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Ciberacoso: Qué es, tipos y quiénes sufren esta amenaza digital

Por Amnistía Internacional,

El ciberacoso es una de las mayores amenazas que sufren las mujeres y las niñas en el mundo digital actual. Desde comentarios de índole sexual en redes sociales hasta chantajes emocionales online, sus formas son variadas y dañinas y deben entenderse como un continuo de la violencia de género ejercida fuera de internet.

El objetivo de la ciberviolencia suele ser minar la autoestima de la persona afectada e infundirle miedo, aprovechándose del anonimato que brindan las plataformas digitales y, muchas veces, es utilizada para silenciar a mujeres y activistas LGBTI. Además, la rápida viralización de la información en internet multiplica el impacto, con consecuencias que pueden afectar gravemente la vida personal y profesional de quien lo sufre.

En este artículo te explicamos cuáles son las principales formas de ciberviolencia y sus consecuencias; una realidad que ya sufren tres de cada cinco activistas juveniles en todo el mundo sólo por publicar contenidos de derechos humanos.

1. Difusión de información privada sin consentimiento (doxing):

Imagen de Nitchakarn Rakwongrit mirando el móvil

Nitchakarn Rakwongrit. © Phoebe Fleming para Amnistía Internacional

El doxing es la publicación sin consentimiento de datos personales sensibles como el domicilio, lugar de trabajo, número de teléfono, correo electrónico, información financiera o incluso el documento de identidad. Es un acto particularmente peligroso porque puede exponer a la víctima a amenazas físicas o emocionales y fomentar ataques en la vida real o en línea.

Nitchakarn Rakwongrit, activista juvenil feminista no binario, dijo a Amnistía Internacional que, cuando tenía 17 años, una cuenta anónima de X (antes Twitter) hizo pública información privada suya, como el número de su carnet de identidad y los cargos penales a los se enfrentaba por participar en protestas pacíficas.

2. Sextorsión: chantaje basado en la amenaza de difusión de fotografías o videos de carácter sexual

La sextorsión es una de las formas más dañinas de acoso sexual digital. Consiste en que un agresor utiliza contenido íntimo de carácter sexual, como fotos o videos, para extorsionar a la víctima. Este material puede haber sido compartido previamente de manera consentida o obtenido de forma ilícita. Una vez en poder del agresor, dicho contenido se convierte en una herramienta de chantaje, mediante la cual exige dinero, más material sexual o incluso relaciones íntimas. Si la víctima se niega, el agresor amenaza con divulgarlo públicamente en internet, ampliando así el impacto del abuso y el daño emocional.

Esta forma de abuso sexual en línea ha experimentado un aumento significativo en España. Según los datos del Ministerio del Interior, los casos reportados se han casi triplicado en los últimos cinco años, pasando de 1.691 en 2018 a 4.460 en 2023. Este aumento no necesariamente refleja un crecimiento del delito en sí, sino una mayor disposición de las víctimas a denunciar estos hechos, facilitado por un cambio en las actitudes sociales y mejoras en los marcos legales. Las víctimas más afectadas son, de nuevo, mujeres y niñas.

Una chica llora mientras mira su móvil

© iStock AntonioGuillem

3. El auge del sexspreading en las redes: la difusión no consentida de contenido íntimo

El término sexspreading hace referencia a la difusión no consensuada de imágenes o videos íntimos sin consentimiento con la intención de dañar a la protagonista de ese contenido o humillarla. A menudo se le conoce erróneamente como "porno venganza", un término que minimiza la violencia y el daño psicológico que provoca este acto, ya que su motivación no está necesariamente relacionada con el "desquite", sino con la intención de destruir la reputación de la víctima.

En la práctica, el sexspreading incluye la distribución de material íntimo de una persona sin su consentimiento, a menudo en foros en línea, redes sociales o sitios webs especializados. La víctima de este acto se ve expuesta a una humillación pública y, en muchos casos, a consecuencias personales y profesionales, ya que el material sigue circulando de forma viral y es difícil de eliminar de internet.

Es importante recordar que compartir con una persona escogida y concreta contenido íntimo o practicar sexo en línea (sexting) no equivale a consentir que la otra persona almacene dicho contenido, ni tampoco que lo publique o comparta.

Imagen digital de una mujer rodeada de algortimos

©  iStock Gremlin

4. Ciberpersecución (stalking): Vigilancia obsesiva de la actividad online de una persona, con mensajes insistentes o invasivos

El ciberstalking es un tipo de violencia psicológica que se manifiesta a través de la vigilancia constante en línea de la actividad en redes sociales, el envío persistente de mensajes no deseados o la creación de perfiles falsos para espiar a la otra persona, siendo las víctimas usuales mujeres y niñas.

La percepción constante de estar bajo vigilancia genera un gran impacto emocional en las víctimas, afectando su salud mental y su bienestar general.

Según la Encuesta Europea de Violencia de Género de 2022, las estadísticas sobre el stalking en España son alarmantes. Más de tres millones de mujeres, el 15,2% de las mujeres de 16 años o más, han experimentado stalking en algún momento de su vida. De estas, un 6,5% han sido acosadas en los últimos 4 años, y un 3% en los últimos 12 meses. Lo más preocupante es que el 3,7% de las víctimas experimentaron este tipo de violencia antes de cumplir los 15 años, lo que manifiesta la vulnerabilidad de las jóvenes y menores ante este tipo de abuso.

5. Slut shaming: Un ataque contra la libertad sexual de la mujer

El slut shaming es una forma de abuso dirigida específicamente hacia las mujeres, cuyo propósito es avergonzarlas por su comportamiento sexual o su forma de expresarse sexualmente. Se manifiesta en la crítica, el juicio y la humillación hacia las mujeres que disfrutan de su sexualidad, que visten de manera considerada “provocativa” o incluso a aquellas que han sido víctimas de agresiones sexuales. Esta práctica está fuertemente relacionada con las normas tradicionales y restrictivas sobre el género, donde la mujer no tiene derecho a disfrutar de la sexualidad y, por tanto, vive un gran control social sobre su propio cuerpo y sexualidad que discrimina más duramente a las mujeres que a los hombres, reforzando así una estructura de sumisión.

Con la proliferación de las redes sociales, este fenómeno se ha expandido, transformándose en una forma común de ciberacoso. Plataformas como Instagram, TikTok y X son el escenario donde muchas mujeres sufren comentarios despectivos y humillaciones públicas, a menudo etiquetándolas como “fáciles” o “provocadoras”, especialmente cuando muestran confianza en su cuerpo o son abiertas respecto a sus deseos sexuales. Aunque esta problemática afecta a mujeres de diversas edades, las adolescentes son especialmente vulnerables. Las críticas pueden llevarlas a experimentar severos problemas de autoestima y a sentirse marginadas socialmente.

Una joven estudiante mira su móvil con cara de preocupación

© iStock SolStock

6. Deepfakes sexuales: cuando la inteligencia artificial distorsiona la realidad

Los deepfakes emplean inteligencia artificial (IA) y algoritmos de aprendizaje automático para generar contenido visual y auditivo falso pero extremadamente realista. A través de esta técnica, los atacantes pueden alterar imágenes, videos o audios, creando representaciones falsas de personas que pueden resultar casi indistinguibles de la realidad. En el caso de los deepfakes sexuales, la imagen o grabación se altera y manipula de forma convincente para representar de forma falsa a alguien haciendo o diciendo algo que en realidad no hizo o dijo. Hasta la fecha, la mayoría de los deepfakes que se encuentran en Internet son pornográficos y las personas que aparecen en ellos rara vez dan su consentimiento para su creación y publicación, siendo las víctimas principalmente mujeres y adolescentes.

En España, los deepfakes sexuales se están convirtiendo en un fenómeno creciente, y aunque aún no se cuentan con cifras oficiales exactas sobre su extensión, se ha documentado un alarmante aumento en su creación. Entre 2022 y 2023, el volumen de videos deepfake de contenido sexual se multiplicó significativamente, con un aumento del 464%, pasando de 3.725 videos en 2022 a más de 21.000 en 2023.

7. Ciberflashing: el envío no solicitado de imágenes sexuales en el ámbito digital

El ciberflashing o ciberexhibicionismo es un fenómeno de acoso digital en el que una persona, generalmente hombres, envían imágenes explícitas de su cuerpo, en su mayoría de sus genitales, sin el consentimiento de la víctima, principalmente mujeres y niñas. El envío de este tipo de contenido ha aumentado exponencialmente en plataformas digitales como redes sociales, aplicaciones de mensajería y redes de citas.

El ciberexhibicionismo se asocia a menudo con una dinámica de poder desigual, donde la persona que envía la imagen ejerce control sobre la víctima al obligarla a recibir una imagen sexual no deseada. La falta de consentimiento es uno de los elementos centrales en este comportamiento y puede tener efectos duraderos sobre la autoestima y el bienestar emocional de las víctimas. Además, debido a la dificultad de rastrear a los agresores y las implicaciones legales que involucra este tipo de acoso, muchas veces las víctimas se sienten impotentes para denunciarlo adecuadamente.

8. Shaming o bodyshaming: Humillación pública basada en el cuerpo, aspecto o comportamientos de la víctima

El bodyshaming es la práctica de criticar o humillar a una persona por su aspecto físico. Esto puede incluir comentarios negativos sobre el peso, la altura, la forma del cuerpo, el tono de piel, el envejecimiento o cualquier característica física. Aunque puede afectar a cualquier género, las mujeres son las principales víctimas debido a los estándares de belleza poco realistas promovidos por los medios de comunicación y las redes sociales.

Esta forma de violencia simbólica refuerza la idea de que el valor de una mujer está vinculado a su apariencia física. Los comentarios pueden ser directos (por ejemplo, insultos en redes sociales) o indirectos (como burlas encubiertas en imágenes o memes). Las críticas no solo afectan a adolescentes, sino también a figuras públicas.

Un hombre encapuchado y en la sombra mira su móvil

© iStock Xijian

9. Grooming: Manipulación por parte de un adulto hacia menores con fines de explotación o abuso

El grooming es una forma de acoso online en la que un adulto manipula a un menor con fines de explotación o abuso sexual. Esta interacción comienza con la creación de confianza a través de redes sociales, videojuegos o plataformas de mensajería. Gradualmente, el acosador persuade al menor o a la menor para compartir contenido sexual explícito o incluso para concertar encuentros en persona.

El grooming es un delito que se agrava por la vulnerabilidad de los y las menores y la facilidad con que los adultos pueden ocultar su identidad en entornos digitales.

Save the Children reporta que el 95% de los niños de entre 10 y 15 años utiliza Internet, aumentando la exposición a riesgos como el grooming. La edad promedio de las víctimas en España se sitúa en los 13 años, con las niñas representando el 57,4% de los casos y los niños el 42,6%. El 95% de los abusadores no tiene antecedentes penales y, en casi la mitad de los casos, el agresor es un desconocido para la víctima.

10. Ciberbullying: Ataques reiterados para humillar o excluir a la víctima en entornos digitales

Un estudiante cabizbajo y afectado camina en solitario

© iStock fstop123

El ciberbullying es una forma de acoso escolar que ocurre a través de medios digitales, especialmente en redes sociales, aplicaciones de mensajería y plataformas en línea. A diferencia del acoso escolar tradicional, que ocurre en el entorno físico, el ciberacoso permite que los agresores hostiguen a sus víctimas sin necesidad de contacto físico directo, lo que amplifica el sufrimiento emocional de las personas afectadas. Este tipo de acoso incluye insultos, amenazas, difusión de rumores, exclusión social y difusión de imágenes o videos comprometidos sin el consentimiento de la víctima.

El ciberbullying afecta a la salud mental y emocional de los chicos y chicas jóvenes, que pueden experimentar ansiedad, depresión e incluso pensamientos suicidas como resultado de la exposición continua a este tipo de violencia. Además, la facilidad de anonimato que brindan las plataformas digitales puede hacer que las personas que acosan se sientan impunes frente a la vulnerabilidad de las víctimas, que pueden llegar a no saber quién está detrás del ataque.

Las cifras sobre acoso escolar y ciberbullying en España son preocupantes. Según los últimos datos de la Fundación ANAR, el 9,4% de los alumnos son víctimas de acoso escolar y/o ciberbullying. De estos, un 6,5% sufren exclusivamente acoso escolar presencial, mientras que 1,1% experimentan únicamente ciberbullying. En 1,8% de los casos, los estudiantes padecen ambos tipos de acoso de manera simultánea.

Aunque se observa una ligera disminución respecto al curso anterior, el acoso escolar en grupo sigue siendo mayoritario, afectando al 49,8% de los casos, tanto en educación primaria como secundaria. Este tipo de acoso se presenta especialmente entre los chicos (62,4%) en comparación con las chicas (37,1%).

El ciberacoso se lleva a cabo principalmente a través de plataformas digitales como WhatsApp (71,9%), Instagram (44,8%) y TikTok (41,7%).

 

 

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