Visite usted México, el país de las personas desaparecidas. Así debería figurar en wikipedia y en las páginas turísticas. Allí donde los hombres desaparecen y las madres, hermanas, hijas o esposas los buscan por ciudades, caminos y montañas. Un país donde el Estado, o colabora con los delincuentes que las practican, o mira hacia otro lado con indiferencia, o niega que las desapariciones sean generalizadas o sistemáticas a pesar de que México es también una inmensa morgue con 72.100 cuerpos sin identificar y una fosa común que se bifurca en mas de 5.695 fosas clandestinas.
“México es una inmensa morgue con más de 72.100 cuerpos sin identificar.”
Las mujeres buscadoras transforman el dolor en acción portando los rostros las personas desaparecidas como un grito de justicia © AI México
Dos momentos clave en la historia de las desapariciones forzadas
Las desapariciones en México se concentran en dos grandes momentos de su historia. El primero, entre 1965 y 1990, periodo conocido coloquialmente como “Guerra Sucia”, que se caracterizó por la comisión de graves violaciones a derechos humanos de manera sistemática y generalizada contra diversos sectores de la población en una lógica contrainsurgente, política si queremos llamarlo así, por parte del Estado. En ese periodo, el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas contabilizó 1.072 desapariciones.
El segundo momento desgraciado de su historia se inició durante la presidencia de Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) y se prolonga hasta hoy. Se desataron los demonios durante la mal llamada “guerra contra el narcotráfico o “guerra contra las drogas”, donde la principal estrategia de seguridad pública ha sido y es la militarización. Esto es, una política basada en el despliegue masivo de fuerzas armadas en regiones con presencia del crimen organizado, con poca coordinación y limitada subordinación a autoridades civiles.
Mientras yo estaba en México este año se alcanzó la cifra récord de 130.000 personas desaparecidas y, dicho de otra manera, desaparecen 40 personas al día. Esta cifras aterradoras, que siempre ocultan vida e individualidad, indican que la desaparición de personas, bien por grupos armados de delincuentes, bien por particulares o bien por parte de funcionarios del Estado es mas que una crisis temporal; ha devenido en una violación congénita de derechos humanos que asola, en mayor o menor grado, a los habitantes de treinta estados del país.
“En México hay más de 130.000 personas desaparecidas: 40 cada día. No es una crisis temporal, es una tragedia nacional de derechos humanos.”
Guerrero: símbolo de la violencia y la búsqueda de personas desaparecidas
Guerrero es uno de ellos. Un estado atormentado por su historia y su presente. En la época de las desapariciones políticas, por ejemplo,los vuelos de la muerte que reportó en su carta Benjamín Apresa, un militar desertor asignado a la base aérea militar número 7 de Pie de la cuesta, da cuenta de 183 personas (174 hombres y 9 mujeres), registradas con sus nombres y seudónimos y que fueron tiradas al mar, distribuidas en 19 viajes. El 89 por ciento de las personas registradas en los vuelos de la muerte eran de Guerrero. Con los años, las desapariciones lejos de disminuir se incrementaron con la expansión de los grupos de la delincuencia organizada en colusión con las autoridades del Estado. La policía y las fuerzas armadas fueron infiltradas por la delincuencia como quedó demostrado con la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en 2014 en Guerrero.
Allí, en ese estado, estuvimos presentando la reciente investigación de Amnistía Internacional México sobre la lucha de las buscadoras de personas desaparecidas tanto en su capital Chilpancingo, como en Tixtla y Tlapa junto a los colegas del Centro de Derechos Humanos de la Montañay las propias mujeres buscadoras que desafiaron el miedo para denunciar la desaparición de sus familiares.
Con palas, picos y esperanza, mujeres buscadoras cavan en campos y fosas clandestinas para encontrar a sus seres queridos desaparecidos. © AI México
Mujeres buscadoras de personas desaparecidas: lucha en medio del dolor
Consulto mi cuaderno de notas sobre el viaje a Guerrero y voy a Tlapa, en plena montaña y a más de 300 kilómetros de la capital del país. Allí nos juntamos con mujeres buscadoras, una buena parte indígenas, y varias de ellas venidas desde muy lejos para poder hablar con Amnistía Internacional y denunciar, con precisión, las casos de sus familiares desaparecidos. Forman el colectivo Luciérnaga surgido de la necesidad de juntarse y buscar la verdad y la justicia, luchar contra el miedo y ahogar el dolor. El colectivo está integrado por 50 familias. De las ocho jornadas de búsqueda de personas desaparecidas por trochas, campos y veredas –que han impulsado ellas mismas hasta hoy, no el Estado–, encontraron 11 cuerpos y más de 120 restos humanos.
“Amalia perdió a su hijo y a su esposo; Susana tuvo que pagar por pruebas de ADN; Brenda lleva seis años sin respuestas. La impunidad se repite en México.”
Las circunstancias que relatan se repiten hasta formar una pauta de desinterés y complicidad de funcionarios del Estado. El hijo de Amalia desapareció en el año 2016 cuando salía de casa, fue detenido y no supo nada más de él. Su esposo fue asesinado. Susana relata las penurias de la búsqueda de su marido desaparecido y cómo las autoridades le pedían dinero para hacerse las pruebas de ADN cada vez que encontraban restos que podrían ser el de su esposo; Brenda nos habla de su hermano, ya seis años desaparecido y que apenas ya sale ninguna autoridad a buscarlo a ninguna parte. Una de las buscadoras nos sorprende y sonríe al contarnos que por fin el 8 de enero de este año apareció el cuerpo de su esposo.
“Que me escuche alguien que tenga interés y resuelva”, me decía Austria sobre su familiar desaparecido en Tlapa.
Al escucharlas entiendo mucho mejor la información que refleja la investigación de Amnistía Internacional. La gran mayoría de ellas padece deterioro en su salud física y mental, destacando la depresión, el insomnio y la aparición de enfermedades o el deterioro de enfermedades preexistentes. Además, estas mujeres dedican sus recursos económicos y sociales a la búsqueda, en detrimento de sus propias condiciones de vida digna, más aún cuando provienen de contextos empobrecidos, escasos recursos y/o empleos precarizados.
Una de las mujeres buscadoras muestra con orgullo la foto de su ser querido desaparecido. ‘Hasta encontrarte’ es su promesa diaria. © AI México
Exigencias y movilización por la verdad y la justicia
Son incansables. Su lucha por la justicia y por la verdad es conmovedora. El pasado 29 de agosto se manifestaron frente al Congreso del estado de Guerrero. En su movilización exigieron a las diputadas y diputados la aprobación de la Ley en materia de desaparición de personas –es el único Estado sin esta ley– la creación de un Centro de Identificación Humana; así como la independencia de la Comisión Estatal de Búsqueda y la Comisión Estatal de Atención a Víctimas para que reciban mayor presupuesto y tengan derecho a la canasta básica.
Las Luciérnagas y su lucha en el país de las personas desaparecidas, no se limita a Guerrero, y a veces logran alumbrar la oscuridad. Entre los días 26 y 30 de agosto el colectivo #Hastaencontrarte y Amnistía Internacional México, en su visita al estado de Guanajuato, lograron que las autoridades se comprometiesen a que las familias de personas desaparecidas accedan a servicios de salud física y mental, asesoría jurídica y protección; y que la Fiscalía realice una toma masiva de muestras de ADN para avanzar en la identificación de personas no localizadas. En Guanajuato hasta hoy siguen desaparecidas 5.123 personas.
México es un gran país. En España lo conocemos bien. Fue el país generoso hacia nuestro exilio tras la Guerra Civil y durante la dictadura. Un país de cultura mayúscula con escritores universales y universidades prestigiosas. Pero también es un país donde desaparece la gente y no se sabe nunca mas de ellos. El primer paso para resolver el problema es reconocer, desde el más alto nivel del Estado, el problema: las desapariciones. Como refleja el Comité Contra la Desaparición de Naciones Unidas, son generalizadas y sistemáticas, y se debe abrir el diálogo con familias, sociedad civil y organismos internacionales para hacer frente a esta situación.