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© Asia Alfasi/PositiveNegatives/Amnesty International

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Diana: Víctima de múltiples violaciones

Por Amnistía Internacional,
Honduras, El Salvador y Guatemala son tres de los países más peligrosos del mundo con índices de homicidio varias veces superiores a la media mundial.
Las bandas criminales que controlan amplias zonas de estos países obligan a los niños a unirse a ellos, a las niñas a convertirse en esclavas sexuales, a los tenderos y conductores de autobús a pagar elevados impuestos, y asesinan a cualquiera que se atreva a negarse. Al no abordar esta crisis, los gobiernos obligan a miles de personas a escapar en busca de seguridad. Según la Agencia de la ONU para los Refugiados, el ACNUR, el número de personas procedentes de estos tres países que solicitan asilo en el mundo se ha multiplicado por siete desde 2010. Hay pruebas de que estas personas se enfrentan a violencia extrema y quizás la muerte si no se les reconoce la condición de refugiado. Las deportaciones desde algunos países, especialmente México y Estados Unidos, han aumentado desde 2012.
Amnistía Internacional habló con Diana* [pseudónimo] es una mujer hondureña de 39 años que huyó de su país a causa de la violencia de las maras. Vive en México, donde ha pedido asilo. Salí de Honduras en 2004 porque a mi hermano lo mató una mara. Estaba sentado en una piedra delante de mi casa cuando llegaron los de la mara; lo mataron delante de mi madre y de mí. Presenté una denuncia penal contra los miembros de la mara, y la policía los detuvo, pero no fueron a prisión, y empezaron a amenazarme.
Me quedé en México y en 2007, después de que me violaran, me quedé embarazada. El hombre que me violó era un narcotraficante del centro de México. Mi casero en México quiso venderme a él pero, cuando traté de escapar, me violó
Diana, mujer hondureña de 39 años
Salí de Honduras y fui al centro de México en lo alto de un tren de mercancías que viaja hacia la frontera estadounidense [conocido como “La Bestia” por lo peligroso que resulta para las personas migrantes]. Me quedé en México y en 2007, después de que me violaran, me quedé embarazada. El hombre que me violó era un narcotraficante del centro de México. Mi casero en México quiso venderme a él pero, cuando traté de escapar, me violó. Cuando me quedé embarazada, me entregué a las autoridades de migración mexicanas, y ellas me devolvieron a Honduras. Di a luz a mi hijo ya de vuelta en Honduras. Para abandonar el hospital después de dar a luz, unos amigos míos tuvieron que esconderme en un automóvil. No podía quedarme en mi casa porque era demasiado peligroso, así que me quedé en la casa de una persona amiga mía. El pleito contra los asesinos de mi hermano aún está abierto. Ninguno de ellos está en prisión, probablemente porque tienen dinero. Un mes después tuve que marcharme de nuevo porque seguía en peligro, y tuve que dejar a mi hijo con mi madre. Tomé el autobús para llegar a la frontera mexicana, hasta Guatemala, y luego crucé a México. Me quedé en el sur de México hasta 2015, trabajando en una cocina. Pero, entonces, llegó a la zona donde yo vivía un traficante de personas que yo creía que podía estar relacionado con la mara responsable de la muerte de mi hermano, y me asusté.
Cuando me quedé embarazada, me entregué a las autoridades de migración mexicanas, y ellas me devolvieron a Honduras.
Diana, mujer hondureña de 39 años
Así que en febrero de ese año me trasladé más hacia el norte de México, porque allí tenía una persona amiga mía. Por aquella época me trajeron a mi hijo de Honduras para que viviera conmigo. Después de aquello traté de ir aún más al norte, al estado de Zacatecas, pero las autoridades mexicanas me detuvieron en un control durante el camino. Desde allí nos llevaron, a mi hijo y a mí, al centro de detención de inmigrantes de Ciudad de México, donde estuvimos seis meses. En el centro presenté una solicitud de asilo a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR). La solicitud fue denegada, y no quise apelar porque mi hijo y yo tendríamos que habernos quedado en el centro para inmigrantes durante el proceso de apelación. Por tanto, en septiembre de 2015 fuimos deportados, esta vez en avión, de vuelta a Honduras. Unos meses después, en marzo de 2016, apareció en la puerta de mi casa una nota de la mara que decía que sabían dónde estaba y que iban a matarme, a mí y a quien estuviera conmigo. Tres días después, unos automóviles sospechosos aparecieron frente al apartamento donde vivía con una persona amiga mía. Un vecino me dijo más tarde que un hombre drogado había preguntado por mí y le había dicho que me iba a matar. Así que empaqueté mis cosas y volví a México.Viajaba con mi hermana y una mujer llamada Raquel* [pseudónimo], otra hondureña a la que había conocido anteriormente en un refugio para migrantes. Queríamos bajar en Zacatecas (centro de México), pero el tren iba demasiado deprisa y no pudimos saltar a tiempo. Cuando atravesábamos Chiapas, en el sur de México, las tres fuimos violadas. Caminábamos por la carretera y un muchacho vino y nos advirtió de que tomáramos otra ruta porque estábamos cerca de un control. Tomamos una ruta diferente por recomendación del muchacho pero, tras pasar dos bloques, aparecieron dos hombres con machetes. Nos atraparon y nos obligaron a tumbarnos boca abajo en el suelo. Nos insultaron y nos agarraron. Uno de los hombres violó primero a mi hermana, luego a Raquel, y luego a mí. Llevaba la cara tapada. También nos robaron 3.500 pesos.Llegué al albergue para migrantes del norte de México en julio. Fui a denunciar la violación ante la fiscalía especial para delitos contra migrantes. Una vez más, pedí asilo en México. En estos momentos trabajo en una fábrica aquí, y mi hijo está con mi madre en Honduras.

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