Exigir justicia y protección frente a la violencia
Tras huir de la discriminación en su país, muchos de los 20.000 romaníes de Francia viven en asentamientos informales donde rara vez tienen acceso a servicios básicos como el agua y el saneamiento. A menudo se los desaloja forzosamente de sus viviendas, hostigados por la policía u otros ciudadanos, y a veces son atacados. La noche del 22 de noviembre de 2011, la policía acudió al asentamiento informal situado junto a la iglesia de St. Martin D’Arenc, en Marsella, para desalojar forzosamente a las 10 familias gitanas que vivían allí. Al parecer, lanzaron gas lacrimógeno dentro de las tiendas donde dormían los niños y luego destruyeron las tiendas y otras pertenencias personales. R. fue golpeado por la policía. Dijo: “Quise huir, pero no podía ver nada, sólo vi una puerta delante de mí, traté de salir por allí, pero en cuanto me acerqué, tuve la sensación de que me había roto la pierna y luego no recuerdo nada más”. R. fue operado por rotura de fémur y pasó seis meses en un centro de rehabilitación. Los migrantes gitanos de Marsella no suelen denunciar los casos de hostigamiento y violencia porque no confían en la policía o por miedo a ser victimizados de nuevo. S., trabajador social romaní que vivía en un asentamiento informal, dijo: “Los romaníes tienen realmente miedo de la policía; suelo llevar a los niños al hospital para que les den tratamiento médico y tienen miedo cada vez que ven a la policía en el camino.” Grecia
Los gitanos que viven en Grecia —entre 250.000 y 350.000— sufren un trato discriminatorio desde hace generaciones. Durante 2012 y 2013 hubo una serie de ataques que recordaban a los pogromos contra una comunidad gitana de Etoliko, un pueblo del oeste de Grecia. Irini contó a Amnistía Internacional cómo vivió el ataque cometido el 4 de enero de 2013 por unas 70 personas que arrojaron cócteles molotov, piedras y tablones de madera a sus casas: “Cuando les vi venir, agarré a mis hijos y nos encerramos en la casa. Mis hijos lloraban, gritaban […] Estaba asustada. Miré por la ventana y conocía a la mayoría de ellos, crecimos juntos. Lanzaron una botella de vidrio por la ventana y prendieron fuego a la casa.” Seis casas y cuatro coches ardieron por las bombas incendiarias o resultaron con daños por obra de los atacantes ese día. Varios romaníes dijeron a Amnistía Internacional que se sintieron traicionados por la policía. Uno de ellos declaró: “Vi sólo dos policías desde dentro de la casa […] Simplemente miraban y pedían a la gente que parase. No hicieron nada más que eso.”
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