
© Ahmed Akacha

© Ahmed Akacha
Migrar o buscar refugio es una experiencia común en la historia de la humanidad. La mayoría de las personas, en algún momento de su vida, dejan el lugar donde nacieron: algunas se trasladan a una ciudad cercana, mientras que otras deben cruzar fronteras y empezar de nuevo en otro país.
Cada año, millones de personas se ven obligadas a abandonar su hogar para buscar seguridad y un futuro digno. Algunas migran para estudiar, trabajar o reunirse con su familia. Otras se ven forzadas a huir de la persecución, de violaciones de derechos humanos como la tortura, de conflictos armados, de la violencia generalizada o de los efectos del cambio climático y los desastres naturales.
Estos trayectos, que nacen siempre de la esperanza de una vida mejor, suelen estar marcados por rutas peligrosas y la ausencia de vías legales y seguras: trata de personas, explotación laboral, detenciones arbitrarias, racismo, xenofobia y múltiples formas de discriminación. Además, muchas personas migrantes y refugiadas sufren la pérdida de sus redes de apoyo, la soledad y el aislamiento al llegar a un nuevo entorno, donde con frecuencia se enfrentan también a la falta de una acogida digna, a pesar de la dureza del camino recorrido y de las dificultades para acceder al país de destino.

Existen muchas razones por las que puede ser demasiado difícil o peligroso permanecer en el propio país. Cada año, millones de personas —niños, niñas, mujeres y hombres— se ven obligadas a huir de la violencia, los conflictos armados, el hambre, la pobreza extrema o la persecución por motivos de orientación sexual, identidad de género, etnia, religión u opiniones políticas. A esto se suman las consecuencias del cambio climático y de otros desastres naturales, que agravan las crisis y fuerzan a comunidades enteras a desplazarse.
Las personas refugiadas huyen porque su vida, libertad o derechos están amenazados y requieren protección internacional; las personas migrantes se desplazan por otros motivos, pero todas tienen derecho a la protección de sus derechos humanos, sin importar su estatus legal. Solicitar asilo y protección internacional es un derecho reconocido y los Estados están obligados por el principio de no devolución a no expulsar a ninguna persona a un lugar donde su vida o sus derechos estén en peligro.
No todas las personas que migran lo hacen huyendo del peligro inmediato. Muchas deciden trasladarse para encontrar oportunidades laborales, continuar o completar sus estudios o reunirse con familiares y amistades que ya residen en otro país. En otros casos, cuentan con la formación o los recursos necesarios para buscar un futuro diferente en el extranjero.
En definitiva, las causas de la migración y el refugio son múltiples y a menudo se combinan: desde la búsqueda de protección internacional frente a graves violaciones de derechos humanos hasta la esperanza de construir una vida digna y segura en otro lugar.

“Millones de personas refugiadas y migrantes huyen cada año de la violencia, la pobreza o el cambio climático en busca de protección y una vida digna.”
Los términos persona refugiada, solicitante de asilo y persona migrante se utilizan para describir a personas que han abandonado su país y han cruzado fronteras. Aunque a veces se usan como sinónimos, tienen significados jurídicos diferentes que conviene distinguir.
Una persona refugiada es alguien que ha tenido que huir de su país porque corría grave riesgo de sufrir persecución o violaciones de derechos humanos. Los peligros para su vida y su seguridad eran tan altos que no tuvo más opción que marcharse y buscar protección internacional en otro Estado, ya que su propio gobierno no podía o no quería protegerla. Toda persona refugiada fue antes solicitante de asilo.
Una persona solicitante de asilo es alguien que ha salido de su país y busca protección frente a la persecución, pero cuya solicitud aún no ha sido reconocida legalmente. Está a la espera de una decisión sobre su caso. Pedir asilo es un derecho humano, y significa que cualquier persona tiene derecho a entrar en otro país y presentar su solicitud de asilo.

La diferencia principal está en el reconocimiento legal de la condición de refugiado: la persona refugiada ya ha sido reconocida como tal, mientras que la solicitante de asilo está esperando esa decisión.
Las personas refugiadas no pueden regresar a su país porque su vida, seguridad o libertad corren peligro debido a la persecución, la violencia o los conflictos. Las solicitantes de asilo, en cambio, están en proceso de que un Estado (o en algunos casos ACNUR) evalúe su petición para determinar si reúnen esas condiciones.
Una persona migrante es alguien que vive fuera de su país de origen y que no ha solicitado asilo ni cumple los criterios para ser reconocida como refugiada. Puede trasladarse para trabajar, estudiar o reunirse con su familia, o bien debido a factores como la pobreza, la violencia, la inestabilidad política o los desastres naturales.
Aunque no huyan directamente de la persecución, las personas migrantes tienen derecho a la protección de todos sus derechos humanos. Los gobiernos deben garantizar que estén a salvo de la violencia racista y xenófoba, la explotación laboral y el trabajo forzoso. Nunca deben ser detenidas de forma arbitraria ni deportadas sin una causa legítima.
Tanto las personas migrantes como las solicitantes de asilo tienen derecho a procedimientos justos, a vivir en dignidad y seguridad, y a no ser devueltas (‘principio de no devolución’) a países donde puedan sufrir persecución o graves abusos de derechos humanos. Estas protecciones están garantizadas por la Declaración Universal de Derechos Humanos y otros tratados internacionales.

““Una persona migrante tiene derecho a vivir con dignidad y seguridad: no puede ser detenida arbitrariamente, deportada sin causa legítima ni devuelta a un país donde corran peligro sus derechos humanos.”
Con independencia de cómo y por qué llegan a un país, todas las personas migrantes, refugiadas y solicitantes de asilo tienen los mismos derechos humanos que cualquier otra persona, además de ciertas protecciones específicas reconocidas en el derecho internacional. Entre ellas destacan la protección internacional y el principio de no devolución, que prohíbe enviar a alguien de regreso a un lugar donde correría riesgo de sufrir persecución o violaciones graves de derechos humanos.
Estos son algunos de los principales instrumentos legales que amparan esos derechos:
Además, los Estados están obligados a asegurar acceso a procedimientos justos> de determinación de la condición de refugiado y a garantizar el acceso a servicios básicos, la unidad familiar y la protección frente a la detención arbitraria y la discriminación.

“He arriesgado mi vida para llegar aquí y quiero que valga la pena. Estoy cansada, agotada y no quiero que todo haya sido para nada”Noujain, niña discapacitada siria detenida en Eslovenia por inmigración ilegal. Tras la campaña de AI dando a conocer su caso, fue puesta en libertad.
“Mientras haya violencia y guerra, la gente seguirá viniendo, y Europa debe encontrar mejores maneras de ofrecer protección.
John Dalhuisen, investigador de Amnistía Internacional
Amnistía Internacional trabaja por un mundo en el que todas las personas, incluidas las refugiadas, solicitantes de asilo y migrantes, puedan disfrutar plenamente de sus derechos humanos, sin discriminación y con acceso a protección internacional.
Durante décadas hemos defendido a las personas en movimiento, denunciando políticas y prácticas que vulneran sus derechos y exigiendo que los gobiernos asuman su responsabilidad compartida de protegerlas.
En todo el mundo hay millones de personas refugiadas y migrantes que se desplazan para salvar su vida o buscar un futuro digno. No son una “crisis de cifras”, como a menudo sostienen los gobiernos. El verdadero problema son las causas que obligan a las personas a huir –la persecución, la violencia, los conflictos o la pobreza extrema– y las respuestas ineficaces y deshumanizadoras de muchos Estados.
Con nuestras campañas globales y acciones de incidencia, presionamos a los gobiernos para que garanticen la seguridad y la dignidad de todas las personas refugiadas, migrantes y solicitantes de asilo.
Términos como persona “refugiada”, “migrante” o “solicitante de asilo” son etiquetas jurídicas o administrativas que no definen toda la identidad de las personas. Cada ser humano es mucho más que su condición legal: puede ser madre, padre, estudiante, trabajadora, artista o deportista.
Amnistía Internacional recuerda que detrás de cada etiqueta hay una persona con dignidad, identidad y derechos que deben ser respetados.

“La gente muere mientras los gobiernos gastan miles de millones en controlar fronteras”


“Amnistía Internacional defiende los derechos de las personas refugiadas y solicitantes de asilo: protección frente a abusos, reasentamiento digno y acceso a educación, trabajo y vivienda.”
