La abolición en China del sistema de “reeducación por el trabajo” podría no ser más que un cambio superficial, pues las autoridades están ya intensificando otras formas de persecución, ha manifestado Amnistía Internacional en un informe publicado hoy.
En el informe se explica que, a la vez que cierran los campos de “reeducación por el trabajo”, las autoridades están haciendo cada vez más uso en su lugar de las denominadas “cárceles negras”, los centros de rehabilitación de drogodependientes y los “centros de lavado de cerebro”.
“La abolición del sistema de ‘rehabilitación por el trabajo’ es un avance –ha señalado Corinna-Barbara Francis, investigadora de Amnistía Internacional sobre China. Sin embargo, ahora parece ser sólo un cambio superficial, sin más finalidad que evitar la indignación pública que suscitaba ese abusivo sistema, en el que la tortura era práctica generalizada.”
“Es evidente que la política subyacente de sancionar a la gente por sus actividades políticas o sus creencias religiosas no ha cambiado. Los abusos y la tortura continúan, sólo que de manera diferente.”
El 15 de noviembre de 2013, China anunció la decisión de abolir el sistema de “rehabilitación por el trabajo”, utilizado a lo largo de decenios para recluir arbitrariamente a centenares de miles de personas sin cargos ni juicio.
En el proceso de “reeducación” se sometía a menudo a tortura a las personas detenidas por sus convicciones o actividades políticas, religiosas o personales a fin de que renunciaran a ellas.
Sin embargo, las investigaciones realizadas por Amnistía Internacional revelan que las autoridades se están sirviendo cada vez más de otros medios para castigar a los mismos tipos de personas. Con frecuencia “reutilizan” los antiguos campos de “rehabilitación por el trabajo” cambiándolos simplemente de nombre. Se han vuelto abrir sin más algunos o se ha pasado a llamarlos “centros de rehabilitación por el trabajo para drogodependientes”. La mayoría de estos centros apenas ofrecen nada en lo que a la rehabilitación de drogodependientes se refiere y funcionan prácticamente igual que los antiguos campos, donde los detenidos podían pasar años sometidos a trabajos forzados y malos tratos. Las autoridades han ampliado también el uso de los “centros de lavado de cerebro”, conocidos oficialmente a veces como “clases de educación jurídica” y concebidos fundamentalmente como lugares donde coaccionar a los practicantes de Falun Gong para que abjuren de sus creencias, a menudo mediante tortura y otros malos tratos.
También hacen creciente uso de las denominadas “cárceles negras”, centros extraoficiales de detención, instalados a menudo en lugares seleccionados aparentemente al azar, como hoteles o edificios abandonados, para encarcelar a peticionarios.
Estas cárceles no tienen base legal en la legislación china, y las autoridades continúan negando su existencia, por lo que los detenidos están aún más expuestos que con el sistema de campos de “rehabilitación por el trabajo” a sufrir violaciones de derechos humanos. La tortura es práctica generalizada en las “cárceles negras” y en los “centros de lavado de cerebro”.
Varias personas que han estado detenidas en campos de “rehabilitación por el trabajo” han contado a Amnistía Internacional que las golpeaban brutalmente, a veces con porras eléctricas; las privaban de alimentos; las sometían a simulacros de ahogamiento, las inyectaban sustancias desconocidas y les aplicaban la técnica de tortura conocida como la “raqueta”.
ZhangLianying, de 52 años, fue enviada tres veces a un campo de “rehabilitación por el trabajo” por negarse a abjurar de sus creencias religiosas. En el notorio campo de Masanjia, le aplicaron la “raqueta” más de 20 veces durante días seguidos. A menudo tenía que soportar esta tortura desnuda, y sin que le dieran comida ni le dejaran beber, dormir ni ir al retrete en todo el tiempo.
Ha contado a Amnistía Internacional que nada más llegar al campo la golpearon.
“Un guardia me golpeó una y otra vez en la cara con las esposas y con los puños. Intentaron hacerme abrir la boca […] y se turnaban para machacarme la boca y los dientes con cucharones metálicos. Comencé a chorrear sangres por la boca. Los guardias, hombres y mujeres, me agarraron del pelo y me golpearon la cabeza contra la pared y una mesa.”
Otros detenidos han contado que les sometieron a tortura mental: los funcionarios les decían que eran los causantes del fin de sus matrimonios y los amenazaban con perseguir a sus familiares y no dejarles recibir visitas suyas si no “confesaban”. También los obligaban a disciplinar y “reeducar” a otros detenidos.
“A muchos detenidos que han pasado años en campos de ‘rehabilitación por el trabajo’ los están enviando ahora directamente a ‘cárceles negras’, ‘centros de lavado de cerebro o ‘centros de rehabilitación por el trabajo’ para drogodependientes porque continúan negándose a renunciar a sus derechos o sus creencias”, ha explicado Corinna-Barbara Francis.
“Las autoridades chinas deben poner fin de inmediato a todas las formas de detención arbitraria y garantizar que las leyes que protegen a los detenidos se ajustan a las normas internacionales de derechos humanos.”
“Es necesario realizar un cambio fundamental en las políticas que sirven de base a la represión y privan a los detenidos de sus derechos más básicos. Mientras se mantengan como están, las autoridades chinas encontrarán sin más nuevas formas de castigar a quienes consideren una amenaza."