Arabia Saudí sigue siendo uno de los países más represivos para quienes exigen igualdad y libertad.
A pesar de los esfuerzos del príncipe heredero Mohammad bin Salman a la hora de intentar proyectar una imagen de modernización del país, los hechos hablan de otra realidad: de activistas y defensoras de los derechos humanos que tienen que hacer frente a largas condenas de prisión por defender la igualdad y ejercer su derecho a la libertad de expresión.
El contexto de la represión contra las mujeres en Arabia Saudí
Una mujer saudí sube a un coche a la salida de un centro comercial en Riad, la capital saudí, el 27 de septiembre de 2017. © Fayez Nureldine/AFP/Getty Images
Arabia Saudí ha sido históricamente uno de los países más restrictivos del mundo para las mujeres. Hasta hace poco, no podían conducir, viajar sin el permiso de un tutor masculino o participar plenamente en la vida pública. A pesar de algunas reformas recientes, como la eliminación de la prohibición de conducir y una mayor presencia de mujeres en el mercado laboral, las leyes que restringen sus derechos persisten.
Uno de los mayores obstáculos es el sistema de tutela masculina, que permite a los hombres (generalmente padres, esposos o hermanos) controlar decisiones clave de la vida de las mujeres como estudiar, casarse o incluso recibir atención médica. Las mujeres que se oponen públicamente a este sistema o abogan por la igualdad son consideradas una amenaza para el orden social y son castigadas de manera severa.
Otro de los obstáculos, que a priori debería ser un apoyo, es la Ley sobre el Estatuto Personal de Arabia Saudí, aprobada el 8 de marzo de 2022, y pregonada por las autoridades como una reforma importante que, más allá del “avance” como se publicitó, perpetúa el sistema de tutela masculina y codifica la discriminación de las mujeres en la mayoría de los aspectos de la vida familiar. Además, esta Ley no protege adecuadamente a las mujeres de la violencia de género intrafamiliar. Por el contrario, refuerza los papeles asignados al género al suponer que las mujeres “obedecerán” a sus esposos. También condiciona el apoyo económico que presta el esposo a la mujer durante el matrimonio a que ésta “se someta” al esposo. Estas disposiciones ponen a las mujeres en riesgo de sufrir explotación y abusos, incluida la violación conyugal, que la legislación saudí no penaliza.
El encarcelamiento de activistas saudíes
Desde 2018, con el auge de las redes sociales y el creciente activismo internacional por los derechos de las mujeres, Arabia Saudí ha intensificado la represión de quienes se atreven a exigir cambios. Las mujeres activistas, en particular, han sido un blanco constante de persecuciones, ya que desafían el sistema patriarcal saudí y reclaman sus derechos más básicos.
Loujain al-Hathloul. © Al-Hathloul family
Entre los casos más emblemáticos se encuentra el de Loujain al-Hathloul, una destacada activista que desempeñó un papel clave en la lucha por el derecho a conducir de las mujeres y el fin del sistema de tutela masculina. Loujain fue detenida y sometida a tortura por ello, incluyendo descargas eléctricas, flagelaciones y abusos sexuales. Tras casi tres años en prisión y una campaña global liderada por organizaciones como Amnistía Internacional, fue liberada condicionalmente en 2021, pero aún enfrenta restricciones de libertad, como la prohibición de viajar.
Loujain no es la única que ha sufrido la represión del Estado saudí. Nassima al-Sada, otra activista por los derechos de las mujeres, fue arrestada también en 2018. “¿Por qué un varón menor de edad debe tutelar a una mujer adulta? —escribió Nassima en 2016—. ¿Por qué no hay una edad establecida para considerar adultas a las mujeres, responsables de sus decisiones y de su vida? ¿Por qué tiene que haber un hombre responsable de su vida?”. Nassima pasó largos periodos en régimen de aislamiento y, aunque fue liberada en junio de 2021, sigue sometida a la prohibición de viajar y a las restricciones que buscan silenciarla.
Otro caso es el de Aziza al-Yousef, profesora universitaria, o Samar Badawi, activista y hermana del famoso bloguero Raif Badawi, quien fue encarcelada en 2018 y sometida a abusos durante su detención. Según informes de organizaciones de derechos humanos, incluyendo Amnistía Internacional y Human Rights Watch, Samar fue torturada, sometida a un trato inhumano y degradante y acosada sexualmente. Pasó más de tres años en prisión antes de ser liberada con condiciones.
Otros casos célebres son los de Iman al-Nafjan (torturada y abusada), Hatoon al-Fassi y Nouf Abdulaziz. Todos los episodios reflejan la constante vulnerabilidad de las mujeres que exigen derechos fundamentales en Arabia Saudí. Aunque algunas han sido liberadas bajo presión internacional, muchas siguen siendo perseguidas y amenazadas, mientras otras permanecen encarceladas o desaparecidas.
Manahel al-Otaibi: condenada por "vestimenta indecorosa" y por defender los derechos de las mujeres
Manahel al-Otaibi es una joven instructora de fitness de 30 años, que se ha convertido en uno de los rostros más visibles de la represión saudí. Condenada a 11 años de prisión por "terrorismo", su verdadero "crimen" fue desafiar el sistema opresivo que somete a las mujeres saudíes.
Al-Otaibi fue arrestada tras publicar fotos en las que aparecía sin abaya (la vestimenta tradicional larga) en un centro comercial, y por tuitear en apoyo al fin de la tutela masculina bajo el hashtag #EndMaleGuardianship. Lo que Manahel hizo fue expresar lo que miles de mujeres saudíes desean: igualdad, autonomía y libertad para tomar decisiones sobre sus propias vidas.
Desde Amnistía Internacional trabajamos incansablemente para lograr su liberación, movilizando a nuestra membresía y activistas a nivel mundial. La sentencia de Manahel es un claro ejemplo de cómo las estrictas leyes antiterroristas de Arabia Saudí se utilizan como herramientas represivas para silenciar a quienes desafían el statu quo. Cada firma que recogemos es un paso hacia su libertad y un esfuerzo para lograr que las voces de mujeres como Manahel no sean ignoradas. ¡Ayúdanos!
Salma al-Shehab: 27 años de prisión por tuitear en defensa de los derechos de las mujeres
Otro caso emblemático es el de Salma al-Shehab, una estudiante de doctorado y madre de dos hijos, que está cumpliendo una condena de 27 años de prisión, seguida de una prohibición de viajar por otros 27. Su delito: tuitear en apoyo de los derechos de las mujeres y abogar por reformas dentro del reino.
El caso de Salma revela la extrema vulnerabilidad de las mujeres saudíes frente al sistema judicial, especialmente cuando usan plataformas como X (anteriormente Twitter) para expresar sus opiniones. Las autoridades saudíes han hecho de las redes sociales una trampa, donde el más mínimo comentario puede interpretarse como una amenaza a la seguridad del Estado, resultando en castigos desproporcionados y largos periodos de encarcelamiento.
Las sentencias de Manahel al-Otaibi y Salma al-Shehab no son excepciones. Son el reflejo de un sistema judicial diseñado para aplastar cualquier forma de disidencia. El Tribunal Penal Especializado, encargado de juzgar delitos de terrorismo, es conocido por dictar sentencias extremadamente severas contra activistas y defensoras y defensores de los derechos humanos.
El contraste con la imagen internacional
Activistas de derechos humanos reciben a diplomáticos con pancartas de protesta mientras Arabia Saudí celebra el día de su independencia con una recepción en un hotel el 22 de septiembre de 2022 en La Haya, Países Bajos. © Pierre Crom/Getty Images
Mientras Manahel y Salma languidecen en prisión, el príncipe heredero Mohammad bin Salman continúa promoviendo una imagen de Arabia Saudí como un país moderno y respetuoso con los derechos humanos. Con grandes inversiones en el deporte, la cultura y el entretenimiento, el gobierno saudí busca desviar la atención del mundo hacia una versión de progreso y apertura que contrasta drásticamente con la realidad que viven las mujeres activistas dentro del país. Deportistas, artistas y empresas internacionales son atraídos con promesas de grandes sumas de dinero, mientras las voces disidentes son silenciadas a puerta cerrada.
La presión internacional ha demostrado ser una herramienta efectiva en algunos casos. La liberación de Loujain al-Hathloul, aunque con restricciones, es un ejemplo de cómo la movilización global puede forzar cambios. Sin embargo, aún queda mucho por hacer. Las condenas a mujeres activistas siguen siendo una táctica de intimidación, y la única forma de romper este ciclo es mediante una condena internacional contundente y sostenida.
El mundo no puede permitirse mirar hacia otro lado mientras estas mujeres luchan por un futuro más justo. Solo con una acción colectiva, solidaria y constante, se podrá lograr un cambio real.