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Iwao Hakamada junto a su hermana. Pena de muerte en Japón

Entrevista de Amnistía Internacional Japón con Iwao y Hideko Hakamada. Iwao Hakamada lleva más de cuatro décadas condenado a muerte. Fue puesto en libertad, a la espera de un nuevo juicio, en marzo de 2014. © Amnistía Internacional

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Iwao Hakamada: el hombre que más tiempo lleva condenado a muerte

Por Amnistía Internacional,

El caso de Iwao Hakamada es uno de los más conmovedores e impactantes de la historia de la justicia. Tras más de 45 años en el corredor de la muerte por un crimen que muy probablemente no cometió, se le considera el preso condenado a muerte más antiguo del mundo.

Su lucha por demostrar su inocencia y ser liberado es un viaje lleno de injusticias, tragedias y esperanzas en un país, Japón, donde la pena capital es legal. La historia de Iwao Hakamada es una muestra de la importancia de garantizar una justicia equitativa y transparente, y del poder de la lucha por la libertad y la justicia en situaciones de gran adversidad.

La pena de muerte es una medida extrema que, además de ser irreversible, no ha demostrado ser eficaz en la prevención del delito. Los estudios demuestran que no hay una correlación clara entre la aplicación de la pena de muerte y la reducción de la tasa de criminalidad y, de hecho, en muchos países donde se ha abolido la pena de muerte, la tasa de criminalidad no solo no ha aumentado sino que ha disminuido.

Iwao Hakamada posa junto a su hermana. Es el hombre que más tiempo lleva condenado a pena de muerte en Japón

Hakamada Iwao con su hermana Hideko en la reunión de la Federación Japonesa de Colegios de Abogados el 14 de abril de 2014. © Private

Iwao Hakamada, ejemplo contra la pena de muerte

Iwao Hakamada, un anciano de 87 años, ha pasado más de 45 años en el corredor de la muerte en Japón. Hakamada fue declarado culpable de asesinar a su empleador y a la familia de este en 1968 en un juicio que se consideró injusto y plagado de irregularidades, donde los investigadores manipularon pruebas y confesiones y la defensa fue inadecuada. La sentencia condenatoria de Hakamada se basó en una confesión forzada tras 20 días de interrogatorios por la policía. Durante el juicio, se retractó de su confesión y declaró ante el tribunal que la policía lo había golpeado y amenazado, pero no se tuvo en cuenta. Todo ello sugiere que Hakamada es inocente y que la verdadera persona responsable del crimen sigue en libertad.

En 2023, más de 50 años después de esa condena, Hakamada recibió una buena noticia: el Tribunal Superior de Tokio ordenó que se le concediera un nuevo juicio. Esta decisión se basó en más de 600 pruebas que el fiscal reveló por orden del tribunal después de que Hakamada presentase en 2008 su segunda solicitud de un nuevo juicio. Algunas de estas pruebas menoscababan la veracidad de pruebas anteriores.

La decisión del Tribunal Superior de Tokio de conceder un nuevo juicio a Hakamada fue celebrada por organizaciones defensoras de los derechos humanos en todo el mundo. Amnistía Internacional Japón afirmó que "Esta sentencia ofrece la oportunidad, que debería haberse brindado hace tiempo, de hacer cierta justicia a Hakamada Iwao, que lleva medio siglo condenado a muerte a pesar de la manifiesta injusticia del juicio en el que fue declarado culpable".

La fiscalía pudo haber recurrido el fallo dictado, lo que hubiera prolongado aún más el limbo en el que Hakamada se encuentra desde su "liberación temporal" en 2014, pero no lo hizo. Sabemos que habrá un nuevo juicio contra él y que su inicio es inminente, pero la lentitud es insoportable. Es importante que se celebre mientras Hakamada aún pueda participar en las actuaciones, por lo que desde Amnistía Internacional y otras organizaciones estamos recogiendo firmas. ¡Ayúdanos!

Iwao Hakamada, junto a su hermana, mira sus viejas fotos. © Nobuhiro Terazawa

La pena de muerte en Japón

La pena de muerte es legal en Japón y está en vigor en el país desde hace décadas. Los condenados viven en completo aislamiento, sin contacto alguno con el mundo exterior, y solo se les permite recibir visitas de sus familiares directos una vez al mes. Son confinados en celdas de tamaño reducido, similares a un baño, y se ven obligados a aguardar su ejecución durante un promedio de siete años. Lo peculiar es que la orden de ejecución puede llegar en cualquier momento, lo que significa que cada mañana se despiertan haciendo frente a la posibilidad de que sea su último día. Oficialmente, esta política se presenta como un intento de preservar la "tranquilidad" de los condenados, pero la realidad es que muchos sufren trastornos mentales a causa del constante estrés y la ansiedad que sufren por la incertidumbre de su destino. Las ejecuciones se llevan a cabo en secreto y, cuando llega la orden, todo sucede de manera muy rápida. A los condenados se les notifica la misma mañana y, a sus familias, se les suele informar únicamente cuando la ejecución ya ha tenido lugar.

En la actualidad, existen numerosas organizaciones y activistas que están luchando por la liberación de Hakamada y por la abolición de la pena de muerte en Japón. Su caso es un ejemplo trágico de cómo el sistema judicial puede fallar, y de la necesidad de una mayor transparencia y equidad en los procesos judiciales para garantizar que se haga justicia de manera justa y efectiva.

Acción de Amnistía Internacional para pedir que no se ejecute a Iwao Hakamada, el hombre que más tiempo lleva condenado a pena de muerte en Japón

Entrega de firmas en la embajada de Japón solicitando la no ejecución de Hakamada. Se realizó un cartel de 2,50 x 2 metros con las fotografías de activistas solicitando la conmutación de la pena de muerte de Hakamada, diciembre 2011 © Amnistía Internacional

Amnistía Internacional contra la pena de muerte

Amnistía Internacional se opone firmemente a la pena de muerte y trabaja para abolirla en todo el mundo. La pena de muerte viola el derecho a la vida, uno de los derechos humanos más fundamentales y no es una forma efectiva de disuadir a otras personas de cometer delitos. La mayoría de los países que han abolido la pena de muerte han visto una disminución en las tasas de delitos violentos, lo que indica que la pena de muerte no es necesaria para mantener la seguridad pública. La pena de muerte, además, es discriminatoria. Las personas que son pobres, de minorías étnicas y raciales, y aquellas que no tienen acceso a una representación legal efectiva tienen más probabilidades de ser condenadas a muerte. La pena capital es, además, cruel, inhumana y degradante. Las ejecuciones a menudo implican dolor y sufrimiento para la persona condenada, lo que viola el derecho a no ser sometida a tortura ni a tratos o castigos crueles, inhumanos o degradantes.

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