Saidakrami Rachabalizoda, Dalerdjon Barotovich Mirzoyev, Fariduni Shamsudin y Muhammadsobir Faizov fueron escoltados –dudosamente hubieran podido llegar por su propio pie– a una audiencia judicial en el tribunal del distrito de Basmanny en Moscú el pasado 25 de marzo.
Brutalizados de una manera difícilmente admitida incluso entre animales, estos cuatro hombres fueron exhibidos así por Rusia sin empacho alguno, ante las cámaras de televisión de su país y del mundo entero ¿para demostrar qué? Que el terror que se había sembrado en un el ataque presuntamente perpetrado por estos cuatro terroristas en la sala Crocus City Hall de Moscú se combatía con más terror: el terror de la tortura, cometido por el propio Estado que pretende eliminarlo.
A lo largo de la historia, las sociedades han ido dotándose de medios que ponían en práctica ideas de la ilustración, por ejemplo, que las personas somos inocentes hasta ser juzgadas y halladas culpables en un juicio justo; sin hablar de nuestro derecho más básico a la vida y a no ser sometidas a tratos crueles, inhumanos y degradantes. Atrás se fueron dejando lo autos de fe de la Santa Inquisición, los juicios de brujería y otras tales prácticas.
Amnistía Internacional contra la tortura
Desde hace más de cincuenta años, Amnistía Internacional ha luchado contra la tortura. Durante largos años hemos aunado esfuerzos para poner fin a esta práctica tan atroz como inútil. Y su inutilidad no está acreditada solamente por nosotros, que hemos puesto a disposición pública un manual para poner fin a la tortura, sino por expertos del FBI. Con largos años de trabajo y campañas, contribuimos a lograr la entrada en vigor de la Convención contra la Tortura en 1987, constituida por 174 Estados que se comprometen a inspecciones por equipos de un Comité de Naciones Unidas creado para tal fin. Pero este mecanismo, como vemos todos los días, no es suficiente para poner fin a la barbarie.
Como los Estados la esconden, buena parte de esta lucha, que lamentablemente tenemos que seguir redoblando, consiste en sacar esta práctica de la oscuridad y lograr que se sepa y se persiga. Sabemos que les es incómodo cuando la sacamos a la luz, cosa que hacemos día a día con informes, como este sobre Irán, por ejemplo, que describe cómo, en respuesta a las conocidas ‘mujer, vida, libertad’ los agentes del Estado habitualmente agarraban a las víctimas, las manoseaban y daban puñetazos y patadas en el pecho, los genitales y las nalgas, las obligaban a estar desnudas, a veces delante de cámaras de vídeo, y aplicaban descargas eléctricas. Al documentar casos concretos, como el de Toomaj Salehi, podemos poner manos a la obra para que se sepa la verdad y para que personas como tú y yo podamos ayudar. Y nuestra presión, como nos han afirmado cientos de personas por las que hemos trabajado a lo largo de más de 60 años de historia, surte efectos.
La tortura priva de una humanidad básica no sólo a sus víctimas sino también a sus perpetradores. La barbarie es tal que parece que ya hemos llegado al punto en que algunos países como Rusia la exhiben sin el más mínimo pudor. No nos resignamos a vivir en un mundo deshumanizado y seguiremos nuestra lucha. Puedes unirte y actuar para salvar a las personas de ser brutalizadas en la más absoluta oscuridad, soledad e impunidad.