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Asha Ismail víctima de mutilación genital femenina

Asha Ismail. © Angel Gonzalo/Amnistía Internacional

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Asha Ismail: Contra la mutilación genital femenina. Esta es su lucha

Por Mireya Cidon (@mnodic), Amnistía Internacional,

Todos los años millones de niñas son víctimas de la mutilación genital femenina (MGF), una práctica que consiste en la extirpación parcial o total de los órganos genitales femeninos. Las mujeres y niñas sometidas a este tipo de práctica sufren un amplio catálogo de lesiones físicas y psicológicas: dolor severo, hemorragias graves, complicaciones urinarias, infecciones, dificultades durante el parto, disminución del placer sexual y, en ocasiones, incluso la muerte. Para más de 200 millones de mujeres en todo el mundo, el paso de la infancia a la edad adulta está marcado por esta práctica que produce un daño irreversible y que refleja una arraigada forma de desigualdad y discriminación contra ellas.

¿Qué es la mutilación genital femenina?

Un grupo de adolescentes somalíes acuden a un taller sobre la práctica de la mutilación genital femenina. © AP Photo/Jason Straziuso

Asha Ismail fue sometida a infibulación cuando tenía cinco años de edad. La infibulación es uno de los cuatro tipos de mutilación genital femenina que se practican. El más severo de ellos. El día de su "purificación", en un pueblo fronterizo entre Kenia y Etiopía, le extirparon el clítoris, le cortaron sus labios mayores y menores y cosieron su vagina casi por completo. Mientras la cuchilla seccionaba, le introdujeron un trapo en la boca para que no gritara. “No grites”, le dijeron. “Las mujeres somalíes no muestran debilidad”.

Asha dirige la ONG Save a Girl, Save a Generation y hace campaña contra la mutilación genital femenina. Es una de las protagonistas del documental "La Manzana de Eva, en el que también participa Amnistía Internacional. En el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina hablamos con ella para conocer los avances y retos pendientes de una práctica que atenta contra los derechos fundamentales de las mujeres.

Asha, a ti te practicaron la ablación cuando tenías 5 años de edad. Desde entonces, ¿cómo ha cambiado el perfil de las niñas sometidas a MGF?

Una de las grandes diferencias es el cambio de legislación. En muchos países la práctica de la mutilación genital femenina es ahora ilegal, lo cual ha producido cambios en la manera de actuar. Y no necesariamente para bien. Desgraciadamente, la persecución penal no ha frenado la práctica de esta “tradición”, solo ha disparado su clandestinidad. Para burlar la ley y saltarse la vigilancia, muchas familias extirpan el clítoris de sus hijas nada más nacer o cuando son muy pequeñas (entre 2 o 3 años) porque dicen que a esta edad no tienen capacidad para contarlo. Y lo que no se cuenta, no existe. En los colegios, en los centros de salud, en los hospitales… si no hay denuncia, si no hay queja, si no se habla de ello… es como si no hubiera sucedido.

También ha cambiado la manera de afrontar las complicaciones durante la mutilación. Si surge un problema no pueden pedir atención médica para la niña porque la práctica de la MGF es ilegal y el centro médico u hospital podrían denunciar a la familia. El riesgo de mortalidad, por tanto, es más elevado. Faltan programas que eduquen, informen y prevengan a la opinión pública para sensibilizarles de que estas prácticas son ajenas a cualquier hecho religioso y que resultan nocivas para la salud y el bienestar de las mujeres.

¿Existen estadísticas sobre el número de muertes derivadas de esta práctica?

¿En qué países se practica la mutilación genital femenina?
Un hombre se para frente a la tumba de Sohair el-Batea, de 13 años, que murió mientras el doctor Dr. Raslan Fadl la sometía al rito de la ablación (Egipto). © AP Photo/Nariman El-Mofty

No, no hay estadísticas oficiales. Y no las hay porque no hay ningún control. ¿Cómo controlas las defunciones en una población en la que ni siquiera sabes cuántas niñas han nacido? Si no registran los nacimientos, ¿por qué iban a registrar los fallecimientos? Estas niñas son invisibles y sus muertes no dejan huella.

¿Esta práctica es una cuestión de clase social, de dinero?

No, no es una cuestión de ricos o pobres. Es un tema cultural, de tradiciones. La gente con dinero y con estudios también somete a sus hijas a la ablación. Es una cuestión de cultura, de una necesidad de preservar la identidad. Quienes la practican piensan que deben transmitir esta tradición a sus hijas para que ellas hagan lo mismo con las suyas. Y es precisamente el peso de una práctica milenaria e histórica lo que explica por qué resulta tan insuficiente ilegalizar la MGF y no ir un paso más allá. La prohibición legal debe ir acompañada de formación y educación a todos los niveles.

¿Existe una "temporada alta o baja" de mutilación?

Depende de la cultura, de la zona, incluso del país… En los lugares donde hay colegios suelen aprovechar los meses de verano, pero en las zonas en las que no hay colegio cualquier momento es válido. Hay comunidades que hacen ceremonias y juntan a muchas familias. En mi cultura, en la cultura somalí, esta ceremonia no existe. No es necesario juntar a muchas niñas, aunque puede darse el caso por motivos económicos.

¿Qué consecuencias tiene para una niña no pasar por esta “operación”?

En lugares donde esta tradición está muy arraigada, no es fácil para ellas porque la comunidad las señala y estigmatiza. Yo, que me considero una persona crítica, rebelde y que siempre me he cuestionado el porqué de las cosas, llegué a creer que lo que me había pasado estaba bien y que había sido necesario. Miraba a las niñas que no habían sido mutiladas con cierto desdén y pensaba que estaban sucias porque la ablación purifica a las mujeres. Dicen cosas como que no vas a tener hijos porque no estás mutilada. Que tu marido morirá si no estás circuncidada antes del casamiento, que la ablación previene el contagio del VIH… Son creencias que se repiten generación tras generación.

En algunas comunidades creen que el contacto del bebé con el clítoris materno puede llegar a ser mortal para el recién nacido o que ello le provocará ceguera, deformidades o complicaciones; en otras piensan que el clítoris posee un gran poder y hay que quitarlo del cuerpo de la mujer para dárselo a los espíritus.

Yo logré darme cuenta del error a través de mi dolor. Cuando di a luz a mi hija, mi parto fue tan complicado que me prometí que no la haría pasar por ello. No iba a permitir que mi hija pasara una infibulación que jamás podría olvidar, por el dolor de la menstruación, por el dolor al orinar, por el dolor de una posible violación el día de su noche de bodas (en mi caso lo fue), el dolor de un parto desgarrador con graves consecuencias… Y me prometí protegerla. Primero a ella y después al resto de mujeres y niñas en riesgo a las que ayudo.

¿Cómo se interviene para erradicar una tradición tan arraigada?

¿Está prohibida la mutilación genital femenina?
La ex mutiladora, Mariam Coulibaly, exhibe las herramientas de su oficio: un cuchillo que le entregó su madre y hierbas para curar las heridas. Coulibaly abandonó la práctica después de que las aldeas vecinas decidieran que era peligrosa. La pieza de tela roja es parte de una de las túnicas de color rojo brillante que solía usar durante el rito de la ablación. (AP Photo / Alexandra Zavis)

En la mutilación genital femenina hay víctimas reales, pero es cierto que resulta difícil identificar a las personas responsables. ¿Se deberían encarcelar a las mutiladoras? ¿A las madres que entregan a sus hijas? ¿A los padres que lo promueven? ¿A los Estados que no la erradican? Es difícil señalar a un único culpable cuando la culpa se basa en algo tan intangible como la tradición. Ellos alegan que cualquier intromisión es un ataque a su cultura, basada en rituales destinados a proteger a la comunidad y regular el paso de la infancia a la edad adulta.

Algunos políticos no quieren hablar de este tema y lo consideran una cosa de mujeres sin demasiada importancia. La legislación debe aplicarse (muchos gobiernos han declarado ilegal la MGF) y se debe velar por su cumplimiento. Pero toda prohibición debe ir acompañada de campañas de sensibilización y de un apoyo económico y social para que las madres que decidan no practicarla no se sientan solas ni desprotegidas.

¿Cuál es el papel de los hombres?

Su papel no es menos relevante, pero debe consistir en apoyar a las mujeres en su decisión de no someter a sus hijas a la ablación. La mutilación es una práctica machista que solo les beneficia a ellos y está pensada para ellos. Sensibilizarlos es clave. Como también lo es sensibilizar al resto de la sociedad civil y política.

Mutilación genital femenina. ¿Por qué se practica?
Mujeres de Kenia, Uganda, Tanzania, Ruanda y Burundi participan en la marcha mundial de la mujer en Nairobi, Kenia, el 13 de octubre de 2015. Las mujeres marcharon para protestar contra el matrimonio precoz, el acoso sexual, la mutilación genital femenina y todas las formas de violencia contra las mujeres. © AP Photo/Khalil Senosi

¿Y la religión?

Sin duda es otro de los frentes. Yo soy musulmana y la mutilación genital femenina no es un imperativo coránico. En algunas mezquitas reconocen que el Corán ni lo recomienda ni lo prohíbe, pero dejan que cada familia actúe de acuerdo a sus costumbres. Afortunadamente en otras se denuncia abiertamente esta práctica. Si los líderes religiosos –no olvidemos que también la practican otras comunidades como los cristianos coptos o los falasha– se pronunciaran contra la ablación, el paso hacia su eliminación sería casi definitivo.

En España, a tenor de los informes, unas 18.400 niñas están en riesgo de sufrir mutilación genital femenina. Desde la organización Save a Girl, Save a Generation, se dan talleres y charlas para formar en la prevención y erradicación de esta práctica, así como formación en salud sexual y reproductiva.

Desde Amnistía Internacional agradecemos el valor de todas las mujeres como Asha que alzan su voz para contar su historia y denunciar esta practica. Junto a ellas luchamos para erradicarla. En el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital, ayúdanos a decir muy alto:

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