Ahora que el tránsito a través de México de miles de personas venidas de Honduras ha saltado a todas las portadas, quiero compartir una experiencia personal que tuve el pasado mes de agosto colaborando como voluntario en el albergue refugio de migrantes “Hermanos en el Camino”, situado en Ixtepec, en el estado de Oaxaca, al sur de México.
Allí viví varias semanas integrado en el día a día del albergue, ayudando a su personal y a las monjas que acuden cada día para ayudar a gestionar unas instalaciones por las que pasan miles de personas camino de un futuro mejor, muchas veces con miedo, pero también con mucha esperanza. El albergue fue fundado por el padre Solalinde en 2007 para dar refugio a los miles de migrantes que, principalmente desde Centroamérica y en particular desde el denominado “Triangulo Norte” (Guatemala, Honduras y el Salvador), sueñan con llegar al “Norte” y huir de la violencia estructural de sus países.Una mujer migrante embarazada alimenta a su hijo en el refugio para migrantes "Hermanos en el Camino" en Ixtepec, Oaxaca, México. © Ricardo Ramírez Arriola/AI
Siendo una misión humanitaria, en este caso de raíces cristianas, en el albergue las personas migrantes disfrutan de un respiro en su tránsito y están protegidas de los múltiples abusos de los que son víctimas. Se trata de un verdadero refugio, ya que la ley mexicana da un estatus especial a dichos albergues humanitarios de forma que los migrantes, mientras se hospedan en ellos, no pueden ser detenidos ni ser objeto de deportación. Estas personas llegan exhaustas al albergue tras cruzar Centroamérica y parte de México a pie, o subiéndose en la tristemente famosa Bestia, tren de carga con destino al norte. Cuando llegan al albergue, gran parte de ellas ya han sufrido violaciones de diversa índole, siendo habitual que los asalten las maras o los carteles de la droga. Si no tienen nada o se resisten a entregar lo que tienen, lo que les suele esperar es la muerte. En otros casos las secuestran y piden un rescate a sus familias, y si esto no da resultado es habitual que les den una alternativa a ser ejecutadas: enrolarse en las bandas o cárteles y convertirse en sicarios. Las mujeres que se aventuran a migrar y caen en alguna emboscada son violadas y, en muchos casos, esclavizadas. Aun así, algunas mujeres llegan hasta el albergue, al igual que algunos menores. A la violencia ejercida por bandas, carteles y maras de toda índole hay que añadir la persecución que los migrantes sufren por el cuerpo de policía mexicana encargado de perseguirlos con el fin de deportarlos, la denominada migra de la que huyen en su tránsito por el Estado mexicano. Los migrantes huyen de la migra como si fueran delincuentes, siendo su único delito buscar un lugar donde tener un futuro.Ruben Figueroa, defensor de los derechos humanos, reparte calcetines enviados por activistas de Amnistía Internacional al refugio de migrantes "Hermanos en el Camino", Ixtepec, Oaxaca, México. © Ricardo Ramírez Arriola/AI
Los autobuses que recorren México sufren controles por parte de la policía migratoria y retenes en mitad de la carretera. Aquellos viajeros que no estén identificados, con sus visados y permisos en regla, son detenidos y deportados. En mis últimos días en México sufrí yo mismo una parada de ese tipo: tuve que enseñar al agente no solo mi pasaporte sino mi “papel” sellado en el aeropuerto. Entonces es cuando recordé la palabra “cacería”, utilizada por Pablo, del Consejo Rector del Albergue cuando vino a darnos una charla. Pensé que era una exageración, pero se trata efectivamente de una auténtica cacería del migrante, llevada a cabo por todo el territorio de México, impulsada por el denominado plan “frontera sur”, acuerdo por el que Estados Unidos pretende frenar la migración antes de que llegué a sus fronteras. El presidente Trump está haciendo grandes esfuerzos para demonizar, amenazar y aterrorizar a los migrantes y solicitantes de asilo. Tanto es así que el Departamento de Defensa estadounidense acaba de anunciar que está enviando a 5.200 soldados armados a la frontera en respuesta a una caravana de solicitantes de asilo que se dirige a los Estados Unidos para buscar asilo. Los controles de la migra no son los únicos controles que tienen que sortear. Si tienen incluso peor suerte, el control puede ser de carácter ilegal, a manos de los cárteles de la droga. El resultado de dicho control suele ser siniestro y los migrantes prefieren no pensar en esa posibilidad, pero existe.Bartolomé, autor del post, en el albergue "Hermanos en el Camino" charla con las personas migrantes y toma nota de sus experiencias personales. © Bartolomé Menchén Calvo
Entre tanta inseguridad, muchas personas en tránsito encuentran en el albergue un lugar donde dormir en paz y alimentarse, un sitio con asistencia médica, psicológica, jurídica y espiritual. El servicio jurídico que se les otorga es de mucho valor: aquellas que han sido víctimas de delitos graves en México pueden voluntariamente denunciarlos y pedir una visa humanitaria, que les puede dar derecho a quedarse en México bastantes meses de forma libre; en otras ocasiones existe la posibilidad de pedir asilo. Las organizaciones de derechos humanos, como la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México, y sus representantes aparecen regularmente en el albergue y les informan de sus derechos. En el albergue escuché historias inauditas, y pude constatar en persona que “la esperanza es lo último que se pierde”. Allí dejé a amigos como Jonathan, guatemalteco de catorce años, que dejo escrito en mi libreta: “soy un migrante de 14 años y quiero que Bartolomé cuente mi historia”. ¿Cuántas historias podrán contar las miles de personas de Honduras que están por llegar a las puertas de Estados Unidos, a las que el presidente Trump ya ha pedido por Twitter que se den la vuelta?