El 12 de julio de 2013, la sede de Naciones Unidas en Nueva York acogió la celebración del primer Día de Malala. En aquella ocasión, la joven activista pakistaní Malala Yousafzai proclamó: "Libraremos una gloriosa lucha contra el analfabetismo, la pobreza y el terrorismo; tomaremos nuestros libros y lápices porque son armas más poderosas". Esa lucha que ha animado su corta pero intensa vida estuvo a punto de costarle la vida.
Poco tiempo después de este discurso, Malala Yousafzai –o simplemente Malala, como se la conoce en todo el mundo–, recibió el Premio Nobel de la Paz el 10 de diciembre 2014. Tenía 17 años y se había convertido en la persona más joven en recibir un Premio Nobel. Además, durante los años 2013, 2014 y 2015 la revista Time la incluyó como una de las 100 personas más influyentes del mundo.
¿Cómo una persona de tan corta edad pudo adquirir tanta notoriedad? La explicación hay que buscarla en su inusual valentía y madurez.
Malala Yousafzai y la refugiada siria Muzoon Rakan caminan en un centro de UNICEF para visitar una galería de arte para niños y niñas, antes de dar una conferencia de prensa, durante su visita al campo de refugiados de Zaatri, en la ciudad jordana de Mafraq, cerca de la frontera con Siria. © REUTERS/Muhammad Hamed
¿Quién es Malala Yousafzai?
Las montañas del valle del Swat, con sus idílicos paisajes y sus ruinas budistas, habían sido un destino turístico muy popular para pakistaníes y extranjeros hasta que, en 2007, gran parte de su territorio cayó bajo el dominio de las milicias del movimiento talibán paquistaní Tehrik-e-Talibán Pakistán.
Los talibanes impusieron su versión radical de la sharía –ley islámica–, cometiendo multitud de abusos contra los derechos humanos y ensañándose especialmente con la educación y con las mujeres, a las que prohibieron salir de casa si no era acompañadas de un varón. Las escuelas fueron uno de sus objetivos prioritarios: un informe publicado por el ejército paquistaní en aquellas días aseguraba que habían destruido alrededor de 170.
Malala Yousafzai era entonces una niña de 11 años, hija de Ziauddin Yousafzai, director de una escuela femenina en Mingora, la principal ciudad de la región. La escuela tuvo que cerrar sus puertas y ella comenzó a contar la dura experiencia de vivir bajo el dominio talibán en un blog en urdu –la lengua más hablada en Pakistán– publicado por la BBC. El seudónimo con el que firmaba sus escritos, Gul Makai –"flor de maíz"–, es también el título de una película india que cuenta su vida.
El gobierno pakistaní solo recuperaría el control del Swat en 2009. Fue entonces cuando Malala abandonó su anonimato y empezó a hacer campaña pública en favor de la educación de las niñas por todo el país junto a su padre.
Un combatiente talibán hace gestos a la entrada de una escuela, en Kabul, Afganistán, el 25 de octubre de 2021. El movimiento islamista talibán ha permitido que todos los niños y las niñas más jóvenes vuelvan a clase, pero no deja que las niñas asistan a la escuela secundaria. © REUTERS/Zohra Bensemra
Atentado contra el activismo de Malala Yousafzai
El activismo de Malala estuvo cerca de costarle la vida. El 9 de octubre de 2012, dos milicianos talibanes abordaron el autobús escolar en el que viajaba, preguntaron por ella y, cuando se identificó, la dispararon, causándole graves heridas. Dos de sus amigas, Shazia Ramzan y Kainat Ahmed, también resultaron alcanzadas por las balas.
Un portavoz talibán justificó así el atentado contra una adolescente de 15 años: "Era joven, pero estaba promoviendo la cultura occidental". Amnistía Internacional calificó los hechos como un "espeluznante acto de violencia".
Trasladada de urgencia al Reino Unido, los médicos consiguieron salvar su vida tras múltiples operaciones. Cuando se despertó en un hospital de Birmingham, 10 días después del atentado, Malala se había convertido en un símbolo no solo en Pakistán, sino en todo el mundo.
Harry Belafonte y Malala Yousafzai recibieron los premios de Embajador y Embajadora de Conciencia 2013 concedido por Amnistía Internacional. © Amnistía Internacional/Robbie Reynolds
¿Qué ha hecho Malala por los derechos humanos y qué premios ha recibido?
Su recuperación vino seguida de un torbellino de reconocimientos y de logros. En Pakistán, más de dos millones de personas firmaron una petición por el derecho a la educación y la Asamblea Nacional aprobó la primera Ley sobre el Derecho a una Educación Gratuita y Obligatoria del país.
En 2013 obtuvo el Premio Sajarov a la Libertad de Conciencia, concedido por el Parlamento Europeo y el Premio Embajadora de Conciencia, concedido por Amnistía Internacional. Además, el 12 de julio de 2013, día de su 16 cumpleaños, la ONU le homenajeó en Nueva York instituyendo el Día de Malala. Se convertía así en la segunda persona, tras el expresidente sudafricano Nelson Mandela, en tener un día Internacional dedicado a su figura.
El 10 de diciembre de 2014, Malala recogió el Nobel de la Paz junto con el indio Kailash Satyarthi, ingeniero informático indio que desde hace más de tres décadas denuncia la explotación laboral de la infancia.
En su discurso de aceptación, agradeció a sus padres su "amor incondicional" y "no sujetar mis alas, por dejarme volar". También afirmó que el premio no era solo para ella, sino "para esos menores olvidados que quieren educación, para esos niños y niñas asustados que quieren paz". Decidida, declaraba que no era tiempo de compadecerlos, sino de actuar: "hemos dado pasos en la dirección correcta; es tiempo de dar un salto".
El idealismo de Malala chocaba pocos días después con la realidad. El 16 de diciembre los talibanes mandaban un sombrío y sangriento mensaje que dejaba claro que la lucha de Malala por la educación no había terminado: un ataque de los radicales islámicos contra una escuela en Peshawar causaba la muerte de casi 150 personas, más de 132 de las cuales eran alumnos.
Estudiantes con mascarillas protectoras atienden en un aula de la escuela Merlan de Paillet en Costa de Marfil, 11 de enero de 2022. © REUTERS/Luc Gnago
Su lucha, tal vez más callada tras la avalancha de acontecimientos y celebridad de los años 2012-2014, ha continuado a través del Fondo Malala, creado por ella y su padre Ziauddin en 2013, y al que donó la dotación económica del Premio Nobel, de más de 800.000 euros. En el tiempo transcurrido desde la recepción del Premio Nobel, se ha licenciado en Filosofía, Política y Economía en la prestigiosa Universidad de Oxford y hasta se ha casado.
Malala siempre ha dicho que su historia es importante porque es la historia de miles de niñas a quienes se les niega su derecho a la educación.
Efectivamente, la historia y la lucha de Malala es continuación y anticipo de la lucha de niñas y adolescentes como Linda Brown, quien, en 1954, se convirtió en la primera estudiante negra en ser admitida en una escuela solo para blancos en Estados Unidos. O de Muzoon Almellehan, la refugiada siria y activista por la educación a quien Malala llamó "mi valiente hermana siria" en la ceremonia de entrega del Nobel.
¿Qué dice Malala Yousafzai sobre el derecho a la educación?
Una estudiante escribe en un cuaderno durante una clase de geografía en la escuela Al Noor Al Mubin en Bengasi, Libia, el 20 de diciembre de 2021. © REUTERS/Esam Omran Al-Fetori
Hoy, 24 de enero, Día Internacional de la Educación, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) recuerda que "la educación es un derecho humano, un bien público y una responsabilidad colectiva" que juega un papel clave en la paz y el desarrollo. Recuerda que "sin una educación de calidad, inclusiva y equitativa para todos y de oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida, los países no lograrán alcanzar la igualdad de género ni romper el ciclo de pobreza".
Tristemente, la UNESCO recuerda también que, en la actualidad, 262 millones de niños y jóvenes siguen sin estar escolarizados, 617 millones de niños y adolescentes no pueden leer ni manejar los rudimentos del cálculo y menos del 40 por ciento de las niñas del África Subsahariana completan los estudios de secundaria.
Así pues, la "gloriosa lucha" por la educación de Malala debe continuar, al menos por un tiempo. Una lucha que es también la lucha por la paz y el desarrollo. Porque, como ha dicho la joven protagonista de este post: "Un niño/a, un profesor/a, un libro y una pluma pueden cambiar el mundo. La educación es la única solución".