El legado de 50 años de ocupación israelí de los territorios palestinos ha sido violaciones sistemáticas de derechos humanos en gran escala. Una de las consecuencias más devastadoras es el impacto de las políticas discriminatorias de Israel en el acceso de la población palestina a suministros adecuados de agua limpia y segura.
Poco después de la ocupación israelí de Cisjordania, incluido Jerusalén Oriental, y la Franja de Gaza, en junio de 1967, las autoridades militares israelíes consolidaron el poder absoluto sobre todos los recursos hídricos y las infraestructuras relacionadas con el agua en los Territorios Palestinos Ocupados. Transcurridos 50 años, Israel sigue controlando y restringiendo el acceso de la población palestina al agua en los Territorios Palestinos Ocupados en un grado que no le permite satisfacer sus necesidades ni constituye una distribución equitativa de los recursos hídricos compartidos.En noviembre 1967, las autoridades israelíes promulgaron la Orden Militar 158, que establecía que la población palestina no podía construir ninguna nueva instalación para el abastecimiento de agua sin obtener previamente el permiso de las fuerzas armadas israelíes. Desde entonces, la extracción de agua de cualquier nueva fuente o el desarrollo de cualquier nueva infraestructura hídrica requiere el permiso de Israel, cuya obtención es poco menos que imposible.
La población palestina que vive bajo la ocupación militar israelí ha seguido sufriendo hasta nuestros días las devastadoras consecuencias de esta orden. No puede perforar nuevos pozos, instalar bombas ni ahondar pozos ya existentes, y además se le niega el acceso al río Jordán y a los manantiales de agua dulce. Israel controla incluso la acumulación de agua de lluvia en la mayor parte de Cisjordania, y es frecuente que el ejército israelí destruya las cisternas que para este fin poseen las comunidades palestinas. En consecuencia, unas 180 comunidades palestinas en zonas rurales de la Cisjordania ocupada no tienen acceso alguno a agua corriente, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCAH). Incluso en ciudades y pueblos conectados a la red de suministro de agua, a menudo las cañerías están secas.“La población palestina no puede perforar nuevos pozos, instalar bombas ni ahondar pozos ya existentes, y además se le niega el acceso al río Jordán y a los manantiales de agua dulce. ”Amnistía Internacional
Mujeres palestinas llenan botellas de agua en el pueblo cisjordano de Qarawah Bani Zeid. © ABBAS MOMANI/AFP/Getty Images
Las autoridades israelíes también limitan el acceso de la población palestina al agua impidiendo o restringiendo su acceso a extensas zonas de Cisjordania. Muchas partes de Cisjordania han sido declaradas “zonas militares cerradas”, donde los palestinos no pueden entrar, por estar cerca de asentamientos israelíes, por discurrir en sus proximidades carreteras utilizadas por colonos israelíes, por utilizarse para la instrucción de las fuerzas armadas israelíes, o por ser reservas naturales protegidas. Los colonos israelíes que viven junto a palestinos en Cisjordania —en algunos casos, separados por sólo unos cientos de metros— no sufren esas restricciones ni escasez de agua, y pueden gozar y sacar provecho de explotaciones agrícolas bien regadas y piscinas.“Los colonos israelíes que viven junto a palestinos en Cisjordania no sufren esas restricciones ni escasez de agua, y pueden gozar y sacar provecho de explotaciones agrícolas bien regadas y piscinas.”
Amnistía Internacional
En Gaza, entre el 90% y el 95%, aproximadamente, del suministro de agua está contaminado y no es apto para el consumo humano. Israel no permite el traslado de agua de Cisjordania a Gaza, y el único recurso de agua dulce de Gaza, el acuífero costero, es insuficiente para satisfacer las necesidades de la población y se está agotando gradualmente debido a la extracción excesiva y está contaminado por aguas residuales y por la infiltración de agua del mar.
La desigualdad resultante en el acceso al agua entre israelíes y palestinos es realmente asombrosa. El consumo de agua de los israelíes es al menos cuatro veces mayor que el de los palestinos que viven en los Territorios Palestinos Ocupados. La población palestina consume por término medio 73 litros de agua al día por persona, cantidad muy inferior al mínimo diario de 100 litros per cápita recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). En muchas comunidades ganaderas de Cisjordania, el consumo de agua es de sólo 20 litros por persona y día para miles de palestinos, según la OCAH. En cambio, cada israelí consume un promedio de 300 litros de agua al día, aproximadamente. Cuando han pasado 50 años, es hora de que las autoridades israelíes pongan fin a las políticas y prácticas que discriminan a la población palestina en los Territorios Palestinos Ocupados y aborden su acuciante necesidad de seguridad hídrica. Las autoridades israelíes deben levantar las restricciones actualmente en vigor, que niegan a millones de palestinos el acceso a agua suficiente para satisfacer sus necesidades personales y domésticas y para disfrutar de su derecho al agua, a la alimentación, a la salud y a un nivel de vida adecuado.“La población palestina consume por término medio 73 litros de agua al día por persona, cantidad muy inferior al mínimo diario de 100 litros per cápita recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). En muchas comunidades ganaderas de Cisjordania, el consumo de agua es de sólo 20 litros por persona y día para miles de palestinos, según la OCAH. En cambio, cada israelí consume un promedio de 300 litros de agua al día, aproximadamente.”Amnistía Internacional
Mural pintado en la pared de una estación de bombeo abandonada al borde de la ruta 90, principal carretera que recorre el valle del Jordán. El texto dice: “Nuestra agua es nuestra vida, preservémosla”. En el valle del Jordán, numerosos manantiales y pozos están inactivos debido a la creciente explotación del acuífero de la montaña, en el extremo occidental del valle, por la compañía estatal israelí Mekorot. © Amnistía Internacional
Efectos devastadores para las comunidades del valle del Jordán
En septiembre de 2017, un equipo de investigación de Amnistía Internacional se entrevistó con personas residentes en el valle del Jordán y fue testigo directo del catastrófico impacto que las restricciones de agua tienen en la vida diaria de la gente.Ihab Saleh, cultivador de calabazas y pepinos que vive en Ein al Beida, población palestina de unos 1.600 habitantes situada en la parte septentrional de Cisjordania, es uno de los cientos de miles de personas cuya vida y medios de sustento han sido destruidos por las restricciones de agua israelíes. En los últimos 25 años, Ihab ha visto cómo se secaba gradualmente el manantial local tras perforar la empresa israelí Mekorot dos pozos cerca de la vecina comunidad palestina de Bardala, para abastecer al asentamiento israelí de Mehola. El volumen de agua que las autoridades israelíes asignan al pueblo ha ido disminuyendo con los años, dice, y en numerosas ocasiones se ha cortado totalmente el suministro. A pesar de un acuerdo para compensar a las poblaciones palestinas de Bardala y Ein al Beida, desde mediados de la década de 1970 Israel ha reducido de forma considerable el volumen de agua disponible para estas dos comunidades.
Ihab Saleh relató al personal de investigación de Amnistía Internacional cómo, a principios de septiembre de 2017, las autoridades israelíes cortaron el suministro de agua al pueblo durante cinco días afirmando que los residentes habían tomado por medios no autorizados un volumen de agua mayor que el asignado. Las cosechas de Ihab se perdieron debido a este corte, y los daños causados a su negocio ascendieron a unos 10.000 nuevos siclos (unos 2.820 dólares de EE. UU.). Ihab dice que no se avisó con antelación del corte y que no había potable agua para ninguno de los residentes, que tuvieron que desplazarse hasta una población vecina, a 5 kilómetros, para llevar agua en camiones. © Amnesty International
“En este pueblo queremos la paz, diga lo que diga la Autoridad Palestina, la queremos. Diga lo que diga el ejército israelí, la queremos. [...] Lo único que queremos es labrar nuestra tierra”Ihab Saleh, agricultor
Una de la dos estaciones de bombeo de Mekorot a las afueras del pueblo de Bardala. Estas estaciones de bombeo han hecho que los manantiales de los pueblos de Ein al Beida y Bardala se sequen por completo, lo que obliga a la comunidad palestina a depender totalmente de la empresa estatal israelí para su abastecimiento de agua para uso doméstico y agrícola. © Amnistía Internacional
© Amnistía Internacional
Como las autoridades israelíes no reconocen el derecho de muchas comunidades palestinas a vivir en la Zona C y se niegan a permitirles las infraestructuras necesarias, estas familias no tienen acceso a agua corriente aunque una conducción de Mekorot discurre al borde de la carretera, a menos de 100 metros de su tierra. Para abastecerse de agua deben ir dos veces al día al punto local de suministro de agua gestionado por la empresa Mekorot. © Amnistía Internacional
Issa Nijoum es un antiguo cultivador de cítricos de Al Auja que ahora sólo cultiva plantas que requieren menos agua, como la calabaza y el pepino. En 2017 sólo tuvo acceso al agua durante 40 días en la temporada de cultivo, que suele ir de febrero a marzo, y la cosecha de calabazas se arruinó. Issa explicó que normalmente sus cultivos necesitan 120 días de agua al año. © Amnistía Internacional
Los restos de la cosecha arruinada de calabazas de Issa Nijoum, en un campo a las afueras del pueblo de Al Auja. © Amnistía Internacional
Un miembro del consejo local del pueblo de Al Auja sostiene una lima, que no se ha desarrollado totalmente. Explica que, desde mediados se la década de 1990, los limeros producen frutas y cosechas cada vez más pequeñas a causa de la falta de agua. © Amnistía Internacional
Acceso de los asentamientos israelíes al agua
Piscina en Ma’ale Adumim. Con un suministro de agua unas cuatro veces mayor que el que llega a las comunidades palestinas, los asentamientos israelíes como Ma’ale Adumim contrastan claramente con sus vecinos palestinos. © Amnistía Internacional
Vegetación exuberante en el asentamiento israelí de Ma’ale Adumim. Con 37.670 habitantes, este asentamiento es uno de los más poblados de los Territorios Palestinos Ocupados. © Amnistía Internacional
Recolección de uvas en al asentamiento israelí de Psagot, julio de 2017. La bodega de Psagot se fundó en 2003 y, según su sitio web oficial, produce unas 350.000 botellas de vino al año, el 70% de las cuales se exportan a mercados internacionales. El cultivo de uvas tiene gran valor y necesita mucha agua. © David Silverman/Getty Images
Plantación de dátiles de un asentamiento israelí cerca del pueblo de Al Auja, en el valle del Jordán, 21 de septiembre de 2017. Cada años se exportan a mercados internacionales artículos por valor de cientos de millones de dólares producidos en asentamientos israelíes construidos en tierras palestinas ocupadas, a pesar de que la inmensa mayoría de Estados han condenado oficialmente los asentamientos por ser ilegales en virtud del derecho internacional. © Amnistía Internacional
Punto de abastecimiento de agua a las afueras del pueblo de Al Auja, en el valle del Jordán. Para la población palestina que no tiene acceso a agua corriente, la situación es grave. Para satisfacer sus necesidades básicas, la gente se ve obligada a comprar agua adicional de camiones cisterna, generalmente dos veces al día. El agua es a menudo de calidad dudosa y es más cara que la suministrada a través de la red de abastecimiento de agua. © Amnistía Internacional
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Para Mustafa al Farawi, cultivador de dátiles de Al Jiftlik, la situación es semejante. La cantidad de agua disponible del pozo en su tierra ha disminuido sin cesar a lo largo de los años.
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Hace pocos años, Mustafa quiso abrir un nuevo pozo en un lugar distinto que garantizase más agua. Dice que un ingeniero hizo comprobaciones y determinó que había agua más cerca de la superficie en otra parte del terreno de la explotación. Solicitó los derechos de perforación pero las autoridades israelíes denegaron la solicitud. Finalmente decidió perforar el pozo de todos modos, sin permiso, pero el ejército israelí se presentó en el lugar y se lo impidió. Le dijeron que perforar el pozo era contrario a las órdenes militares israelíes y la construcción se detuvo.El pueblo de Furush Beit Dajan, en el norte de Cisjordania, con unos 930 habitantes, producía cítricos. Desde mediados de la década de 1990, los agricultores han tenido que diversificar sus cultivos debido al insuficiente suministro de agua.“No tenemos agua suficiente ni control sobre ella. La táctica de las autoridades israelíes es disminuir poco a poco el agua para que tengamos que dejar la tierra.”Mustafa al Farawi, Al Jiftlik
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Azim Mifleh tuvo que diversificar y cultivar en invernaderos. La mayoría de los cultivos que ahora produce, como pepinos, tomates y calabazas, sólo pueden cultivarse en invierno y primavera. © Amnistía Internacional
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Turistas palestinos de Nablús rezan en un centro turístico abandonado cerca del Mar Muerto, en el valle del Jordán. Desde 1967, las autoridades israelíes niegan a los palestinos el acceso al río Jordán a lo largo de todo su curso a través de Cisjordania. El nivel del agua en el Mar Muerto ha descendido drásticamente en los últimos 50 años debido a la desviación del río Jordán aguas arriba por Israel y por Jordania y Siria. El Mar Muerto está ahora a unos 500 metros del centro turístico cuando antes lo rodeaba. © Amnistía Internacional
El derecho al agua
Se ha reconocido que el derecho al agua se deriva del derecho a un nivel de vida adecuado y, por tanto, está implícitamente contenido en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y en otros instrumentos. El derecho al agua incluye la disponibilidad de agua suficiente para uso personal y doméstico, el acceso físico en cada hogar o sus inmediaciones, la accesibilidad económica, y una calidad adecuada del agua. Los Estados, como parte de sus obligaciones inmediatas, deben dar prioridad al acceso de todas las personas a la cantidad mínima esencial de agua suficiente y no contaminada para uso personal y doméstico, con el fin de prevenir enfermedades. Además, deben adoptar las medidas necesarias para la plena realización del derecho al agua, lo cual incluye tomar medidas positivas para ayudar a las personas y las comunidades a disfrutar de este derecho.En virtud del derecho internacional, Israel, como potencia ocupante en los Territorios Palestinos Ocupados, tiene la responsabilidad bien definida de respetar el derecho humano al agua de la población palestina. No sólo debe abstenerse de emprender acciones que violen este derecho o menoscaben la oportunidad de la población palestina de realizar el derecho, sino también proteger a la población palestina de injerencias de terceros en su disfrute del derecho al agua, y debe tomar medidas deliberadas, concretas y selectivas para garantizar el cumplimiento y la realización plenos de este derecho.“Los Estados, como parte de sus obligaciones inmediatas, deben dar prioridad al acceso de todas las personas a la cantidad mínima esencial de agua suficiente y no contaminada para uso personal y doméstico, con el fin de prevenir enfermedades.”Amnistía Internacional