La convulsa actualidad de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) vuelve a situar el foco de atención en el Mundial de Fútbol de Qatar 2022 y en los graves abusos laborales que sufren en ese país las personas migrantes, tanto en el sector de la construcción de infraestructuras relacionadas con el megaevento deportivo, como en el ámbito del trabajo doméstico, donde la explotación roza muchas veces la esclavitud.
Otro trabajador, Sita Ram, se 'conformaría' con "que me pagaran lo que es debido, a tiempo y todos los meses, y ser tratado con respeto. ¿Es pedir demasiado?".
Una pregunta nada retórica, a juzgar por la experiencia de Ranjith, joven de Sri Lanka al que le prometieron un salario de 333 euros al mes, pero que su patrón rebajó a la mitad a su llegada, y que aún está por cobrar: "Hasta ahora no me han pagado nada", se lamenta al cabo de cinco meses de jornadas maratonianas y de hacinamiento residencial –tiene una pequeña habitación en una vivienda compartida con otros siete hombres, donde "los baños huelen y están sucios, igual que la cocina"–. Y ve desvanecerse por momentos su sueño de "ganar algo de dinero para mi esposa y mis hijos". Para viajar a Qatar tuvo que pedir un préstamo de 900 euros, al 36% de interés.
Aunque Qatar hubiera puesto en marcha todas las reformas prometidas hace un año, remarca Amnistía Internacional, ni siquiera serían suficientes para enfrentar de raíz la explotación generalizada del millón y medio de trabajadores migrantes en Qatar. Pero lo peor, en palabras de Mustafa Qadri, investigador de AI sobre los derechos de las personas migrantes en el golfo Pérsico, es que "en la práctica, no se han observado avances significativos en la protección de esos derechos". Los trabajadores migrantes se quejan de las condiciones de hacinamiento, así como de la suciedad y del estado de los baños y cocinas. © AI Ni el más mínimo progreso, por ejemplo, en asuntos claves como el permiso para salir del país, la dificultad de cambiar de empleo debido al sistema 'kafala', la protección en el trabajo doméstico y la libertad para afiliarse y crear sindicatos. Y solo pequeños pasos para garantizar el cobro de salarios –impagos y retrasos siguen a la orden del día–, potenciar la inspección de trabajo, mejorar la seguridad en la construcción, frenar a las abusivas agencias de contratación y mejorar el acceso a la justicia de las víctimas de explotación laboral.
La explotación es aún más grave en el caso de las más de 84.000 trabajadoras domésticas migrantes. Además de ser víctimas habituales de engaño en cuanto a salario y condiciones laborales, muchas acaban sufriendo brutales episodios de violencia física y sexual.
Si a eso se le añade la 'persecución' oficial a periodistas y activistas de derechos humanos que investigan esa realidad, y el 'descuido' de la FIFA sobre el capítulo laboral de Qatar 2022, se comprenden las dudas sobre la materialización de las reformas necesarias de cara a ese Mundial de Fútbol. Por un lado, recalca Mustafa Qadri desde Amnistía Internacional, "la FIFA aún no ha demostrado un compromiso real para garantizar que Qatar 2022 no se construye sobre cimientos de explotación y abuso”. Por otro, “al intentar amordazar a quienes documentan las condiciones de los trabajadores migrantes mediante la detención y la intimidación, el Gobierno transmite el mensaje de que le preocupa más su imagen que terminar con la terrible realidad de las decenas de miles de hombres y mujeres que sufren abusos en Qatar”.
La explotación es aún más grave en el caso de las más de 84.000 trabajadoras domésticas migrantes, la mayoría del sur y sureste asiáticos, cuyo aislamiento social complica la defensa de sus derechos. Además de ser víctimas habituales de engaño en cuanto a salario y condiciones laborales –las obligan a trabajar hasta 100 horas semanales, sin ningún día libre--, muchas acaban sufriendo brutales episodios de violencia física y sexual. La legislación qatarí no limita su horario laboral ni les garantiza días de descanso, y además les niega el derecho a denunciar abusos ante el Ministerio de Trabajo. Imagen de las cocinas que utilizan los trabajadores migrantes. © AI
De hecho, como resumía el título del informe de AI del año pasado (“My sleep is my break”: Exploitation of domestic workers in Qatar), para muchas su único tiempo libre es cuando se van a dormir.
La historia de la filipina "María" es un compendio de abusos. Engañada por una agencia de colocación –le cobró dos meses de su previsto salario, luego recortado a la mitad, pero no le dio ni copia del contrato laboral– y explotada por la pareja que la empleó –con jornadas de 5:30 a medianoche y "sin días libres ni para ir a la iglesia"–, acabó pagando a golpes los malhumores de su 'señora' por la marcha de otro empleado. En esa ocasión pudo esconderse en la cocina con los niños que cuidaba, pero el maltrato siguió en aumento y al final tuvo que huir y buscar ayuda en su embajada.
El caso de "Angélica", filipina de 49 años, añade a esa galería de abusos la violación por su empleador, y su impunidad por "falta de pruebas". Al principio, hasta "limpiar todo, lavar y planchar", sin días libres ni vacaciones, le pareció que "no estaba demasiado mal". Pero su miedo ante las insinuaciones del 'señor', que acostumbraba a beber demasiado, quedó justificado cuando la atacó sexualmente. En su intento de huida, cayó desde una ventana, y aunque pudo arrastrarse hasta su habitación –se había fracturado ambas piernas y la columna vertebral y tuvo que pasar meses en silla de ruedas—, él rompió la puerta y la violó. Solo después avisó a una ambulancia.
Ni su espeluznante relato ni sus terribles lesiones bastaron al fiscal, que cerró el caso y dejó impune la brutal agresión. Nada nuevo en el escenario judicial qatarí, donde la mujer que denuncia abusos sexuales puede ser acusada del 'delito' de “relaciones ilícitas” y acabar condenada a un año de cárcel y la expulsión del país.