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Emadee Roberts Kpai, de 83 años, es agricultor de Kegbara Dere, región Ogoni. © Mike Uwemedimo for Amnesty International

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El precio del petróleo: Efectos de la contaminación petrolera en las comunidades del delta del Níger

El 10 de noviembre de 1995, el Estado nigeriano ejecutó al activista medioambiental y de derechos humanos Ken Saro-Wiwa y a ocho líderes comunitarios. Ken Saro-Wiwa encabezaba un movimiento de protesta por el desastre ecológico que había causado la producción petrolífera en su tierra natal, la región Ogoni. En su momento, Amnistía Internacional manifestó que los juicios habían sido “celebrados por motivos políticos y manifiestamente injustos”.


Han transcurrido 20 años y las comunidades de la región Ogoni siguen sufriendo las consecuencias de los vertidos de la empresa Shell. Entre julio y septiembre de 2015, Amnistía Internacional escuchó testimonios de personas de la región Ogoni, que contaron cómo los vertidos –y el hecho de que Shell no los haya limpiado– han supuesto la destrucción de sus granjas, el deterioro de su salud y un panorama desolador para el futuro.

Emadee, 83 años, los vertidos de petróleo arruinaron sus tierras. © Mike Uwemedimo for Amnesty International

Emadee, de 83 años, vio cómo los vertidos de petróleo arruinaban sus tierras

“Las cosas iban mucho mejor antes de que llegase Shell. Desde que Shell llegó a esta zona, las cosas empezaron a empeorar en nuestras comunidades. Antes, si íbamos a los arroyos a pescar, no encontrábamos petróleo crudo en ellos, así que podíamos pescar. Si se plantaba un cultivo, el gas no lo destruía todo".
Nuestros cultivos ya no son productivos. No hay peces en el agua. Plantamos los cultivos; crecen pero la cosecha es pobre.
“Cuando Shell llegó a nuestra comunidad, el pregonero nos llamó y nos reunió en la plaza, y los representantes de Shell se dirigieron a nosotros. Nos prometieron que si encontraban petróleo transformarían nuestra comunidad, y todo el mundo sería feliz. Estábamos todos muy contentos. Nos pidieron que les diéramos permiso para hacer la exploración petrolera".

“Nuestros cultivos ya no son productivos. Ya no hay peces en el agua. Plantamos los cultivos; crecen pero la cosecha es pobre. Solíamos salir a pescar. Solíamos ir a nadar. Solíamos hacer todo tipo de actividades en el río porque el agua estaba limpia. Hasta nuestros árboles frutales eran muy productivos. Antes de que llegara la contaminación, los niños iban al río a bañarse y a jugar, pero ya no van”.

Taagaalo, agricultora de 65 años, contó a Amnistía Internacional que solía cultivar coco, ñame y mandioca, pero todos los cultivos murieron tras el vertido que afectó en 2009 al colector de Bomu, donde se cruzan varios oleoductos de Shell. A consecuencia del vertido, el colector estuvo ardiendo durante 36 horas. Taagaalo dice que sigue encontrando petróleo en el suelo.

“Llegó el petróleo y lo destruyó todo [...] El petróleo no deja crecer ni ñame ni nada [...] Ya no podemos vivir bien”.

Barine Ateni, agricultora de Kegbara Dere, región Ogoni. © AI

Barine Ateni, agricultora de Kegbara Dere, región Ogoni

Barine, de 45 años, es una agricultora de Kegbara Dere. Está viuda y tiene siete hijos, de entre 15 y 30 años.
Su comunidad se vio gravemente afectada por los vertidos de petróleo que afectaron al pozo número 11 de Bomu, propiedad de Shell y situado en Boobanabe, donde los investigadores de Amnistía Internacional encontraron signos de contaminación petrolera en 2015. Shell afirma que ha limpiado el vertido dos veces: en 1975 y en 2012.
Todo está cubierto de petróleo. Incluso los pozos: el agua subterránea está contaminada. A veces recogemos agua de los pozos y se ve que tiene una capa de petróleo crudo en la superficie. No es seguro beber esa agua.
Cuando nací, Shell ya operaba aquí. Mientras crecía yo en esta comunidad, las cosas empezaron a ir de mal en peor. Ha habido vertidos de petróleo continuamente".

“Ni siquiera se da ya el marisco aquí, ni bígaros ni nada que se le parezca. Las mujeres tienen que desplazarse a gran distancia para comprarlos".

“Nosotras, las mujeres, decimos que Shell debe marcharse. Debe dejar nuestra comunidad. Al venir aquí no trajeron más que muerte y destrucción. No los queremos más aquí”.


Barine explicó la lucha diaria que lleva a cabo la comunidad al tener que vivir con tierras y aguas contaminadas por el petróleo.

Todo está cubierto de petróleo. Incluso los pozos: el agua subterránea está contaminada. A veces recogemos agua de los pozos y se ve que tiene una capa de petróleo crudo en la superficie. No es seguro beber esa agua".

“Los niños ya no pueden ir al río ni al arroyo a jugar como solían hacer antes. Porque todo está cubierto de crudo. Los niños ya no pueden ir a nadar, así que juegan aquí, en el complejo [...] No tenemos esperanza para nuestros hijos en esta comunidad".


Queremos que Shell compense todo el daño que ha causado a esta comunidad, que dé becas a nuestros hijos y que proporcione servicios médicos para tratar la salud de las personas. Queremos que las autoridades exijan a Shell que limpie este lugar […] y que garantice que nuestra comunidad vuelve a la normalidad para nuestros hijos e hijas".

“Queremos que Shell remedie el daño que ha causado a nuestra tierra para que nos vuelva a ser útil”.

Boldesi Nuta, de 48 años, agricultora de Kegbara Dere, región Ogoni, delta del Níger. © Mike Uwemedimo for Amnesty International

Boldesi Nuta, agricultora de Kegbara Dere, región Ogoni, delta del Níger

Boldesi, de 48 años, es agricultora. Lleva toda la vida viviendo en Kegbare Dere y sus hijos van allí a la escuela. Contó a Amnistía Internacional que cuando tenía 18 años sufrió una herida grave en el pie al explotar un oleoducto de Shell que estaba al aire libre y sin protección. Pasó cuatro meses en el hospital, varios días en coma. El vertido de petróleo resultante arruinó la granja de mandioca de su familia.
Queremos que Shell remedie el daño que ha causado a nuestra tierra para que nos vuelva a ser útil. Cuando plantamos algo en nuestras granjas, plantamos en tierra contaminada y las cosechas que recogemos también están contaminadas.
Boldesi explicó a Amnistía Internacional cuáles fueron las secuelas a largo plazo de la explosión, para ella y para su comunidad:

Desde ese accidente, nunca he vuelto a pasar por allí. Sé que ahora la zona está contaminada. Ya no se cultivan esas tierras. Toda esa área está contaminada. Nunca he vuelto a la granja. Nadie más ha vuelto a esa granja".

“A veces mis hijos me preguntan cómo van a vivir, cómo van a afrontar el futuro sombrío que les espera. Me hacen preguntas que no soy capaz de responder. Me hacen un sinfín de preguntas sobre su futuro y me resulta difícil darles respuesta. Ven un panorama desolador”.

“Queremos que Shell remedie el daño que ha causado a nuestra tierra para que nos vuelva a ser útil [...] Cuando plantamos algo en nuestras granjas, plantamos en tierra contaminada y las cosechas que recogemos también están contaminadas. Por tanto, los alimentos que comemos están contaminados. El aire que respiramos está contaminado”.

Fyneface Dumnamene Fyneface, activista medioambiental y de derechos humanos, Port Harcourt. ©  Mike Uwemedimo for Amnesty International

Fyneface Dumnamene Fyneface, activista medioambiental y de derechos humanos, Port Harcourt

Fyneface ha encabezado las campañas de reivindicación de los derechos del pueblo Ogoni y de la población del delta del Níger, primero como presidente de la delegación en Port Harcourt de la Unión Nacional de Estudiantes Ogoni y posteriormente en una ONG nigeriana llamada Acción Social.
El activismo de Ken Saro-Wiwa ha sido muy importante en mi vida. Surtió un gran efecto en mí, pues me inspiró mucho para trabajar en favor del pueblo Ogoni.
Contó a Amnistía Internacional que la situación del delta del Níger y el legado de Ken Saro-Wiwa lo llevaron a convertirse en activista:

“Cuando un entorno está contaminado, queda patente que se ha arruinado el medio de vida de las personas. La gente ya no tiene agua de buena calidad para beber. Se ha acabado con el marisco. La mandioca y otros cultivos habituales de las granjas ya no crecen bien. Por tanto, la vida en este entorno se vuelve insoportable".

“El activismo de Ken Saro-Wiwa ha sido muy importante en mi vida. Surtió un gran efecto en mí, pues me inspiró mucho para trabajar en favor del pueblo Ogoni. Cuando era niño, oía hablar de Ken Saro-Wiwa. Lo vi en una ocasión dirigiéndose a personas de Eleme en 1992, tres años antes de que lo ejecutasen. En aquella época yo no sabía realmente de qué estaba hablando aquel hombre, pero ahora que soy adulto me doy cuenta del significado de sus palabras. Y estoy dispuesto a continuar allí donde lo dejó Ken Saro-Wiwa, tratando de que se imparta justicia a las personas por lo que respecta al medio ambiente".

“Resulta muy significativo que ya se hayan cumplido 20 años desde que ejecutaron a Saro-Wiwa y a sus compañeros por la lucha en favor del medio ambiente, que es nuestro derecho [...] y todavía no se ha hecho justicia. [...] Han pasado 20 años, y todavía no se ha hecho nada. Han pasado 20 años, y la región Ogoni sigue contaminada. Han pasado 20 años y no se ha limpiado la zona. Han pasado 20 años y no se ha hecho justicia. Han pasado 20 años y no se han resuelto los problemas por lo que lucharon estos activistas. Esto no puede seguir así".

“Este 20º aniversario debe servir para que se escuche a la gente que vive en el delta del Níger. Para que se escuche a las minorías étnicas. Para que se escuche al pueblo Ogoni, de modo que pueda continuar su lucha”.

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