Ni el hospital ni las ambulancias se libraron hace un año del implacable, destructivo y mortífero ataque israelí del 'Viernes Negro' de Rafá, al sur de Gaza. Aquel 1 de agosto de 2014, y hasta el día 4, los sistemáticos y aparentemente deliberados bombardeos aéreos y de artillería mataron al menos a 135 civiles y dejaron un reguero de sangre y desolación como represalia por la captura de un teniente israelí.
Amnistía Internacional y Forensic Architecture (FA, equipo de investigación de la Universidad de Londres pionero en la 'reconstrucción' de sucesos de este tipo) consideran que todos los datos y testimonios llevan a la conclusión de que se perpetraron crímenes de guerra, que en algún caso podrían incluso constituir crímenes contra la humanidad. Su recién publicado informe ‘Black Friday’: Carnage in Rafah during 2014 Israel/Gaza conflict ('Viernes Negro': Matanza en Rafá durante el conflicto de Israel y Gaza de 2014) lo explica con detalle.
"Fue un día negro. No puedo pensar en otro día peor", declaró Abdel-Rahim Abdel-Karim Lafi, alcanzado por un misil israelí que lo hirió y mató a su hijo. Iyad Ali Salama Ghaboun, un vecino que huía de esa zona, relató con horror un escenario de cadáveres, vehículos humeantes y miedo –"todo el mundo estaba llorando"–. "La situación era muy, muy mala (...). La imagen no era de una guerra; era como de una máquina haciendo carne picada con la gente sin piedad”. Aquel 1 de agosto a las 8 de la mañana debería haber comenzado una tregua humanitaria de 72 horas. Miles de palestinos intentaban regresar a sus casas desde su refugio en albergues o con familiares.
Rescate de heridos en Rafá durante los ataques que se produjeron entre el 1 y el 4 de agosto de 2014. © AFP/Getty Images
La Directiva Hannibal
Pero la captura de Goldin por combatientes de Hamás desató la furia de las autoridades israelíes, que aplicaron de inmediato la controvertida Directiva Hannibal, diseñada para responder a la captura de militares con bombardeos masivos en la zona del suceso y sin considerar el riesgo para la población civil ni para la propia persona capturada. La artillería y la fuerza aérea lanzaron un millar de proyectiles en solo tres horas, y más de 2.000 a lo largo del día, gran parte de ellos en zonas habitadas. Según la Coalición Palestina de Derechos Humanos, 2.201 casas fueron destruidas total o parcialmente el día 1 (el 2 se sumarían 240 y el 3 otras 138)."No exagero si digo que caían 50-60 proyectiles por minuto... Fue la locura", declaró Saleh Hussein Abdel-Karim Abu Mohsen, que vio frustrado el sueño universitario de su hija, cuyo cadáver en descomposición fue localizado cuatro días después del bombardeo.
Uno de los máximos ejemplos de ataque indiscriminado y desproporcionado fue la destrucción con una bomba de una tonelada del edificio vacío Abu Shawareb, en el barrio de al-Tannur, cuando decenas de civiles intentaban huir en esa zona. Al menos 18 personas murieron, 12 de una sola familia. La posibilidad de que hubiera allí una entrada a un túnel de grupos armados no guarda proporción con la magnitud de la explosión en un área llena de civiles.
En el informe se acumulan testimonios desgarradores de rostros desfigurados, cuerpos desmembrados, cadáveres en cámaras frigoríficas para otros usos, ambulancias bloqueadas por misiles –y también por lentos permisos burocráticos–, excavadoras demoliendo casas, 'avisos' israelíes de no salir de casa seguidos de bombardeos de viviendas...
Mohammed Khalil Mohammed Abu Duba casi "no podía describir lo que vimos" cerca del ayuntamiento. "No parecía nuestra zona. No eran nuestras calles. El cementerio es un millón de veces mejor que esas calles. Había cuerpos en la calle... No había un solo edificio sin daños". El coche de su familia –su padre y su hermano perdieron la vida– fue atacado sin aparente motivo ni precaución alguna cuando ya se había declarado la muerte oficial del teniente Goldin.
La captura de un teniente israelí desencadenó la matanza de Rafá en la que murieron al menos 135 civiles. © Albert Sadikov/Xinhua Press/Corbis
La captura del militar sirvió de justificación al ejército israelí para cualquier objetivo, incluidos los alrededores del hospital Abu Youssef al-Najjar, situado a 800 metros de una casa donde creyó que estaba retenido. Un portavoz castrense llegó a situarlo en el propio centro sanitario, lo que fue desmentido rotundamente por su director. Lo cierto es que los bombardeos aéreos, de artillería y de carros de combate dañaron las instalaciones del hospital y obligaron a evacuar a decenas de pacientes casi por sus propios medios, en sus camas de ruedas, con sus máscaras de oxígeno y vías intravenosas.El 'diagnóstico médico' de los ataques habla de "bombas cayendo fuera" a un ritmo infernal de "ocho proyectiles por minuto"; de "cientos de heridos" –la "mayoría mujeres y niños"– y "docenas de muertos"; de "electricidad cortada" y "el techo derrumbado"; del centro sanitario "lleno de gente" y con sus "doctores incapaces de tratar a tantos pacientes"; del "quirófano lleno" y las "ocho ambulancias fuera" recogiendo víctimas; de personas de la vecindad buscando allí refugio en la creencia de que "sería un lugar seguro". No lo fue. Ni tampoco las ambulancias. Un misil disparado desde un dron alcanzó a una de ellas con tres médicos y cinco pacientes en su interior. El proyectil prendió los cuatro cilindros de oxígeno y quemó vivos a los ocho ocupantes. Jaber Darabih, un paramédico de otra ambulancia atacada, describió la terrible escena antes de saber que su hijo era una de las ocho víctimas: "Estaba completamente quemada, no quedaba nada más que el metal. Lo que vimos fue horrible. La ambulancia parecía una rama de árbol completamente carbonizada. Los cuerpos no tenían piernas ni manos y estaban abrasados. Así que los pusimos en bolsas de plástico y los llevamos a la cámara frigorífica del hospital". No hubo tregua sanitaria para su dolor personal porque cayeron tres misiles israelíes en la sección de mujeres del hospital y tuvo que acudir de inmediato a trasladar a las pacientes. Pero aún pudo interpelar a los atacantes de la ambulancia: "No sé por qué lo hicieron. He estado trabajando como médico durante 15 años, e incluso si viera a mi enemigo, lo trataría. Es nuestra ética y nuestra labor como médicos".