En 1978 Manolo Vital, un conductor de autobús, decide cambiar su ruta y llevarlo hasta Torre Baró, en el extrarradio de Barcelona, y reclamar de esta forma que este barrio de casas autoconstruídas por sus vecinos pueda tener una forma de comunicación con la ciudad. Hablamos con Marcel Barrena, director de “El 47”, y con su actor protagonista, Eduard Fernández, sobre la película centrada en ese acto de desobediencia en una recién estrenada democracia.
Marcel Barrena en un momento del rodaje de la película "El 47". © Lucía Faraig
MARCEL BARRENA
¿Cómo conociste la historia de “El 47” y qué te motivó a hacer una película sobre el tema?
Descubrí la historia del 47 en un en un blog de transportes metropolitanos. Estaba buscando historias sobre Barcelona, mi ciudad. Me encontré con la historia de una necrológica de un señor que había secuestrado un autobús y pensé ‘¿esto qué es?’. Era un texto muy breve, pero había un comentario de su nieta. Empecé a charlar con ella y me contaba cosas de sus abuelos y poco a poco vi que la historia lo tenía absolutamente todo para mí: una historia sobre mi ciudad, sobre el catalán, sobre el castellano, sobre la integración, sobre la solidaridad y sobre gente que venía de fuera, como hicieron mis abuelos.
¿Qué conexión hay con las luchas de los años 70 y las actuales?
“El 47” es un juego de espejos. Muchos temas siguen siendo actuales y también eso era uno de los motivos de hacer la película. Yo no viví en los 70, pero sí que estoy viviendo lo que nos toca ahora. Los problemas, curiosamente, son más complejos, pero son los mismos: la lucha por tener una vivienda digna, la discriminación en los servicios públicos, la falta de empatía con los que vienen de fuera, y cómo se adaptan a las costumbres y a la cultura de este país.
Hay un conflicto inventado por ciertos sectores sobre las lenguas que se hablan en este país. Hay muchos temas que siguen siendo actuales y que está bien no olvidarlos. Era interesante poner la cámara en el pasado para ver temas del presente y que siguen entre nosotros y que supongo que seguirán durante mucho tiempo.
La película ha sido un éxito de taquilla, ¿por qué crees que la gente ha conectado también con una lucha casi de 40 años atrás?
La película ha conectado porque creo que habla de todas las personas. Ya no hay nadie o casi nadie que sea ocho apellidos de un lugar. La historia de este país es una historia de viajeros, de migrantes, así que a todos nos puede sonar una historia sobre un extremeño, sobre un andaluz que busca un futuro mejor. Es la historia de mis abuelos, es la historia de los abuelos de cualquiera, de los padres/madres de cualquiera o suya propia. La gente se ha hecho suya la historia y por eso ha habido cosas extraordinarias como aplausos en las salas como si fuera un concierto. Bueno, la película está trascendiendo fuera de lo cinematográfico y ese es el mejor de los premios. Es una película que sí, que sucede en Torre Baró, Barcelona, pero que en realidad habla de las personas y de la historia de este país.
Manolo Vital, cuando secuestró el autobús, realizó un acto de desobediencia civil y de protesta. ¿Por qué crees que es importante reivindicar el derecho a desobedecer leyes o situaciones injustas?
Es importante porque de la disidencia, de la queja, de la manifestación, es cómo se han conseguido los avances. Quedarse quietos y conformes con lo que hay nos lleva a pensar que no merecemos más derechos, y al contrario, cuando no luchas por tus derechos, se pierden. Entonces, personas como Manolo, que desde las cosas pequeñas consiguen grandes cosas, son muy importantes para que veamos que es necesario seguir promoviendo la manifestación y el enfrentamiento con el poder.
Esta película es un ejemplo de que sí se pueden conseguir las cosas. Los que creen que no se puede, que no tiene sentido luchar, a lo mejor ya están conformes con lo que tienen. Allá ellos, está bien, siempre y cuando reconozcan y homenajeen el suelo en el que pisan, los edificios en los que entran, las escuelas a las que van, los hospitales a los que necesitan ir… Las cosas están ahí porque alguien luchó por ello.
Para terminar, ¿consideras que el cine puede ser una herramienta para promover el cambio social?
Creo que el cine por sí solo no provoca un cambio, simplemente puede ayudar a empujar algo que ya está sembrado de alguna forma y el cine riega un poco esa semilla. El cine siempre ha sido un altavoz muy poderoso cuando, por ejemplo, la gente de raza negra tenía que ir en otros asientos en el autobús, y Hattie McDaniel gana un Oscar a mejor actriz secundaria... Cuando el sida era un tabú, Filadelfia puso sobre la mesa la solidaridad y la empatía con la gente que sufría la enfermedad. El cine siempre ha servido para esto, pero en sí no sé si puede cambiar algo o simplemente es un empujón más.
Eduard Fernández, protagonista de la película "El 47" en el papel de Manolo Vital, un conductor de autobús que desobedeció las reglas para transformar su comunidad.
EDUARD FERNÁNDEZ
¿Qué fue lo que te atrajo de la película ‘El 47’?
Muchas cosas. Era muy bonito el argumento de la película, lo que contaba era inspirador. El personaje era un emigrante que venía a Cataluña. Me gusta mucho la mezcla de culturas, de ideas, de lenguaje. Yo ya había trabajado con Marcel Barrena y queríamos lanzarnos y contar esta historia tan bonita, que es un secuestro poético, diría yo.
¿Cómo fue el proceso de preparación para meterse en el papel de Manuel Vital? ¿Hubo contacto con la familia, con el barrio?
Sí, fuimos al barrio. En Barcelona todo el mundo sabe que existe Torre Baró, pero casi nadie ha ido nunca a Torre Baró. Sabe que está ahí detrás de la montaña. Detrás del castillo, como diría Manolo Vital. Teníamos algún material, yo veía a Manolo Vital, cómo hablaba, cómo se movía, cómo era. Tenía que imitarlo un poco de alguna manera. Coger el acento extremeño y bueno, coger el personaje, que es un tío un poco para adentro. Es un héroe a su pesar.
Él al final secuestra un autobús porque, como dice él, es un secuestro. Yo creo que es una necesidad. Y lo hace porque tiene que hacerlo y no tiene miedo. Y no lo hace porque sí, creo que las luchas comunitarias, vecinales, tienen mucho sentido y hay que ser muy preciso para no errar los tiros, para no pedir todo de todo. Yo creo que Manolo era así. Manolo lo pidió, fue al ayuntamiento muchas veces a pedir transporte, un transporte para Torre Baró. Estaban sin sanidad, sin escuelas. Y si por algo, creo yo, hay que luchar en este país, es por los servicios públicos. Nos ha costado mucho montar la sanidad, pero cuesta muy poco desmontarla y costaría mucho volver a montarla. Y eso es sagrado. Entonces, en lugares que se están cargando la sanidad pública, privatizando, a mí me parece una barbaridad muy grande, debería estar penado.
¿Tú qué te llevas del personaje?
Siempre queda algo del personaje. Este es de los personajes bonitos que he hecho. Es un personaje que a mí me gusta por esa parquedad, esa sobriedad, ese ser incluso medio antipático a veces, pero que el interior es muy bonito y es muy social. Todo el mundo decía que Manolo Vital no hablaba mucho, pero cuando hablaba todo el mundo se callaba. Si hablaba Manolo era porque era necesario hablar. A mí este tipo de gente me emociona y me parece muy hermoso.
Era alguien que vivió en unas condiciones muy duras de vida, duras de verdad. Dejar tu tierra por obligación es muy es duro. Te vas a otro lugar, te construyes la casa, te la tira a la Guardia Civil o a la policía hasta que pones el techo. Es gente que se lo curró muy desde abajo y pedían cosas muy básicas como el agua, la luz, el alcantarillado, el transporte público. Lo bonito de Manolo Vital es esa dignidad que siempre ha tenido. Y esa dignidad se sustenta en una ideología, en un saber que tienes derecho. Por muy mal que te vaya, por muy mal que estés, eres un ser tan digno como cualquiera. Manolo nunca se perdió el respeto a sí mismo, y expandió ese respeto a la comunidad.
Si definiéramos lo que hizo Manolo Vital como un acto de desobediencia civil, ¿por qué es importante seguir protestando como hizo él?
Yo no diría que protestar es bueno siempre. Puedes estar haciendo una tontería del quince y que lo estés haciendo por tu ego. Hay que sujetar los egos de todas las personas, juntarnos en comunidad y hablar lo que sea preciso para que la protesta sea precisa, certera y efectiva.
Hay que ser preciso para saber qué es lo que necesitamos, cómo hay que intentar hacerlo por las vías que se puedan, y si no se pueden y es muy justo, hay que liarla formando parte de redes comunitarias. En eso Manolo fue un líder. Un líder a su pesar, pero un líder ético que lo tenía muy claro en ese sentido. Cuando se protesta tenemos que tener a alguien que nos ayude, o compartirlo para que merezca la pena, para no gastar energías en cosas que no hacen falta. Se pueden pedir mil cosas, pero hay que ver cuál prima, organizarnos y pedirla.