Las olas de calor se han hecho cada vez más frecuentes, duraderas e intensas en España. La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) advierte de que, de no frenarse el cambio climático, España podría vivir entre 60 y 77 días de temperaturas extremas al año a finales del siglo XXI. Esto supondría pasar casi todo el verano –e incluso parte de la primavera y del otoño– bajo condiciones adversas, con impactos directos en la salud, la agricultura, el consumo de agua y el derecho a un medioambiente sano.
Un verano sin precedentes: 33 días seguidos de olas de calor en España
El verano de 2025 ha sido el más cálido en nuestro país desde que hay datos, según el resumen climático del verano hecho público por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) hace unos días. ¿Cuánto más cálido? 2,1ºC por encima de la media de las tres últimas décadas, considerando el periodo del 1 de junio al 31 de agosto, lo que se considera el verano meteorológico.
Junio y agosto marcaron las temperaturas medias más altas registradas en España para esos meses. Se produjo en junio la ola de calor más temprana del verano desde que se monitorizan, 17 días entre el 18 de junio y el 4 de julio con efecto en 40 provincias. La siguiente ola de calor que vivió la península, en agosto, también fue larga y afectó a 42 provincias. Las temperaturas más altas en varios puntos del territorio superaron los 45ºC, marcando récords históricos para varias de las estaciones principales. En total 33 días bajo los efectos de olas de calor, es decir, más de un tercio del verano en condiciones adversas.
El verano empieza antes, con olas de calor en primavera, y dura cada vez más. Hace ya diez años, científicos españoles publicaron un estudio que recogía cómo el verano en el sur de Europa se había alargado 18 días desde 1950. En nuestro país, la AEMET expone que los veranos son ahora de media un mes más largos que antes.
Que la Tierra se calienta ya no lo discute nadie. El continente europeo lo hace más rápido, el doble que la media del planeta y dentro de Europa, los países del sudeste son los más afectados. Podría decirse que entre tanta cifra es fácil perderse, abrumarse, no entender la dimensión e incluso cuestionarlas. Pero no existen barreras para comprender la gravedad de la situación cuando es nuestra piel la que suda, nuestro aliento el que nos falta, el sueño que no llega. Hablamos de nuestra salud, de nuestro derecho a la salud.

Unidades de aire acondicionado en los tejados de viviendas y edificios, reflejo del aumento del consumo energético en olas de calor. © Freepik
Golpes de calor y olas extremas: la punta del iceberg en salud pública
El calor extremo, una amenaza invisibilizada
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha definido el cambio climático como la mayor amenaza del siglo XXI para la salud mundial: cada año, los factores medioambientales se cobran la vida de 13 millones de personas. La OMS ha advertido también de que la exposición al calor de la población está incrementándose debido al cambio climático pero, a pesar de ser uno de los riesgos naturales más peligrosos, las olas de calor rara vez reciben la atención adecuada porque su número de víctimas y la destrucción que causan no siempre son evidentes de manera inmediata.
“Según la OMS, el cambio climático es la mayor amenaza del siglo XXI para la salud: los factores medioambientales ya causan 13 millones de muertes anuales en el mundo.”
Los efectos directos pueden producir golpes de calor, agotamiento por insolación e hipertermia. Pero sus consecuencias no siempre quedan claramente visibilizadas, pues hay un número de muertes cuya causa primaria sería una enfermedad preexistente que se ve agravada por el calor (como las cardiovasculares, respiratorias y cerebrovasculares, así como las relacionadas con la diabetes, accidentes cerebrovasculares o enfermedades renales), impactos adversos en el embarazo, la salud mental o una enfermedad desencadenada por esas altas temperaturas pero de tracto más lento.
Hay países donde además el sistema de registro es débil y las cifras están muy lejos de la realidad. Un informe de Amnistía Internacional ha documentado que en Pakistán se registran menos del 5% de los fallecimientos atribuibles a olas de calor e inundaciones, pues no se tienen en cuenta todas las muertes consecuencia de efectos derivados más allá del primer impacto. Precisamente Pakistán es uno de los lugares más cálidos del planeta: en 2021 y 2022, se registraron en la ciudad de Jacobabad, hasta 52 y 51 grados respectivamente. Los niveles de temperatura y humedad han alcanzado en esta ciudad un umbral descrito por personas expertas como “más caluroso de lo que un cuerpo humano puede gestionar”.
“Pakistán registró en Jacobabad 52ºC y niveles de humedad tan altos que expertos los calificaron como insoportables para el cuerpo humano.”

Un niño en Jacobabab, Pakistán, intenta aliviarse del calor extremo bajo un ventilador solar que solo funciona con una pequeña batería durante el día. © Shakil Adil
Europa y España: miles de muertes atribuidas al calor
Un estudio presentado recientemente por el Instituto Catalán ISglobal, publicado en la revista Nature Medicine, documenta 181.000 muertes en Europa relacionadas con el calor durante el periodo estival de los tres últimos años (2022-2024). En 2024 dos países del sudeste europeo, Italia y España lideraron el ranking: España ocupó el segundo lugar con más de 6.700 muertes.
En el periodo estival de 2025, más de una veintena de personas fallecieron en España por golpes de calor. Sin embargo, la estimación de muertes atribuidas a la temperatura asciende a más de 3.600 personas, según los datos oficiales del Instituto de Salud Carlos III, si bien estos datos son una estimación indirecta que se ve incrementada por estudios más en detalle. A pesar de haber sido este verano el más caluroso registrado, esta cifra de muertes es un 21% menor que la registrada en 2022, año que ocupa el siguiente puesto en altas temperaturas estivales, lo que avalaría la efectividad de las medidas de prevención y respuesta adoptadas. Pero queda mucho margen de mejora. Ko Barrett, vicesecretario general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), ha resaltado cómo la afirmación de que el calor extremo es un "asesino silencioso" carece de base con la ciencia, datos y tecnologías de las que disponemos actualmente, asegurando que "todas las muertes por calor extremo se pueden evitar”.
El calor nocturno también mata: récord de noches tropicales
Además de las temperaturas diurnas, no podemos hablar de los efectos del calor en la salud sin mencionar las temperaturas nocturnas. La puesta de sol no siempre ha traído el alivio térmico anhelado. Las altas temperaturas durante la noche hacen difícil conciliar el sueño y nuestro cuerpo no puede recuperarse del estrés térmico del día. Varias noches tropicales encadenadas incrementan el riesgo para la salud, sobre todo de personas mayores, pacientes con enfermedades respiratorias o cardiovasculares y la infancia. Es por ello que los planes de prevención y respuesta deben considerar también la noche como franja horaria en la que aplicar medidas.
Este verano se han batido también récords de noches tropicales, aquellas en las que la temperatura no baja de 20 grados y que cada vez son más habituales en el contexto de olas de calor más frecuentes, largas e intensas provocadas por el cambio climático. El fenómeno se hace más extremo en zonas costeras por la subida de temperatura del mar, y en ciudades, por la presencia del asfalto y la falta de vegetación.
Las noches con altas temperaturas pueden suponer un incremento de hasta un 3% en la mortalidad, según un estudio internacional que ha liderado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) presentado en septiembre de 2025. En él destacan los datos por encima de la media de ciudades españolas como Granada, Madrid, Córdoba, Badajoz y Ciudad Real.

Bomberos trabajan para extinguir un incendio forestal en la provincia de Ourense, Galicia. © Elena Fernandez/ZUMA Press Wire/Shutterstock
Olas de calor, sequía e incendios: el verano más extremo en España
En este año de récord de calor y, a pesar de los episodios de lluvias intensas, las precipitaciones estivales han estado por debajo de lo normal en conjunto, según el informe de la AEMET. El verano ha sido especialmente seco en el noroeste de la península, donde las temperaturas han superado en más de 3ºC la media de las últimas tres décadas. Temperaturas anormalmente cálidas y precipitaciones por debajo de lo habitual se solapan sobre el mapa de la región más castigada por los grandes incendios forestales del mes de agosto. Las olas de calor, sumadas a las condiciones de sequía a largo plazo, agravan el peligro de incendios en nuestro país así como los impactos en la salud y otros derechos de la población.
“El cambio climático dejó en 2025 un verano más seco y 3ºC más cálido de lo normal en el noroeste de la península ibérica.”
Adicionalmente, la desertificación es un problema grave para España: más del 70% del territorio es susceptible de sufrirla. Además del uso excesivo del agua por el regadío y la pérdida de vegetación, los expertos señalan entre las causas las olas de calor y las sequías. La Organización Meteorológica Mundial alertaba este septiembre de que el ciclo del agua es cada vez más “irregular y extremo, con fluctuaciones que van desde precipitaciones intensas a períodos de sequía resaltando los “efectos en cascada que tienen tanto el exceso como la escasez de agua sobre las economías y la sociedad”.
Este trío de factores tiene un fuerte impacto en la salud pública, el derecho a la alimentación por los efectos en cultivos, el derecho al agua y el derecho a un medioambiente limpio, sano y sostenible.

Persona llena una botella de agua en una fuente pública para combatir el calor extremo. © Freepik
Olas de calor y contaminación del aire: una amenaza para la salud
El cambio climático y la calidad del aire están unidos inextricablemente. Los contaminantes que provocan el cambio climático también deterioran el aire que respiramos, lo que incrementa los riesgos para la salud humana, daña los ecosistemas, reduce la productividad agrícola y pone vidas en peligro cada día.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha alertado de que el aumento de la frecuencia e intensidad de las olas de calor reduce de manera significativa la calidad del aire a nivel mundial. El calor extremo, agravado por fenómenos como los incendios forestales o el polvo del desierto, multiplica la concentración de contaminantes y convierte la contaminación atmosférica en una amenaza directa para la salud y para el derecho humano a un medioambiente limpio y saludable.
Según la OMS, más del 90% de la población mundial respira niveles insalubres de contaminación atmosférica, en gran parte derivados de la quema de combustibles fósiles que impulsan el cambio climático. Entre los efectos adversos para la salud se encuentran la mortalidad (general y por causas cardiovasculares y respiratorias), los impactos sobre el nacimiento (partos prematuros, bajo peso de nacimiento y otras complicaciones), el Alzheimer y el deterioro cognitivo. Solo en la primera década de este siglo la contaminación del aire ha causado la muerte a 93.000 personas en España, según datos del Instituto de Salud Carlos III.
En la misma línea, el mayor estudio realizado en territorio español por investigadores de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y la Fundación Española del Corazón (FEC), muestra que los días con picos de contaminación incrementan los ingresos por enfermedad cardiaca y las muertes por infarto. Asimismo, el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), analizó en un estudio cómo la contaminación del aire está detrás de 62.000 ingresos hospitalarios urgentes cada año en España, con un coste superior a 850 millones de euros.
De nuevo se revelan también efectos en la salud mental: un estudio publicado en Science of the Total Environment en 2024, comprobó que las concentraciones de partículas provocan un incremento significativo en el aumento de ingresos por trastornos mentales y del comportamiento, probablemente debido su toxicidad.
Con todas estas evidencias la contaminación atmosférica, a la que contribuyen de manera significativa las olas de calor, se ha consolidado como un factor de riesgo de primer orden para la salud.

Una mujer intenta aliviarse del calor sofocante con un abanico en plena ola de calor. © Freepik
Vulnerabilidad frente al calor extremo: género, edad y desigualdad social
Edad, género y condiciones de salud
Las altas temperaturas y su influencia en otros factores de riesgo, como incendios o contaminación atmosférica, nos afectan a todas las personas pero tienen mayor impacto en grupos específicos por sus condiciones físicas o socioeconómicas. Así, los grupos más vulnerables identificados hasta ahora son las personas mayores, bebés y menores, embarazadas, personas con enfermedades cardiovasculares, respiratorias y mentales (demencias, Parkinson, Alzheimer, etc.) y en general con enfermedades crónicas, personas que siguen ciertos tratamientos médicos, personas con trastornos de la memoria, dificultades de comprensión o de orientación o poca autonomía en la vida cotidiana, pacientes con enfermedades agudas durante los episodios de temperaturas excesivas, quienes consumen alcohol y otras drogas.
Diversos estudios señalan que las mujeres corren más riesgo de morir en caso de calor extremo que los hombres. Los datos lo corroboran: en 2024, las muertes entre mujeres superaron en un 46,7% a las de los hombres. Y la jurisprudencia también: ese mismo año, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) sentó un precedente transcendental al fallar a favor de un grupo de más de 2.500 mujeres suizas que denunciaron a su gobierno por la inacción a la hora de mitigar adecuadamente el calentamiento global, violando sus derechos humanos a la salud y a la vida y exponiéndolas al peligro de morir durante las olas de calor.
Vulnerabilidad socioeconómica: vivienda, empleo y desigualdad
Entre los factores socieconómicos se identifica mayor vulnerabilidad a las olas de calor para las personas que viven solas, en la calle y/o personas con menos recursos, que habitan viviendas con ausencia de climatización y/o difíciles de refrigerar, así como quienes desempeñan un trabajo físico o al aire libre, más expuestos al calor y la contaminación ambiental.
La desigualdad también incrementa los riesgos frente al calor extremo. Los llamados determinantes sociales de la salud –las condiciones sociales, económicas y físicas en las que una persona nace y vive– juegan un papel decisivo en la vulnerabilidad. Según un informe de Ember Energy, durante los episodios de olas de calor de 2025 la demanda eléctrica diaria en los países más afectados, como España, se disparó hasta un 14% por el uso masivo de aire acondicionado y otros sistemas de climatización. Este repunte provocó un aumento del precio de la electricidad de hasta un 15% en los días más críticos.
“Durante las olas de calor de 2025, la demanda eléctrica en España subió un 14% y el precio de la luz aumentó hasta un 15% en los días críticos.”

Un termómetro digital marca 44 ºC en Madrid durante una ola de calor. © Ignacio Lopez Isasmendi/ZUMA Press Wire/Shutterstock
“En España, uno de cada tres hogares no alcanza una temperatura adecuada en verano, un riesgo agravado por las olas de calor y la pobreza energética.”
En España, la pobreza energética afecta a casi el 10% de la población y cerca de un 20% vive en viviendas con problemas estructurales. Según los datos, un 27% de los hogares no alcanza una temperatura adecuada en invierno y un 33,6% tampoco lo logra en verano. La magnitud del problema en el contexto del cambio climático y las olas de calor ha llevado al Gobierno español a modificar los indicadores de la futura Estrategia Nacional de Pobreza Energética, incorporando por primera vez la medición de la pobreza energética estival con el fin de garantizar el suministro básico a los hogares más vulnerables.
Mitigación, adaptación y transición energética justa: la respuesta al cambio climático
En julio de 2024, António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, alertaba de que las olas de calor dejarían de ser fenómenos esporádicos y se convertirían en una amenaza cotidiana para millones de personas en todo el mundo. Un año después, en julio de 2025 desde Sevilla y en plena ola de calor, reiteraba su advertencia: “El planeta se está volviendo más caliente y más peligroso (...). El calor extremo ya no es un fenómeno raro: se ha convertido en la nueva normalidad”.
Varias agencias de Naciones Unidas han lanzado conjuntamente recomendaciones a los países para prepararse mejor ante olas de calor, coordinando sus respuestas a nivel local, nacional e internacional, con el objetivo de salvar vidas y la urgencia de actuar con rapidez, coherencia y con base en la ciencia. A pesar de esto, muchos gobiernos todavía carecen de planes de acción adecuados frente al calor extremo.
“El planeta se está volviendo más caliente y más peligroso (…). El calor extremo ya no es un fenómeno raro: se ha convertido en la nueva normalidad”.
La llamada a la acción de la ONU impulsa medidas concretas en cuatro ámbitos críticos:
- Cuidado a poblaciones vulnerables
- Protección de trabajadores expuestos al calor
- Fortalecimiento de economías y sociedades mediante datos científicos
- Reducción del calentamiento global al límite de 1,5°C mediante la transición energética y abandono de combustibles fósiles
Específicamente, la OMS insiste en que los gobiernos deben tomar medidas para mitigar los efectos de las olas de calor en las personas vulnerables, subrayando la importancia de las alertas tempranas y los planes de acción.
Más de veinte países europeos cuentan ya con planes frente a las olas de calor, pero siguen sin garantizar una protección efectiva para toda la población. La ONU recuerda que los sistemas de salud son la primera línea de defensa ante las nuevas amenazas derivadas del cambio climático. Para reducir riesgos y desigualdades sanitarias, es imprescindible crear sistemas de salud resilientes al clima, capaces de responder de forma equitativa y efectiva.
Desde 2004, España ha adoptado anualmente planes anuales de Actuaciones Preventivas de los Efectos del Exceso de Temperaturas sobre la Salud, con el objetivo de reducir los efectos potenciales asociados a las altas temperaturas durante el verano, pero los datos expuestos reflejan un amplio margen de mejora. Estamos a tiempo de reducir el impacto del calor extremo si contamos con voluntad política, las inversiones necesarias y una colaboración más estrecha entre ciencia, salud pública y gobiernos.
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Una persona mayor se refresca cerca de una fuente en plena ola de calor. © Freepik
Amnistía Internacional: nuestras recomendaciones frente al cambio climático y el calor extremo
Desde Amnistía Internacional subrayamos la necesidad de acometer una acción climática rápida, efectiva y participativa, en la que se incluya el pronto abandono gradual de los combustibles fósiles mediante una transición energética justa que respete y proteja plenamente los derechos humanos, a fin de garantizar el disfrute de los derechos a la vida, la salud, el agua y el saneamiento, entre otros.
Estas son nuestras recomendaciones al Gobierno central y a las Comunidades autónomas:
- Elevar la ambición climática del 23% actual de reducción de emisiones para 2030 y del 32% del borrador del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) respecto a 1990 hasta un 55%, asegurando que las medidas asociadas se toman garantizando los derechos humanos de todas las personas.
- Eliminar las subvenciones a los combustibles fósiles.
- Evaluar los planes nacionales y de las CCAA sobre actuaciones Preventivas de los efectos del Exceso de Temperaturas Sobre la salud y las medidas de prevención de riesgos laborales para analizar su efectividad con respecto a las personas en situación de mayor vulnerabilidad.
- Garantizar el acceso a electricidad asequible, agua y mecanismos de refrigeración, cuestiones que hacen referencia a determinantes sociales de la salud y que ayudan a hacer frente al calor.
- Investigar e invertir en medidas que contribuyan a reducir las temperaturas en zonas vulnerables al calor extremo, incluido el aumento de la cubierta vegetal y la restauración de bosques y ecosistemas degradados.
- Incrementar la inversión en el Sistema Nacional de Salud, especialmente en la atención primaria, con la finalidad de reforzar las plantillas y mejorar en infraestructuras y recursos materiales en los centros de atención primaria.
Diez años después del Acuerdo de París de 2015, tras 29 cumbres anuales de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, múltiples acuerdos, convenios, estrategias y protocolos, algo hemos avanzado, pero no lo suficiente.
El cambio climático no da tregua. Las estimaciones de la AEMET apuntan a un otoño más cálido de lo normal y si el planeta está más caliente, y la comunidad científica considera probado que se debe a la intervención humana, es hora de que miremos al futuro con perspectiva de derechos humanos, que estos derechos sean puestos siempre por delante de cualquier intención que no sea colocar a las personas y el medioambiente en el centro de las decisiones.
