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Limpieza étnica y homicidios sectarios

Saqueo de bienes musulmanes y quema de una mezquita en el PK 26 zona, al norte de la capital Bangui a finales de enero. © Amnistía Internacional
Las fuerzas de paz internacionales no han impedido la limpieza étnica de civiles musulmanes en la región occidental de la República Centroafricana, afirma Amnistía Internacional en un informe presentado hoy.

Para proteger a las restantes comunidades musulmanas del país, las fuerzas internacionales de paz deben romper el control de las milicias antibalaka y estacionar tropas suficientes en las ciudades donde estas comunidades corran peligro.

“Las milicias antibalaka están realizando ataques violentos para hacer una limpieza étnica de musulmanes en la República Centroafricana”, ha declarado Joanne Mariner, asesora general sobre respuesta a las crisis de Amnistía Internacional.

El resultado es un éxodo musulmán de proporciones históricas.”

Amnistía Internacional criticó la tibia respuesta de la comunidad internacional a la crisis, señalando que las tropas internacionales de paz son reacias a enfrentarse a las milicias antibalaka y actúan con lentitud para proteger a la minoría musulmana amenazada.

“Las tropas internacionales de paz no han puesto fin a la violencia —declaró Donatella Rovera, asesora general sobre respuesta a las crisis de Amnistía Internacional—. En algunos casos la han consentido permitiendo que las milicias antibalaka ocupen el vacío de poder creado por la salida de Seleka.”

En las últimas semanas, Amnistía Internacional ha reunido más de cien testimonios de primera mano de ataques en gran escala de los antibalakas contra civiles musulmanes en las ciudades noroccidentales de la República Centroafricana de Bouali, Boyali, Bossembele, Bossemptele y Baoro. Las tropas internacionales no se habían desplegado en estas ciudades, lo que dejó a las comunidades civiles sin protección.

El ataque más letal que ha documentado Amnistía Internacional tuvo lugar el 18 de enero en Bossemptele, donde murieron al menos 100 musulmanes. Entre las víctimas mortales había mujeres y ancianos, incluido un imán de más de 70 años.

Para huir de los mortíferos ataques de los antibalakas, la población musulmana de numerosas ciudades y pueblos ha huido en su totalidad, mientras en otros lugares, las pocas personas que se han quedado se han refugiado en iglesias y mezquitas y alrededor de ellas.

La preocupación internacional por el carácter sectario de la violencia en la República Centroafricana hizo que el Consejo de Seguridad de la ONU autorizara en diciembre de 2013 el despliegue de fuerzas de paz en el país. Estas fuerzas —integradas por alrededor de 5.500 soldados de la Unión Africana, conocidos como MISCA, y 1.600 soldados franceses, conocidos como “sangaris”— se han desplegado dentro de Bangui y en varias ciudades al norte y al suroeste de la capital.

Incluso en el barrio PK 5 del centro de la comunidad musulmana de Bangui, miles de personas asustadas están recogiendo sus pertenencias y marchándose de sus casas.

El viaje hacia un lugar seguro es difícil y peligroso. Los convoyes suelen sufrir ataques de las milicias antibalaka.

Un niño llamado Abdul Rahman contó a Amnistía Internacional que el 14 de enero, el camión en el que viajaba fue detenido en un control antibalaka, donde hicieron bajarse a todos los pasajeros musulmanes. Después mataron a seis miembros de su familia: tres mujeres y tres niños de corta edad, uno de ellos un bebé.

La violencia, el odio y la inestabilidad actuales son consecuencia directa de la crisis de derechos humanos que comenzó en diciembre de 2012, cuando las fuerzas de Seleka, integradas en su mayor parte por musulmanes, lanzaron una ofensiva armada que culminó con la toma del poder en marzo de 2013. Durante los casi diez meses que estuvo en el poder, Seleka fue responsable de matanzas, ejecuciones extrajudiciales, violaciones, torturas y saqueos, así como del incendio y la destrucción masivas de pueblos cristianos.

Cuando Seleka se retiró, las fuerzas internacionales permitieron que las milicias antibalaka tomaran el control de una ciudad tras otra. La violencia posterior y la expulsión forzosa de comunidades musulmanas eran predecibles.

El poder decreciente de Seleka no ha reducido la brutalidad que emplea en su retirada. Incluso teniendo su capacidad de movimiento y operativa significativamente dificultada, ha seguido realizando ataques despiadados contra civiles cristianos y sus bienes. Miembros armados de las comunidades musulmanas, que actúan de forma independiente o junto con las fuerzas de Seleka, también han cometido ataques sectarios brutales y en gran escala contra civiles cristianos.

“La urgencia de la situación exige una respuesta inmediata —concluyó Joanne Mariner—. Es hora de que la operación de paz en la República Centroafricana para proteger a la población civil se despliegue en las zonas amenazadas y ponga fin a este éxodo forzoso.”

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