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Día Internacional de la Mujer en Uruguay

Miles de mujeres participan en una marcha en el Día Internacional de la Mujer en Montevideo, Uruguay, el 8 de marzo de 2021. © Carlos Lebrato/Anadolu Agency vía Getty Images

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8 M: Ellas son la revolución

Por Dolores Liceras, coordinadora del Equipo de Derechos Humanos de las Mujeres de Amnistía Internacional,

Cada 8M las mujeres renuevan ante el mundo su derecho a la dignidad, a la igualdad y a la no discriminación por el solo hecho de ser mujeres. Hoy hermanamos las reivindicaciones y los derechos ganados, y lo hacemos porque la base de la injusticia es la misma aunque tome diferentes formas en los distintos países, porque las movilizaciones son contagiosas y nuestros logros aquí y los de otras mujeres en otros lugares lo son de todas. Hoy reivindicamos el valor de las luchas feministas que hacen el mundo mejor y queremos extender la voz de las mujeres que en Afganistán arriesgarán su integridad física y su libertad si se manifiestan.

En España, porque las mujeres salieron a la calle año tras año reivindicando Ni una Más, tenemos, desde 2004, una Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género. Porque alzaron sus voces exigiendo la igualdad económica, social y política, desde 2007 la Ley para la Igualdad de Mujeres y Hombres establece medidas que van desde el derecho igualitario al empleo hasta la paridad en las listas electorales para la participación política. Y porque las mujeres dijeron Yo sí te creo ante el caso de La Manada, hoy se está discutiendo en el Parlamento una Ley de Libertad Sexual que asegure que la palabra de las mujeres vale cuando dicen no a una propuesta sexual. Sabemos que las leyes no acaban con las prácticas discriminatorias, pero queremos leyes porque son la garantía para que los derechos avancen.

Legalización del aborto en Argentina

Miembros y simpatizantes de Amnistía Internacional Argentina celebran la legalización del aborto, frente al palacio de gobierno de Buenos Aires, después de que el Senado aprobara el histórico cambio de ley, 29 de diciembre de 2020. © Amnistía Internacional/Tomás Ramírez Labrousse

Con la misma perseverancia, en Argentina, las mujeres se unieron en una gran marea verde para llevar al Parlamento un proyecto de ley que despenalizaba el aborto. Que sea Ley insistieron una y otra vez, y no se rindieron, y lo consiguieron en diciembre de 2020. A su vez, el empuje de las mujeres argentinas dio aliento a las mujeres en Colombia para seguir litigando ante su Tribunal Constitucional por ese mismo derecho, y finalmente, hace apenas unos días, el Tribunal les ha dado la razón y ninguna mujer podrá ir a la cárcel por abortar.

En Marruecos las mujeres consiguieron vencer la costumbre ancestral, amparada por la ley, por la que los hombres acusados de violar a una menor se podían librar de la cárcel si se casaban con ella. Y lo que parecía imposible se hizo realidad en 2014 cuando su Parlamento aprobó suprimir ese vergonzoso supuesto del Código Penal.

Porque las mujeres en Estados Unidos extendieron el movimiento Me Too, hoy los hombres que pretender usar su poder para abusar sexualmente de una mujer se lo piensan dos veces. Se ha roto el silencio y la palabra de las mujeres empieza a ser creída, en la sociedad y ante los tribunales de justicia.

Y porque las mujeres de Afganistán, a pesar de ser anuladas en su humanidad por el anterior régimen talibán entre 1996 y 2001, siguieron aspirando a ser ciudadanas de pleno derecho y a cumplir sus sueños, durante 20 años, hasta agosto de 2021, han estado presentes, sorteando tantas dificultades, en todos los sectores de la sociedad. Han sido profesoras, médicas, artistas, deportistas, policías, parlamentarias, ministras. Como declaró a Amnistía Internacional una de estas mujeres, “el sistema anterior no era perfecto, pero al menos había un sistema que ahora se ha derrumbado”.

Tras la toma de poder de los talibanes, los derechos de las mujeres están en juego en Afganistán

Un combatiente talibán pasa por delante de un salón de belleza con imágenes de mujeres desfiguradas con pintura, en Kabul, agosto de 2021. © Wakil KOHSAR / AFP vía Getty Images

Así, porque la lucha de las mujeres gana derechos, este 8M reivindicamos el derecho a la protesta de todas las mujeres y queremos ser la voz de las mujeres afganas, a las que hoy, nuevamente, pretenden acallar los talibanes. Esto es lo que nos dice Shukria Barakzai que fue parlamentaria, embajadora de Afganistán en Noruega y participó en la elaboración de la Constitución de 2004:

Afganistán ya no aparece en los titulares. No quiero que las mujeres afganas pasen a la historia. Necesitamos que todo el mundo sea la voz de las mujeres afganas y exija su seguridad y protección. Esto puede hacerse a través de los medios de comunicación, las redes sociales, los artículos de opinión y las manifestaciones.

El primer derecho que han perdido las niñas y las jóvenes afganas es acceder a la educación y a la enseñanza en igualdad. Al negarles este derecho se les impide construir un futuro y ser alguien por ellas mismas. Las escuelas de secundaria todavía hoy permanecen cerradas para las chicas y no se sabe si se levantará la prohibición. Los centros educativos que los talibán han permitido abrir están segregados por sexo y las profesoras sólo pueden enseñar a las chicas.

Manizha Ramizy es profesora adjunta de la universidad de Kabul y defensora de los derechos humanos. Ella nos dice: “Las autoridades talibanas han creado departamentos separados para hombres y mujeres y, en algunas provincias, ni siquiera se permite a las jóvenes acudir a la universidad. Los talibanes no les pagan el salario a las profesoras”.

Manizha Ramizy es profesora adjunta de la universidad de Kabul y defensora de los derechos de la mujer

Manizha Ramizy es profesora adjunta de la universidad de Kabul y defensora de los derechos humanos. © Private

También se les ha arrebatado a las mujeres el derecho al trabajo y, con él, el medio de subsistencia para ellas y sus familias y su independencia económica. Sólo las trabajadoras de la sanidad y las enseñantes, aunque no todas, han podido volver a sus centros de trabajo, pero deben hacerlo acompañadas de un tutor varón y han perdido gran parte de su autonomía laboral. Muchas mujeres periodistas no pueden ejercer su profesión, algunas han huido del país o están escondidas y los talibán no aceptan mujeres en sus ruedas de prensa. Porque otra vez las mujeres tienen que hacerse invisibles.

Elaha Sahel es una de estas periodistas que ahora no puede ejercer y nos dice: “Que mujeres y niñas pudieran ver a otras mujeres en TV les permitió soñar”. Ahora ese sueño se ha roto.

Las mujeres policía y las que trabajaban en el ejército están amenazadas, escondidas o han huido del país. Ellas tuvieron que pelear para acceder a estas profesiones en una sociedad que nunca se lo puso fácil a las mujeres. Este es el testimonio de Zala Zazai, era policía y ya no vive en Afganistán:

“Mi vida no fue fácil y mi lucha comenzó en mi propia casa. En mi familia había mucha oposición a que ingresara en las fuerzas policiales y tuve que esforzarme mucho para convencerlos. Es un ámbito predominantemente masculino y las mujeres que se unen a las fuerzas policiales no se consideran “adecuadas”. Mucha gente tiene una mala opinión de las mujeres que trabajamos en el ejército o la policía, y nos insulta porque trabajamos en un ámbito dominado por los hombres”.

Zala Zazai era policía antes de la llegada al poder de los talibanes en Afganistán

Zala Zazai era policía antes de la toma de poder de los talibanes. Ya no vive en Afganistán. © Private

Las juezas y las fiscales también han sido amenazadas, incluso saqueadas sus casas, no sólo por los talibán, sino por hombres delincuentes ahora liberados, a los que habían condenado por asesinato o por violencia doméstica. Azam Ahamdi trabajaba como abogada en Afganistán desde 2015 y fundó su propia ONG para ayudar a víctimas de violencia de género. Ahora nos dice: “Siento que estoy en una cárcel. Incluso los presos tienen más derechos que las mujeres. Debido a las amenazas de muerte, además de cambiar de número de teléfono y de casa, tuve que cerrar mi oficina”.

Las defensoras de los derechos humanos de las mujeres han tenido que abandonar su actividad, cerrar sus organizaciones e incluso están escondidas con las mujeres víctimas de violencia machista a las que protegían. La anterior ministra de Asuntos de la Mujer ha huido del país, el Ministerio se ha cerrado y en su lugar se ha creado el Ministerio para Propagar la Virtud y Prevenir el Vicio. Sólo el nombre ya amenaza a las mujeres con lo que les espera si no se someten a sus mandamientos.

Mujeres como estas y tantas otras sienten frustración, indignación e impotencia. Sienten que el futuro no existe, ni para ellas ni para sus hijas. Porque sin educación y con la terrible crisis humanitaria que sufren las familias, el presente de muchas niñas está siendo, ya hoy, el matrimonio infantil. Ellas también se rebelan. “La educación no es un delito. Si los talibán anuncian que recibir educación es un delito cometeremos este delito. No vamos a rendirnos”. Esto es lo que dice Asma, una estudiante de 14 años, en las primeras semanas de la entrada de los talibán en Kabul. Y Khalida, de 16 años: “Quiero dedicarme a la política… No quiero graduarme y quedarme en casa… Las niñas como yo queremos ser lideresas… Podríamos ser cualquier cosa y no nos dejan”.

Khadija Zahra Ahmadi huyó de Afganistán tras la llegada al poder de los talibanes

Khadija Zahra Ahmadi fue alcaldesa electa de la ciudad afgana de Nili. Llegó a España con el primer contingente de personas refugiadas. © Private

Otra vez, en la historia de Afganistán, a las mujeres se las obliga a ir hacia atrás, a volver a un pasado sin derechos. Algunas de las que han huido del país es la segunda vez que se ven obligadas a ser refugiadas en otro país desconocido. Es el caso de Khadija Zahra Ahmadi, refugiada con su familia en Irán en 2001, que volvió a su país y fue alcaldesa electa de la ciudad afgana de Nili. Ahora logró llegar a España con el primer contingente de personas refugiadas –ella dice que quizás salvó su vida–, vive en Zaragoza, está aprendiendo español y sueña alcanzar el derecho a un empleo y volver a iniciar una nueva vida.

Pero, a pesar de todas las dificultades, de las agresiones e incluso de las desapariciones, las activistas en Afganistán buscan la oportunidad para juntarse y manifestarse, para exigir sus derechos y la participación plena en la reconstrucción del país, poder estudiar, trabajar y formar parte de un gobierno inclusivo. Se están organizando y crean redes para establecer estrategias de lucha y de apoyo. Y son ellas las que nos piden, a las mujeres del resto del mundo, que no las olvidemos, que seamos sus voces, que exijamos sus derechos por ellas. No piden mucho, nos dicen, sólo ser reconocidas como personas. Porque una de las cosas más terribles que pretenden los talibán es que cada mujer afgana quede aislada, encerrada en casa y privada así del espacio común compartido.

Este 8 de marzo replicamos la voz de las mujeres de Afganistán para hacerlas presentes en el espacio público, porque sin la acción y la interrelación social no hay mundo, y cuando se les niegan los derechos humanos como personas libres y los derechos civiles, lo que se les está impidiendo es que puedan responsabilizarse de sus propios actos, ser alguien por ellas mismas. Por eso sumamos a nuestras reivindicaciones por la igualdad y dignidad en el trabajo, en los cuidados, en las relaciones personales, sociales y políticas, la exigencia para que a las mujeres afganas se les devuelvan todos sus derechos arrebatados.

Este 8 de marzo hermanamos también nuestras movilizaciones con las mujeres que como en Polonia, denuncian que su restrictiva ley antiaborto ha provocado recientemente la muerte de dos embarazadas, o el de las que en Méxicodenuncian los feminicidios jugándose ellas mismas su vida, o el de las mujeres que en países como China, Rusia o Irán, van a la cárcel por informar sobre la COVID-19, por dibujar el cuerpo femenino y publicarlo en redes sociales o por protestar contra el uso obligatorio del velo.

Este 8 de marzo, como los anteriores y los anteriores, las mujeres se juntan y unen sus voces para acabar con los estereotipos y los límites a sus derechos que el poder patriarcal les impone. Ellas son poderosas.

¡ACTÚA POR LOS DERECHOS DE MUJERES Y NIÑAS EN AFGANISTÁN!

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