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La realidad para las personas trans en Hungría

Por Ivett, activista trans ,

Imagina un mundo en el que tu gobierno está haciendo una campaña de estigmatización contra personas como tú. Ese mismo gobierno quiere que tu documento personal de identidad especifique que perteneces a esa minoría desfavorecida. ¿Te atreverías a usar tu documento de identidad y exponerte al riesgo cuando vas a recoger un paquete en la oficina de Correos? ¿Cuando vas al médico? ¿Cuando solicitas un empleo? Esta va a ser la realidad ahora para las personas trans en Hungría. ¿Te sentirías a salvo en ese mundo?

Ivett

Al aceptar a mi auténtico yo, gané el control y el poder sobre mi vida.

Tener que fingir que eres otra persona es un esfuerzo cognitivo. Siempre fue algo que me inhibía. Ahora puedo usar en cosas más útiles toda esa energía que antes invertía en mantener una fachada.

Antes de salir del armario siempre notaba que algo no estaba bien, como si hubiera un extraterrestre en el espejo, alguien a quien ni siquiera conocía. En esa época, conocer a personas nuevas me costaba, pasar tiempo con muchas personas al mismo tiempo me dejaba exhausta. Desde que salí del armario siento que por fin puedo ser la persona que debía ser; me gusta la persona que veo en el espejo, me encanta pasar tiempo con otras personas y conocer a gente nueva. También me ayudó a recuperar el control de mi carrera profesional. En los últimos años antes de la transición, tenía cada vez más periodos depresivos en los que era totalmente incapaz de trabajar. Ahora puedo vivir una vida que siento como natural, no me hace falta fingir que soy alguien que nunca he sido. La gente que me conocía antes y me ve ahora dice que lo único que percibe es que estoy mucho más animada y contenta en general.

Retos cotidianos a los que me enfrento: mis documentos legales no reflejan mi identidad de género

Para empezar, no sólo se hace pública mi condición cada vez que tengo que usar mi documento de identidad, sino que, además, éste tiene mi necrónimo, un nombre que ni siquiera usaba antes de la transición porque nunca me identifiqué con él. Cada vez que tengo que hacer una gestión oficial, tengo que usar ese nombre. Y cada una de esas veces existe el riesgo de que me hagan comentarios negativos y me discriminen. O, si la persona que se encarga de la gestión oficial es amable, aun así podría expresar sorpresa y hacer pública mi condición sin querer en una sala llena de gente. El hecho de que no figuren el género y el nombre correctos en mi documento de identidad me hace sentir miedo todo el tiempo, así que trato activamente de evitar situaciones en las que tendría que mostrarlo.

Puesto que Hungría tiene nombres de pila específicos de género y sólo puedes elegir el tuyo de la lista correspondiente a tu género legal, ni siquiera puedo cambiarme el nombre. Eso significa que en todos los documentos legales, desde las declaraciones de impuestos hasta los contratos, figura un nombre con el que no me identifico y que no uso en mi vida cotidiana. Algunas empresas también exigen que quienes trabajan en ellas usen su nombre legal en las tarjetas de acceso, las tarjetas de identificación y en su dirección de correo electrónico de empresa. Yo no podría trabajar en una empresa así.

Soy una de las pocas personas afortunadas cuyas amistades y colegas apoyan a las personas trans y que vive en un barrio bastante liberal. No tengo muchas malas experiencias. Sin embargo, sí tuve que irme de la empresa donde trabajaba cuando empecé mi transición porque parte de mis colegas se quejaron de algunos aspectos de ésta.

Para mis amistades trans menos afortunadas, la situación es mucho peor. Muchas comunidades —sobre todo los pueblos más pequeños— excluyen activamente a sus miembros trans. Las familias repudian a sus hijos e hijas, hermanos y hermanas y progenitores trans. Las personas trans suelen quedarse aisladas y sólo encuentran amistades entre quienes son como ellas.

Creo que la labor de un gobierno es ayudar y proteger a quienes sirve. No sólo a sus propios votantes, sino a todo el mundo. Eso significa que ningún gobierno o autoridad debería arrebatar los derechos humanos fundamentales de la gente. Condicionar a otras personas sólo porque tienen el poder para hacerlo es dañino. La democracia no debería ser la tiranía de la mayoría sobre una minoría. Hay razones válidas para tener leyes que impidan a la gente hacer daño a otras personas: si un gobierno necesita adoptar restricciones a los derechos individuales, siempre debería haber una buena razón para ello, y esas restricciones deberían ser lo más limitadas posible. Como contribuyente neta al Estado húngaro, espero que se me respete, que se me trate imparcialmente, y que se proteja mi libertad y no se limite sin ton ni son. En el caso de las personas trans, es beneficioso tanto para la persona como para la sociedad en general que podamos expresar nuestra identidad de género sin temor a la humillación y a la discriminación.

El nuevo proyecto de ley que prohíbe el reconocimiento legal de la identidad de género es un golpe terrible

Las tragedias humanas empiezan cuando se viola tu sensación de seguridad, cuando te arrebatan los medios para ganar dinero, cuando no puedes encontrar un lugar donde vivir, cuando no te atreves a salir un sábado por la noche o a dedicarte a tus aficiones por miedo a las agresiones, y cuando renuncias a tus sueños de convertirte en ingeniera, médica o cualquier otra profesión cualificada para la que se necesite un título universitario. Este proyecto de ley, junto con la campaña de estigmatización contra las personas LGBTI que lleva un tiempo en marcha, podría destrozar vidas y carreras profesionales durante años. Y ahora que el gobierno húngaro recurre a medidas cada vez más extremas contra las minorías, estoy convencida de que van a llegar cosas aún peores.

El gobierno no tiene derecho a decidir quiénes somos ni a cuestionar nuestras opciones vitales. Hacer la transición suele salvar la vida de las personas trans. Así que no hay excusa para que el gobierno intervenga despojándonos de nuestros derechos humanos fundamentales a la dignidad, a la autodeterminación y a la vida personal y familiar. Un mensaje de los grupos tránsfobos que me parece especialmente dañino es que a las personas trans no se las debe curar permitiéndoles hacer la transición, sino curándolas de lo que consideran una enfermedad mental. Esto, obviamente, no es verdad, pues es evidente que nadie puede cambiar su identidad de género. Las denominadas terapias reparadoras y de conversión tienen éxito sólo en una cosa: en hacer que la persona se odie a sí misma, lo que la deprime aún más y, en algunos casos, que tenga pensamientos suicidas o que se suicide.

Mi mensaje a las personas y activistas trans de Hungría: ¡No se rindan! Pero necesitamos el apoyo y la solidaridad internacionales para oponernos a esta prohibición

A las personas trans: ¡Esto no ha terminado! ¿Hemos perdido una batalla importante? Sí, la hemos perdido. Sin embargo, esto no puede durar para siempre. Ninguna opresión dura para siempre. Perdimos la batalla, pero ganaremos la guerra. Por tanto, no te rindas. Si tienes ganas de rendirte, pide ayuda, llama a un teléfono de apoyo o a alguien con quien te unan lazos de amistad. Pero, por favor, te lo ruego: no te hagas daño, porque hay gente que te quiere y estamos luchando por ti y seguiremos haciéndolo hasta que todos y cada uno de los seres humanos de este planeta —sean trans, homosexuales o miembros de una minoría étnica o religiosa— tengan garantizados sus derechos humanos fundamentales.

A quienes luchan desde el activismo: Cuánto heroísmo hay en ti. Aunque sólo hayas dedicado una hora de su vida al activismo de derechos humanos, lo que yo veo es tu heroísmo porque renunciaste a un trozo de su preciosa vida en favor de otras personas. Así que, por favor, apoya la acción de Amnistía para impedir que esta prohibición del reconocimiento legal de la identidad de género tenga sus perversos efectos.

A las personas aliadas: ¡Te necesitamos más que nunca! Las minorías siempre necesitan el apoyo de personas ajenas a sus grupos, pero esto es especialmente cierto en el caso de una comunidad tan pequeña y frágil como la de las personas trans. Hay muchas cosas que puedes hacer para ayudar:

  • Fórmate sobre cuestiones trans, porque hasta nuestros aliados y aliadas tienen un conocimiento limitado de lo que nos afecta. Incluso si crees que tienes nociones básicas, busca a activistas trans que quieran compartir lo que saben contigo para que tu ayuda tenga el mejor efecto posible.
  • Conciencia y educa a otras personas. La mayoría de la gente no tiene ni idea de quiénes son las personas trans y su opinión sobre ellas no se basa en datos, sino en las mentiras de los grupos tránsfobos. Quienes nos dedicamos al activismo trans sólo podemos hablar con un número limitado de personas; sin tu ayuda, no podemos llegar a una parte considerable de la población. La mayoría de las personas trans tiene miedo de salir del armario y, por eso, sólo una pequeña parte participamos siquiera en debates: participa en debates en nuestro nombre y enseña a otras personas lo que has aprendido de nuestra comunidad.
  • Si tienes amistades trans, pregúntales cómo están. Escucha sin juzgar ni aconsejar. Simplemente sé la persona que las escucha, comprende y abraza cuando más lo necesitan. Si no tienes amistades trans, busca grupos trans dentro y fuera de Internet y ofréceles tu apoyo.

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