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Un niño toca la pandereta encima de un coche

Un niño toca la pandereta durante un desfile organizado por defensores de la comunidad en el asentamiento gitano rumano de "el Gallinero", en las afueras de Madrid, noviembre de 2012. © REUTERS/Susana Vera

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Votar con conciencia antirracista

Yeison F. García López (@garcialopezyei1), Politólogo y activista antirracista,

El próximo 23 de julio tenemos una nueva cita electoral en la que nos jugamos mucho todas aquellas personas y organizaciones que estamos comprometidas con la justicia racial. Estamos viendo cómo los discursos de odio racista están muy presentes en la escena política. Esta narrativa racista construye a la persona “no blanca” como el invasor, como el criminal, como el que se aprovecha de las ayudas, pero principalmente aquel que pone en riesgo la identidad de España.

Para entender la permeabilidad que nuestra sociedad tiene a las narrativas de odio racista, debemos abandonar la idea de que el racismo es algo circunstancial, que sucede puntualmente, para pasar a entenderlo como un problema histórico, el cual es profundamente corrosivo para nuestra democracia. El pasado esclavista, colonial e imperialista de España continúa dando forma a la vida política de nuestro país, sigue generando una jerarquización racial que sitúa a las personas “no blancas” en las partes inferiores y a las personas “blancas” en la cúspide del ideal de humanidad.

Esta reproducción del orden racial en nuestra sociedad la podemos ver en las dificultades que tenemos las personas que pertenecemos a las comunidades y pueblos “no blancos” para ver garantizados nuestros derechos. Algo que debería ser normal como es alquilar una vivienda, se convierte en una odisea sólo por tu color de piel o tu nombre y apellidos. Podemos hablar de la segregación racial que hay en nuestro sistema educativo, la cual afecta principalmente a la infancia y juventud del Pueblo Gitano y a las de varias comunidades migrantes. Misma segregación, u ordenación racial, que es la razón de ser de las paradas policiales por perfil racial.

Los discursos de odio racista contra la migración sólo buscan trasladar el conflicto hacia las capas populares de nuestra sociedad para desviar la mirada de aquellos que se benefician del sistema de explotación laboral que busca que las personas migrantes estén sin derechos, lo que Sandro Mezzadra nombra como la inclusión a través de la exclusión; las élites políticas y económicas que abanderan los discursos de odio racista no es que no quieran que haya personas migrantes en España, sino que quieren que estén pero sin derechos, buscan neutralizar cualquier tipo de alianza política entre las capas más vulnerabilizadas por las lógicas del capitalismo racial.

La otra cara de los discursos de odio racista es la de la negación constante de la histórica diversidad étnico racial de nuestro país. Hay un olvido generalizado de los ocho siglos durante los cuales las personas africanas, árabes y musulmanas dejaron huellas imborrables en nuestra identidad española. Esta identidad sigue construyéndose en contraposición a la del Pueblo Gitano, instalando en nuestro imaginario la idea de que somos y siempre hemos sido una sociedad racialmente homogénea.

Estas elecciones generales podrían haber servido para construir una contra narrativa comunitaria que enfrentara los discursos de odio racista. Se podría haber generado un proceso en el que el antirracismo ganara un protagonismo mayor en el debate público. Sin embargo, vuelve a ser el racismo el que sigue jugando un papel central en la configuración del tipo de sociedad que hemos sido, somos y queremos ser.

¿Y qué hacemos si el antirracismo no está presente en estas elecciones? Reafirmar nuestro poder comunitario; en esta coyuntura político-electoral no nos queda otra que llamar a votar, crear conciencia sobre la importancia de votar contra los discursos de odio racista, movilizar el voto desde narrativas antirracistas, sensibilizar a cada vez más personas y organizaciones que el racismo es una cuestión histórica y de poder cuyas consecuencias están muy vivas en nuestro presente, y que por tanto, no podemos hablar de justicia social, ni de democracia, sin nombrar y comprometernos con la justicia racial.

Pero principalmente reafirmar nuestro poder comunitario es seguir generando las condiciones políticas, económicas, estéticas y sociales para que el antirracismo sea un eje desde donde repensar el poder y la política. Necesitamos un nuevo contrato social que reconozca la subjetividad política antirracista como un agente transformador y generador de igualdad real. El antirracismo es el mejor antídoto frente a los que promueven una nostalgia imperialista y a los que mienten tras la muerte de al menos 37 personas en Melilla. Elaborar políticas públicas desde una perspectiva antirracista puede ser una de las vías que nos permita desmantelar las estructuras del Estado que sostienen la jerarquización racial.

Si cada vez somos más las que nos implicamos en el antirracismo, dejaremos casi sin espacio a aquellos que generan su marco político desde los discursos de odio racista. Si cada vez somos más las que vemos la necesidad de confrontar nuestro pasado esclavista y colonial, nos daremos la oportunidad como sociedad de hacer las cosas de otra manera, de frenar la inercia histórica del racismo. Si cada vez somos más, será inadmisible que el antirracismo no tenga un protagonismo real en las citas electorales.

Nuestra misión como antirracistas en esta campaña es la de movilizar una conciencia que haga entender a nuestra sociedad que la justicia racial, al igual que lo son los feminismos, la justicia climática y la defensa de los derechos LGTBQ+, también es un vector desde el cual construir presente, esperanza y los vínculos sociales que sostienen lo comunitario.

El 23 de julio, no te quedes en casa, sal a votar contra los discursos de odio racista, es nuestra responsabilidad; vota con conciencia antirracista, vota por el país donde queremos vivir. Y después de las elecciones, a seguir construyendo autoorganización antirracista.

Amnistía Internacional respeta los puntos de vista del autor, pero no comparte necesariamente todas las opiniones expresadas.

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