Justa Montero es una activista feminista especializada en género y políticas de igualdad que lleva luchando por los derechos de la mujer desde 1974. Define la crisis como un momento difícil para las mujeres en su lucha por la igualdad y la no-discriminación, pero al mismo tiempo esperanzador por el número de jóvenes dispuestas a revitalizar el movimiento. Sabe que en esta lucha no se puede hablar de libertades democráticas mientras una mitad de la población siga sufriendo discriminación, por lo que no va a bajar la guardia. Esto es una carrera de fondo.
¿Es cierto que las mujeres se enfrentan a múltiples barreras sociales, económicas y culturales que generan desigualdad y exclusión? ¿O se ha logrado la igualdad con respecto a los hombres? Si hablamos a nivel global, nos encontramos con situaciones muy distintas de un país a otro, incluso de una región a otra. Países donde el feminicidio está muy extendido, países con sistemas de prohibiciones brutales para las mujeres donde se les niega hasta el derecho a la educación, países donde las mujeres no tienen ni “derecho a tener derechos”, parafraseando a Hanna Arent...En España, los informes de organismos como la Organización Internacional del Trabajo y otro tipo de estudios, nos hablan de fuertes discriminaciones en el empleo, así como de un nivel de violencia machista que ha dejado seis mujeres muertas en lo que va de año; de una violencia sexual apenas visibilizada; de desigualdades en la corresponsabilización de trabajos como el doméstico o el cuidado de personas; de un machismo soterrado que permite la impunidad de la violencia; y de muchas dificultades para que las mujeres puedan decidir sobre su proyecto de vida.
Participar en ese fuerte movimiento feminista que se planteaba subvertir todo: las normas, las ideas, los comportamientos, la familia, la sexualidad, el trabajo..., es decir, poner patas arriba la sociedad y construir otra más justa y equitativa para todas y todos fue un trabajo duro, pero apasionante.Tu trayectoria es de largo alcance y eso te permite tener una perspectiva en el tiempo de lo que fueron y lo que son los derechos de las mujeres en España. Si recordamos que en aquellos años había que pedir autorización al padre o al marido para trabajar asalariadamente, para viajar.... Que teníamos que hacer un servicio social obligatorio bajo las órdenes de la Sección Femenina para poder tener pasaporte...
Si recordamos que, cuando un hombre violaba a una mujer, lo que protegían las leyes no era la libertad sexual de la mujer como ahora, sino la honra familiar...
Si recordamos que el placer sexual de las mujeres y el aborto eran temas tabú...
Si recordamos, en definitiva, cómo se le exigía a la mujer cumplir con unos estereotipos de sumisión y dependencia del varón, y cómo se le pedía ser madre y guardiana de una institución familiar profundamente autoritaria y patriarcal, nos damos cuenta de que los cambios han sido enormes. Nuestra vida es muy distinta a la de nuestras madres o abuelas. En la España franquista, por ejemplo, las mujeres no podían tener una cuenta en el banco ni viajar sin permiso del marido y era mal visto que estudiaran en la Universidad... En el Estado español, el concepto de derecho no existía en 1970. Una dictadura en sí misma supone la negación de los derechos políticos y sociales, y la ideología que la acompaña es una ideología profundamente machista. La nuestra, además, venía avalada por una jerarquía católica con mucho poder, que adoctrinaba desde los púlpitos y confesionarios en el sometimiento de las mujeres. La Sección Femenina también contribuía a ello con su misión de “moralizar España”.
A mediados de los 70 las mujeres no éramos sujetos de derechos. Estos se fueron formulando desde nuestra propia movilización y se fueron recogiendo, algunos, en la nueva constitucionalidad que estableció la Transición.
¿Cómo fue la lucha de la mujer en esa época? La lucha para conseguir estos cambios fue encarnizada. En los últimos años del franquismo las mujeres nos fuimos organizando de forma clandestina. Se empezaron a poner en marcha algunos grupos y, en diciembre de 1975, se realizó el primer encuentro estatal de mujeres. Yo viví los últimos años del franquismo siendo estudiante en la facultad de Económicas, desde donde participé en un grupo que se llamaba Asociación Universitaria para el Estudio de los Problemas de la Mujer (AUPEPM).
El final del franquismo abrió las posibilidades de pasar de una dictadura a una democracia y nosotras participamos de lleno en ese proceso. Dimos expresión de nuestras ansias de libertad tras años de represión. Pero no fue fácil. Nos encontramos con una oposición encarnizada de la derecha –proveniente de la dictadura–, de la jerarquía eclesiástica que se opuso con fuerza a cualquier cambio que introdujera el feminismo. Y también con el poco apoyo de la izquierda porque las propuestas que hacíamos desde el feminismo no entraban en sus preocupaciones. Nos tuvimos que emplear a fondo para explicar que no se podía hablar de libertades democráticas mientras una mitad de la población sufriera discriminación y recorte de libertades. Manifestación por el derecho a decidir. © Adolfo Luján ¿Cuáles han sido para ti los grandes hitos o momentos clave que han permitido a las mujeres avanzar en el terreno de la igualdad? Hablar de nuestra historia reciente obliga a rendir tributo a las mujeres que nos precedieron, a las que consiguieron el voto en la II República a pesar de encontrar enormes resistencias, a las que durante esos años lograron algunos cambios y abrieron puertas a la esperanza para las mujeres –unas esperanzas que el franquismo truncó– y, por supuesto, a las heroínas que resistieron durante la dictadura.
Pensando en lo que hemos vivido desde los años 70, me resulta difícil hablar de hitos porque ha sido un continuum, una penetración del feminismo en la sociedad que ha permitido que se planteen cambios en todos los terrenos: la enseñanza, la universidad, las familias, en el trabajo asalariado, el doméstico y de cuidados, la familia, la sexualidad, la identidad, en las leyes...
Si tengo que elegir diría que algunos grandes momentos tienen que ver con la lucha por el derecho al aborto que tuvo lugar a finales de los 70, al calor de la defensa de las “11 mujeres de Bilbao” –acusadas por haber abortado–, o la lucha por la reforma del Código Penal para que se tipificara como delito la violencia sexual, o las campañas contra los malos tratos, o la legalización del matrimonio entre lesbianas y entre homosexuales. Pero ¡son tantas cosas! Y todas suman porque todas empujan en el mismo sentido: el derecho de las mujeres a decidir sobre su vida y el de eliminar cualquier vestigio de discriminación.
Hay personas que hablan de la necesidad de una nueva ola feminista para consolidar lo que todavía no se ha alcanzado. ¿Estás de acuerdo? Creo que necesitamos marejadas y marejadillas permanentes porque lo que hemos conseguido no está garantizado. No hay más que ver lo que está pasando ahora. Pero hay un hecho muy importante y esperanzador como es la participación de mujeres jóvenes en la lucha feminista. Esto supone una revitalización del movimiento. Son mujeres con mucha fuerza, creativas, que introducen su propia perspectiva, sus necesidades y sus propuestas.
¿Cómo han afectado las políticas del actual gobierno a los derechos de las mujeres en España? Las políticas del gobierno están siendo terribles para las mujeres. Estamos en una crisis en la que el gobierno está aplicando unas medidas claramente neoliberales y al dictado de los mercados. Eso supone profundizar en todas las desigualdades, limitando los derechos y acabando con el limitado Estado del bienestar que teníamos. Imagen de la manifestación por el Día Internacional de la Mujer, marzo de 2014. © AP Photo/Andres Kudacki ¿Crees que las políticas que se han desarrollado potencian la igualdad de género en nuestro país? Ni muchísimo menos, todo lo contrario. Las sucesivas reformas laborales nos han llevado a la situación actual, donde lo que se está generalizando es la precarización del empleo. Sigue existiendo una brecha salarial de 17 puntos de diferencia entre los salarios que perciben los hombres y los que perciben las mujeres. Las mujeres, además, siguen constituyendo el 78% de quienes trabajan a tiempo parcial, lo que se traduce en menores salarios y menores prestaciones de desempleo y jubilación, el día de mañana.
El gobierno, lejos de desarrollar políticas que garanticen la atención y cuidado de las personas dependientes y los trabajos de cuidados, ha recortado recursos y servicios de sanidad, de atención a la dependencia, de escuelas infantiles que podrían cubrir estas necesidades... y se lo ha cargado a la espalda de las mujeres que son quienes, en el ámbito familiar, se responsabilizan de ello en el 85% de los casos.
Los recortes también han afectado a los servicios de atención a víctimas de maltrato. Se han cerrado oficinas de información, centros de acogida. Se han reducido el número de horas de las profesionales que deben atenderlos. Y mientras tanto, los datos siguen alertando de las brutales consecuencias de la violencia sexista. También hay un recorte muy fuerte en los presupuestos generales a las partidas de igualdad, y ha habido un intento reiterado por limitar el derecho de las mujeres a decidir. El panorama es desolador.
El número de mujeres en puestos de responsabilidad en Estados, gobiernos, organismos de Naciones Unidas, instituciones... ha aumentado en los últimos años. El hecho de que sean mujeres quienes encabezan estos altos cargos, ¿ha tenido repercusiones positivas en la resolución de problemas que afectan precisamente a las mujeres?
Es importante que haya mujeres en todos los gobiernos porque supone un elemento de normalización democrática. Es decir, ¿cómo es posible que se excluya al 50% de la población de la representación política o institucional? Eso es un déficit de la democracia.Pues depende. Es importante que haya mujeres en todos los gobiernos, instituciones, etc., porque es un elemento de normalización democrática. Pero, por otro lado, que haya mujeres no significa que se estén aplicando políticas que resuelvan los problemas que las afectan precisamente. Ahí tenemos a Christine Lagarde, al frente del Fondo Monetario Internacional, o a Angela Merkel, al frente de las políticas neoliberales europeas, es decir, al frente de políticas del austericidio, que no solo no resuelven sino que exacerban las desigualdades. Por tanto, mujeres sí, pero para que desarrollen políticas que respondan a las necesidades de las mujeres y combatan la desigualdad y la discriminación.
¿La violencia ejercida contra las mujeres, por el mero hecho de serlo, es uno de los ejemplos más claros de discriminación y desigualdad? La violencia sexista es una manifestación de las relaciones de poder que se dan en la sociedad entre hombres y mujeres. El hecho de que un hombre crea que puede imponer la forma en que una mujer debe vivir, o que piense que puede disponer de su cuerpo contra su voluntad, es una manifestación clara de desigualdad. Hacen falta leyes, desde luego, pero también es necesario desactivar la “complicidad masculina” en la violencia, empezando por revisar la educación formal que se imparte. Manifestación contra la violencia de género en España. © AP Photo/Andres Kudacki ¿Qué opinión te merece todo lo ocurrido en torno a la reforma del la ley del aborto? ¿Cómo lo has vivido y cuál es tu valoración final? Me parece que el gobierno, con el ministro Gallardón a la cabeza, hizo su propuesta de modificación de la actual ley de interrupción voluntaria del embarazo sin tener en cuenta algo fundamental: que se iban a encontrar con una resistencia generalizada de las mujeres ante lo que era un ataque frontal al derecho a decidir sobre la maternidad y la vida. Y así fue, hasta el punto de encontrar resistencias incluso en sus propias filas. Eso nos habla de un logro muy importante a nivel social del movimiento feminista y de los sectores profesionales, que también han estado muy implicados en la campaña de defensa del derecho al aborto.
Las movilizaciones que se han producido a lo largo de estos años también han sido esperanzadoras porque las han protagonizado con claridad, decisión y valentía miles de mujeres jóvenes. También las han protagonizado mujeres y hombres católicos que no comparten los dictados de la jerarquía eclesiástica en materia de moral sexual y que apoyan el derecho de las mujeres a decidir sobre su vida.
Ahora bien, la amenaza sigue. El gobierno quiere contentar al sector más fundamentalista y ultra de sus votantes, introduciendo por la puerta de atrás algún recorte. En concreto, limitando el derecho de las jóvenes, y probablemente no será el único. Por eso vamos a luchar contra estas reformas que quieren aprobar deprisa y corriendo, y vamos a continuar con las movilizaciones y explicando nuestras razones.
Con el paso del tiempo no solo no desaparecen las formas tradicionales de violencia sino que, además, surgen otras nuevas como el acoso laboral y más recientemente el acoso cibernético, que afecta sobre todo a mujeres jóvenes. ¿La lucha de la mujer no tiene fin? Es cierto. Ahora tenemos otras formas de violencia como el acoso cibernético, que está demostrando ser un instrumento de control de las jóvenes por parte de los chicos, como una manifestación del inicio de un proceso de maltrato. El problema es la normalidad que está adquiriendo y con la normalidad que lo viven muchas jóvenes. Explicarlo nos lleva a analizar el efecto que tiene la idea del amor romántico que convierte las relaciones en posesivas, donde las chicas consideran que deben agradar y cuidar al chico por encima de cualquier otra consideración y donde los celos vuelven a jugar malas pasadas… Volvemos con esto a la educación y a los mensajes de series, de películas... y a la necesidad de pensar en medidas para prevenir la violencia.
La lucha de la mujer tendrá fin en algún momento. Ese es nuestro horizonte y ¡eso espero! Pero mientras tanto hay que seguir. Lo nuestro es una carrera de fondo en la que no podemos bajar la guardia porque el enemigo es potente y reaparece por todas las esquinas.
Amnistía Internacional respeta los puntos de vista de las personas entrevistadas, pero no comparte necesariamente las opiniones expresadas.