Un informe de Amnistía Internacional denuncia el absoluto control gubernamental de la información, las comunicaciones telefónicas y la vida social. La población se las ingenia para buscar "rendijas" de libertad en uno de los países más aislados del mundo, sobre todo para comunicarse con familiares exiliados
Las violaciones de derechos humanos son tan graves y sistemáticas en la República Democrática Popular de Corea (Corea del Norte), que el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Ra'ad Al Hussein, las consideró hace apenas tres meses "una amenaza para la paz y la seguridad internacionales". En ese contexto de abusos generalizados –campos de prisioneros políticos, torturas, trabajos forzosos, detenciones arbitrarias, desapariciones, ejecuciones extrajudiciales-, la falta de libertades de expresión y de prensa y el absoluto control gubernamental de la información, las comunicaciones y la vida social, no son, ni mucho menos, "problemas menores", ya que bloquean el ejercicio de otros derechos sociales, culturales y económicos. Así lo pone de manifiesto el informe que hoy publica Amnistía Internacional (AI), "Conexión denegada. Restricciones a los teléfonos móviles y a la información exterior en Corea del Norte", que denuncia con datos y testimonios el abrumador monopolio oficial sobre las comunicaciones y el flujo de información, sea con mecanismos de vigilancia cada vez más extendidos y sofisticados, sea con una implacable represión e intimidación a la población. Corea del Norte se dibuja así como uno de los países más aislados del mundo y bajo el poder absoluto de Kim Jong-un, que dirige todos los aspectos del gobierno y de la vida cotidiana.Pero esos opresivos controles no han disuadido a la población norcoreana de buscar "rendijas" de libertad en los muros represivos Los primeros móviles y tarjetas SIM llegaron casi de rebote al producirse la grave escasez de alimentos de los años 90: los mismos comerciantes que introducían comida de contrabando, llevaban también ropa, DVD con películas y programas televisivos foráneos, teléfonos y sus accesorios. La población norcoreana cercana a la frontera con China pudo así conectarse a su red de telefonía móvil y comunicarse con el extranjero.Refuerzo de la vigilancia
Quizás para contrarrestarlo, el Gobierno de Pyongyang lanzó su propia red de móviles en 2008, Koryolink, un proyecto conjunto con la compañía egipcia Orascom que cubre al 94% de la población. Aunque solo permite llamadas domésticas, es muy popular y supera los tres millones de abonados. Por su parte, las personas extranjeras pueden llamar al exterior –pero no a números norcoreanos- y acceder a una red "cerrada" de Internet que apenas sirve para visitar "webs" nacionales y usar el correo eléctrico. Este Internet de andar por casa solo está al alcance de una privilegiada minoría de norcoreanos.Para la gran mayoría de la población, comunicarse con personas fuera del país, ver telefilmes y películas extranjeras o recibir dinero del exterior es toda una aventura que requiere sortear el bloqueo de señales telefónicas, la vigilancia tecnológica y el control vecinal promovidos por el Gobierno. Como cuenta en el informe de AI una mujer nombrada como "Ji-eun" que tiene parientes en China, "hasta 2005 podía llamarles desde la oficina de correos pagando una tarifa", pero desde ese año la obligaron a rellenar "una solicitud oficial y obtener permiso de las autoridades" para telefonearles. La petición reclamaba detalles personales y un adelanto "de lo que iba a decir en la conversación". Y eso, unido a la falta de privacidad en Correos, hace muy difícil recurrir a la vía oficial para comunicarse con familiares o amistades en el exilio, ya que implica riesgos para quienes siguen en el país, expuestos a la "culpabilidad por asociación" que alcanza a muchos familiares de perseguidos políticos.
Los testimonios recogidos por Amnistía Internacional no dejan lugar a dudas sobre la obsesión del Gobierno por controlar la vida social e impedir la libre comunicación ciudadana."Todo el mundo vigila a todo el mundo en Corea del Norte", dice el joven "Jong-ji", y más aún a las familias de exiliados, a las que un gasto mayor del habitual convierte en "sospechosas" de recibir dinero enviado desde el extranjero. El testimonio del exiliado "Kang Mi-jin" confirma que el Departamento de Seguridad del Estado "tiene una lista de personas bajo especial atención" y "clasifica por separado a las familias de norcoreanos residentes en el exterior", cuyos domicilios son visitados regularmente por agentes en busca de pruebas incriminatorias. El control vecinal suele ejercerse a través del tradicional sistema "inminban" o de barrio, que agrupa a 20-40 familias y se reúne una o dos veces por semana. Los comités locales del Partido de los Trabajadores de Corea nombran a los líderes de grupo, que vigilan el comportamiento y relaciones de sus vecinos y pueden visitar los hogares a cualquier hora. Pero cada vez tiene mayor peso la vigilancia tecnológica con equipos sofisticados capaces de interferir señales de móvil y de grabar y reproducir conversaciones. "Kang Mi-jin" identificó un centro de vigilancia de "móviles chinos" -llamados así aunque procedan de otros lugares- en un hospital próximo a la frontera, y su versión coincide con otras sobre el uso de detectores de ondas para disuadir a la gente de la zona de llamar a Corea del Sur y otros países.“Todo el mundo vigila a todo el mundo en Corea del Norte”Jong-ji, testimonio del informe "Conexión denegada. Restricciones a los teléfonos móviles y a la información exterior en Corea del Norte"
Despertando el ingenio
Sin embargo, ni el control vecinal, ni el cierre de cibercafés, ni las oficinas especiales de vigilancia policial, ni el despliegue tecnológico –los viejos equipos portátiles de "tamaño mochila" van dejando paso a otros "de bolsillo"-, han sido suficientes para doblegar a una parte significativa de la población norcoreana empeñada en saltar los "muros de silencio" gubernamentales. Los discos DVD y las memorias USB se siguen comprando de contrabando o se copian y hacen circular entre familiares y amistades. Los "móviles chinos" y tarjetas SIM se adquieren también en el mercado paralelo. Y como su precio es caro –el exiliado "Bak-moon" calcula que una SIM cuesta "10 meses de salario oficial"-, hay quien opta por alquilarlos, a riesgo, como relató la exiliada "Yon-hwa", de "ser también arrestado" si el dueño es "investigado y confiesa que ha prestado el teléfono". Un tercer sistema para llamar al exterior son los intermediarios que gestionan las remesas enviadas por los exiliados a sus familias en Corea del Norte, y que de paso -previo pago de hasta un 30% en comisiones-, les sirven de canal de comunicación. Como le sucedió a la joven "Ju Yang", cuyo padre consiguió desde Corea del Sur que "un intermediario la visitara regularmente" para que pudiera "usar su móvil", la iniciativa para establecer contacto suele partir del familiar expatriado; ella siguió el camino paterno y ahora trabaja para una ONG en Seúl.Choi Ji-woo, una norcoreana que vive en Seul, Corea. No pudo mantener el contacto con su padre, Choi Hyun-joon, cuando huyó de Corea del Norte, debido a la imposibilidad de comunicarse con el mundo exterior. © Amnistía Internacional