Admiración y envidia sana. Eso es lo que sentí en la reunión, hace ya más de 20 años, con el equipo del ministerio de Asuntos Exteriores canadiense que había impulsado, junto a una coalición de ONG entre las que se contaba Amnistía Internacional, el tratado de Ottawa que en 1997 prohibió las minas antipersonales. En aquella sala pensé: “¡Caray! La de cosas que se pueden con un mínimo de recursos y un compromiso político…”.
Es verdad que en aquella reunión de 2003 no conseguimos lo que buscábamos, ni más ni menos convencer a Canadá (que bastante tenía ya con lo de las minas) para que encabezase una coalición que promoviera el Tratado sobre el Comercio de Armas que tardaríamos una década en conseguir y que vio la luz el 2 de abril de 2013. Así que lo intentamos con Noruega, entonces inmersa en la preparación del Tratado de Dublín, que en 2008 prohibió las bombas de racimo, pero tampoco hubo suerte.
Sin embargo, a la tercera, fue la vencida. A instancias del director de AI Finlandia, Frank Johansson, que sabía del interés en este tema del entonces ministro de Asuntos Exteriores, probamos con Finlandia y lo conseguimos y el país nórdico implicó luego a un pequeño grupo que incluyó a Reino Unido, Kenia y Japón, entre otros. Por eso es más dolorosa su de abandonar este tratado, que debilita todo un sistema de acuerdos internacionales construido en los últimos 30 años para proteger a la población civil y reforzar la seguridad humana.
Pero empecemos por el principio. Veamos primero qué son las minas antipersonales, luego cómo están reguladas, sus efectos, dónde se pueden comprar y qué supone la decisión de algunos países fronterizos con Rusia de poder usarlas de nuevo.
1.- ¿Qué son las minas antipersonales?

Abdullah resultó herido cuando el burro en el que viajaba pisó una mina terrestre en Hodeidah a principios de 2019. Los médicos tuvieron que amputarle el pie izquierdo. © Amnesty International
Las minas antipersonales, o las denominadas minas terrestres antipersonal, son artefactos explosivos indiscriminados o imprecisos diseñados para detonar cuando alguien se acerca a ellos.
Una mina solo explota cuando alguien o algo (una persona, un animal o un vehículo) la toca. Han sido concebidas para ser colocadas en el suelo o cerca de éste y que explosionen por la presencia, la proximidad o el contacto de una persona. Normalmente se activan cuando se pisan o mediante un cable detonador.
Por lo tanto, pueden golpear cualquier cosa o a cualquier persona. Esto se debe a que estas minas están ocultas en el suelo, por ejemplo, bajo las hojas o en el agua.
Resulta imposible saber cuántas minas hay enterradas en el mundo, porque permanecen sin detectar hasta el momento en que estallan. Sin embargo, la magnitud del problema puede medirse por el número de minas terrestres que ya se han descubierto y desactivado.
El derecho internacional humanitario prohíbe tanto el uso de armas indiscriminadas como los ataques indiscriminados que ponen en peligro la vida de civiles, es decir, personas que no actúan como soldados. Los ataques indiscriminados deliberados que matan a civiles son crímenes de guerra.
Incluso las personas que se dedican profesionalmente a hacer la guerra consideran que las minas terrestres antipersonales son un arma obsoleta e ineficaz. Un estudio exhaustivo de la Cruz Roja también demuestra que los aparentes beneficios militares de las minas terrestres antipersonal son muy inferiores al daño humanitario que causan.
2.- ¿Qué es la Convención de Ottawa?

Un soldado ucraniano carga una plataforma robótica de colocación de minas durante un entrenamiento militar. © SOPA Images/SIPA/2409011828
La Convención de Ottawa es un tratado internacional de prohibición de minas. Prohíbe el uso, la producción, el almacenamiento y la transferencia de minas antipersonal. Ha sido ratificado por 165 países de los 193 de la ONU. Por lo tanto, una clara mayoría de los países del mundo (el 85%) ha optado por prohibir las minas terrestres antipersonal. Solo aproximadamente 30 países han optado por no participar en la Convención de Ottawa, entre ellos Rusia, Corea del Sur, Corea del Norte, China y Estados Unidos.
La Convención de Ottawa se adoptó para evitar muertes de civiles en conflictos que implicaran el uso de minas terrestres antipersonal. Forma parte de la respuesta internacional al sufrimiento generalizado que producen las minas antipersonales y una arquitectura de tratados para proteger a la población civil.
La Convención se basa en normas consuetudinarias de derecho internacional humanitario aplicables a todos los Estados. Estas normas prohíben el empleo de armas que, por su naturaleza, no distingan entre personas civiles y combatientes o causen sufrimientos innecesarios o daños superfluos. La Convención se abrió a la firma el 3 de diciembre de 1997 en Ottawa y entró en vigor el 1 de marzo de 1999.
Los Estados que se adhieran a este tratado no deben, en ninguna circunstancia, emplear, desarrollar, producir, almacenar o transferir minas ni ayudar a un tercero a que lo haga. Además, deben destruir, en el plazo establecido, las minas antipersonal existentes, estén almacenadas o sembradas.
Desde que en 1997 se adoptó la Convención de Ottawa, se han destruido 53 millones de minas. Los recortes de la Administración Trump a la ayuda internacional estadounidense, que suponía el 40% de la financiación del desminado global, auguran negros presagios y más víctimas de las minas.
3.- ¿Cuáles son las consecuencias de las minas antipersonales para los civiles?
Las minas terrestres antipersonal no distinguen si la persona que las detona es soldado o civil. Por lo tanto, las minas terrestres son extremadamente peligrosas para las personas civiles, como los menores en una zona fronteriza o, por ejemplo, una persona solicitante de asilo que huye de la persecución a través de la frontera.
Su uso continuando en Ucrania, Myanmar, Colombia y otros países hizo que en 2023, más de 5.000 personas, el 84% de ellas civiles, murieran a causa de las minas terrestres.
Las minas sin explotar pueden inutilizar grandes áreas y seguir matando o mutilando a personas décadas después de haber sido colocadas.
A nivel internacional, alrededor del 80 % de las víctimas de minas antipersonal no son soldados que trabajan para las fuerzas armadas, sino personas corrientes. La mitad de las víctimas son menores.
Las minas terrestres pueden permanecer en su lugar durante décadas, lo que significa que todavía pueden mutilar, herir o matar a gente años después de terminado el conflicto.
Una vez que se activan, la explosión puede destruir múltiples extremidades, pues proyecta restos que rocían a las víctimas con fragmentos que pueden causar profundas heridas.
Se trata de armas que no son capaces de distinguir entre soldados y personas civiles y suelen matar o mutilar gravemente. Al ser relativamente baratas, pequeñas y de fácil manejo, causan un sufrimiento terrible y causan una devastación social y económica enorme en docenas de países en todo el mundo.

Andrey Bychenko, de Gosteml, en la región de Kiev, herido con múltiples fracturas óseas y una grave pérdida de sangre causada por una mina terrestre rusa. © SOPA Images/SIPA/2204110926
4.- ¿Dónde se pueden comprar minas?
Si un país se retira de la Convención de Ottawa y despliega minas antipersonales, tendrá que decidir dónde obtener minas que violen las normas internacionales. En la práctica, esto significa comerciar con armas con países que han optado por no adherirse a la Convención de Ottawa, como Rusia o Corea del Norte, o empezar a fabricar sus propias minas, un arma prohibida internacionalmente.
5.- ¿Por qué se opone Amnistía a que se abandone la prohibición de las minas?
El objetivo principal de la Convención de Ottawa es proteger a la población civil. Forma parte de un sistema de derecho internacional y tratados diseñados para garantizar que los Estados de todo el mundo cumplan las normas acordadas en todas las situaciones.
La decisión de Finlandia, Polonia y Letonia, Estonia y Lituania de retirarse del tratado que prohíbe las minas es un inquietante paso atrás que socava aún más el consenso mundial destinado a minimizar el daño a la población civil durante los conflictos armados. Además, podría tener un efecto dominó sobre otros países limítrofes con Rusia, a la que perciben como una amenaza creciente. En el caso de Lituania esto se agrava por su decisión de abandonar la Convención sobre Municiones de Racimo.
La alternativa a un sistema basado en normas, por muchos defectos que tenga, sería la ley del más fuerte. Por eso el sistema basado en normas es especialmente importante para los países pequeños y medianos, como Finlandia y las repúblicas bálticas, frente a las potencias hegemónicas.
Para Amnistía, el sistema basado en tratados no debe verse socavado por las fluctuaciones de la política de seguridad nacional de determinados países. Más que nunca, toca reforzarlo y corregir sus deficiencias para garantizar la seguridad humana.
