozadas.

Cada habitante de Sanyang tiene su propia fuente de frustración y enfado contra los arrastreros y las fábricas de pescado.

Una de las personas propietarias de un restaurante en la playa de Sanyang que lleva operando allí desde los años 90 me dijo que todo le iba bien hasta que se instaló la fábrica Nessim en 2018, a 100 metros de su restaurante. "El mal olor, el humo que sale de la fábrica, los peces muertos que tiran los pescadores cuando Nessim decide no llevarse el pescado ahuyentaron a los turistas de las tiendas locales y de las playas de Sanyang", me explicó mientras contenía las lágrimas con dificultad. Experimentamos y presenciamos todo esto de primera mano durante nuestras visitas.

En una de las salas de ahumado de la playa, rodeada de cenizas y trozos de madera, conocimos a Adja, una mujer viuda de unos cuarenta años con cinco hijos de edades comprendidas entre los 7 meses y los 10 años. Con una sonrisa en la cara, nos explicó que había empezado a ahumar pescado cuatro meses antes, tras la muerte de su marido, para poder mantener a sus hijos. Sin embargo, la escasez de pescado redujo rápidamente sus márgenes de beneficio, ya que el pescado era cada vez más caro. Hay semanas en las que consigue sacar un beneficio de 300 dalasis, unos 5 euros en total, para alimentar a sus hijos y otras en las que, a pesar de su duro trabajo y tras pagar la leña, el pescado y el alquiler del local, no le queda casi nada para llevarse a casa. A pesar de la precariedad de su situación, está decidida a seguir adelante y a no perder la esperanza.

Una mujer ahuma pescado para sacar dinero y poder mantener a su familia. La sobrepesca en Gambia está esquilmando los recursos

Mujer ahumando pescado en Sanyang. © AI

Las mujeres que trabajan en los huertos de los alrededores de la fábrica de harina de pescado con las que hablamos manifestaron que también se habían visto gravemente afectadas por la presencia de la fábrica de harina de pescado, en tierras que antes se utilizaban para cultivos y arroz. Muchas de ellas llevan allí más de 20 años, cultivando coles, tomates, arroz o pepinos para pagar los gastos escolares de sus hijos. Según nos contaron, un día de 2017, al llegar a los huertos, vieron cómo unas excavadoras destruían sus arrozales. Unas semanas más tarde, comenzó la construcción de la fábrica de harina de pescado.

Todas las mujeres que hablaron con Amnistía Internacional afirman que no fueron informadas ni consultadas sobre la llegada de la fábrica de Nessim, ya que la mayoría de las negociaciones se llevaron a cabo sin mucha transparencia.

Después de estar en Sanyang y escuchar tantas historias de sufrimiento de los miembros de la comunidad, salí de allí con una lección bien presente: todos deberíamos preocuparnos por lo que está ocurriendo en Sayang porque la sobrepesca no sólo está vaciando los océanos, poniendo en peligro las especies marinas y destruyendo el medio ambiente, sino que también está causando daños a las vidas humanas.

 

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