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Los defensores y defensoras de los derechos humanos son personas que actúan de manera pacífica, sin recurrir a la violencia, para promover y proteger los derechos de individuos y comunidades en todo el mundo.
Cualquier persona puede ser defensora: pueden actuar a título individual, dentro de una organización, desde su profesión o incluso a través de una acción puntual en defensa de la justicia. Lo que les une es su compromiso de hacer realidad la universalidad e indivisibilidad de los derechos humanos.
Su labor es diversa: denuncian abusos de poder, exigen rendición de cuentas, visibilizan violaciones de derechos humanos, empoderan a comunidades y se niegan a aceptar sistemas que perpetúan la miseria, la discriminación, la violencia y la indignidad.
En palabras sencillas: defensor o defensora de derechos humanos es toda persona que, de manera pacífica, defiende la dignidad y los derechos humanos, incluso frente a riesgos personales.

“Privar a las personas de sus derechos humanos es poner en tela de juicio su propia humanidad.
Los defensores y defensoras de los derechos humanos pueden actuar en ámbitos muy diversos, porque todos los derechos son indivisibles e interdependientes. Su labor incluye:
En todos los casos, los defensores y defensoras comparten un principio común: la universalidad de los derechos humanos, que reconoce a todas las personas como iguales en dignidad y derechos, sin importar género, origen étnico, orientación sexual, religión u otra condición.
Desde 1961, Amnistía Internacional trabaja para visibilizar y respaldar públicamente a las personas defensoras, difundiendo la importancia de su labor y exigiendo a los gobiernos que respeten las normas internacionales que las protegen.

“Quienes protegen los derechos humanos recuerdan al mundo que todas las personas somos iguales en dignidad y derechos.”
Asumir la defensa de los derechos humanos implica, en muchos contextos, exponerse a graves riesgos. Las personas defensoras suelen ser objeto de hostigamiento, amenazas y campañas de desprestigio destinadas a silenciar su voz y debilitar su legitimidad.
En muchos países, las autoridades utilizan la criminalización y el uso indebido de la justicia para intimidarles: detenciones arbitrarias, procesos judiciales infundados o leyes restrictivas que dificultan su trabajo.
Otros riesgos incluyen la falta de libertad de expresión, la vigilancia y el acoso digital, la violencia física, la tortura, la desaparición y, en los casos más extremos, el asesinato. Estas agresiones no solo afectan a quienes defienden los derechos humanos, sino también a sus familias y comunidades, que sufren represalias por su labor.
A pesar de ello, las defensoras y defensores siguen adelante, recordando a los gobiernos y a quienes detentan el poder que la defensa de los derechos humanos es un derecho en sí mismo y una condición necesaria para sociedades más justas y democráticas.

“Defender un derecho es defenderlos todos, porque la dignidad humana es indivisible.”
“ Defendemos los ecosistemas que permiten la existencia de la vida. El compromiso que uno siente es muy arraigado, no podemos retirarnos, a pesar de las amenazas que recibimos.
En 1998, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Declaración sobre los Defensores de los Derechos Humanos, el principal marco internacional que reconoce y protege su labor.
La Declaración establece que:
Cada 9 de diciembre se conmemora el Día Internacional de los Defensores y Defensoras de Derechos Humanos, fecha que recuerda la importancia de la Declaración y la necesidad de que se cumpla en la práctica.

Las mujeres que defienden los derechos humanos se enfrentan a una doble amenaza. Además de la represión por su activismo, sufren violencia de género y discriminación estructural en sociedades que no reconocen plenamente su liderazgo ni sus derechos. Aunque la ONU ha impulsado mecanismos de protección, la impunidad de las agresiones contra defensoras sigue siendo la norma en muchos países.
Aun así, miles de mujeres en todo el mundo continúan alzando la voz para reclamar justicia, igualdad y dignidad. Su labor resulta imprescindible para avanzar hacia sociedades más inclusivas y libres de violencia.
El activismo juvenil ha cobrado una fuerza creciente en todo el mundo. Gracias a las redes sociales y las movilizaciones pacíficas, la juventud ha impulsado protestas, concentraciones y ocupaciones de espacios públicos que exigen justicia y rendición de cuentas. Sin embargo, muchos gobiernos han respondido con represión y criminalización del activismo juvenil, poniendo en riesgo su derecho a participar en la vida pública.

“No se puede matar la verdad. No se puede matar la justicia. No se puede matar aquello por lo que luchamos”
Jean Dominique, activista haitiano por la democracia
El 9 de diciembre se conmemora cada año el Día Internacional de los Defensores y Defensoras de Derechos Humanos, una fecha establecida por Naciones Unidas para reconocer el papel esencial de quienes arriesgan su seguridad y su libertad en la defensa de la dignidad humana.
Además, el 29 de noviembre se celebra el Día Internacional de las Defensoras de Derechos Humanos, que pone el foco en los riesgos específicos que enfrentan las mujeres activistas y en la necesidad de garantizar su protección.
Ambas jornadas sirven para visibilizar la valentía de las personas defensoras y recordar a los Estados su obligación de garantizar un entorno seguro en el que puedan ejercer su labor sin miedo a represalias.

Amnistía Internacional exige a los Estados que respeten, protejan y reconozcan la labor de quienes defienden los derechos humanos. En concreto, pedimos a los gobiernos que:
La protección de quienes alzan la voz frente a la injusticia es una responsabilidad ineludible de todos los Estados y una condición indispensable para sociedades más libres, justas y democráticas.

“Defender a quienes defienden es una obligación de todos los Estados.”