(Londres) Los gobiernos poderosos y los grupos armados están fomentando deliberadamente el miedo para erosionar los derechos humanos y crear un mundo cada vez más polarizado y peligroso. Así lo ha manifestado Amnistía Internacional al presentar su Informe 2007, en el que realiza su evaluación anual sobre la situación de los derechos humanos en el mundo. “Mediante unas políticas cortas de miras que siembran el temor y la división, los gobiernos están socavando el Estado de derecho y los derechos humanos, alimentando el racismo y la xenofobia, dividiendo a las comunidades, intensificando las desigualdades y sembrando las semillas de más violencia y conflictos”, ha declarado Irene Khan, secretaria general de la organización. “La política del miedo está generando una espiral descendente de abusos contra los derechos humanos en la que ya ningún derecho es intocable y donde nadie está a salvo.” “La ‘guerra contra el terror’ y la guerra de Irak, con su catálogo de abusos contra los derechos humanos, han creado profundas divisiones que arrojan una sombra sobre las relaciones internacionales y dificultan aún más la resolución de conflictos y la protección de la población civil.” Marcada por la desconfianza y la división, la comunidad internacional se ha visto demasiado a menudo impotente, o no ha mostrado la suficiente voluntad, frente a las grandes crisis de derechos humanos de 2006, ya sea en conflictos olvidados como los de Chechenia, Colombia y Sri Lanka, o en los más destacados, como los de Oriente Medio. La ONU tardó semanas en reunir la voluntad suficiente para pedir un alto el fuego en el conflicto de Líbano, en el que perdieron la vida aproximadamente 1.200 civiles. La comunidad internacional no se atrevió a abordar el desastre de derechos humanos derivado de las severas restricciones a la libertad de circulación de la población palestina en los Territorios Ocupados, los implacables ataques del ejército israelí y la lucha entre facciones de grupos palestinos. “Darfur es una herida sangrante en la conciencia del mundo. El Consejo de Seguridad de la ONU se ve obstaculizado por la desconfianza y el doble juego de sus miembros más poderosos. El gobierno de Sudán está jugando con la ONU, y mientras tanto 200.000 personas han muerto, la cifra de desplazados supera los dos millones, y los ataques de la milicia se extienden a Chad y la República Centroafricana", ha manifestado Irene Khan. Y aprovechándose del arco de inestabilidad que se extiende desde las fronteras de Pakistán hasta el Cuerno de África, los grupos armados han mostrado su poderío y han perpetrado abusos masivos contra los derechos humanos y el derecho internacional humanitario. “A menos que los gobiernos aborden los agravios de los que se alimentan estos grupos, a menos que proporcionen un liderazgo efectivo para hacer que estos grupos rindan cuentas de los abusos que han cometido, y a menos que se muestren ellos mismos dispuestos a rendir cuentas de sus propios actos, se presenta un sombrío panorama para los derechos humanos”, ha manifestado Irene Khan. En Afganistán, la comunidad internacional y el gobierno afgano desaprovecharon la oportunidad de crear un Estado efectivo basado en los derechos humanos y el Estado de derecho, y dejaron a la población sumida en una corrupción y una inseguridad crónicas y a merced de unos renacidos talibanes. En Irak, las fuerzas de seguridad incitaron a la violencia sectaria en lugar de reprimirla, el sistema de justicia se demostró absolutamente inadecuado, y las peores prácticas del régimen de Sadam (la tortura, los juicios injustos, la pena capital y las violaciones sexuales impunes) continuaron inabatibles. “En muchos países, la política del miedo está avivando la discriminación, ensanchando el abismo entre ‘quienes tienen’ y ‘quienes no’, entre ‘ellos’ y ‘nosotros’, y está dejando desprotegida a la población más marginada”, ha manifestado Irene Khan. Tan sólo en África, cientos de miles de personas fueron desalojadas por la fuerza de sus casas sin el debido proceso, sin indemnización y sin refugio alternativo, en muchos casos en nombre del progreso y el desarrollo económico. La clase política jugó con el temor a la migración incontrolada para justificar la aplicación de medidas más estrictas contra solicitantes de asilo y refugiados en Europa occidental, mientras que los trabajadores y trabajadoras migrantes sufrieron desprotección y explotación en todo el mundo, desde Corea del Sur hasta la República Dominicana. La brecha entre musulmanes y no musulmanes se hizo más profunda, avivada por las estrategias antiterroristas discriminatorias de los países occidentales. En todo el mundo aumentaron los casos de islamofobia, antisemitismo, intolerancia y ataques a minorías religiosas. En Rusia se produjeron numerosos delitos de odio contra extranjeros y en otros países de Europa proliferaban la segregación y la exclusión de la comunidad romaní, ilustrando la flagrante inacción de los dirigentes a la hora de combatir el racismo y la xenofobia. “La creciente polarización y el aumento del temor por la seguridad nacional redujeron el espacio para la tolerancia y el disentimiento. En todo el mundo, desde Irán hasta Zimbabue, muchas voces independientes sobre derechos humanos fueron silenciadas en 2006”, ha declarado Irene Khan. La libertad de expresión se vio sometida a diversas formas de represión, desde el procesamiento de escritores y defensores de los derechos humanos en Turquía, hasta el homicidio de activistas políticos en Filipinas, pasando por el constante acoso, vigilancia y, a menudo, encarcelamiento de quienes defienden los derechos humanos en China, y por el asesinato de la periodista Anna Politkovskaya y las nuevas leyes que regulan las ONG en Rusia. Internet se convirtió en la nueva frontera en la lucha por el derecho a disentir, con la detención de activistas y la actuación de empresas en connivencia con los gobiernos para restringir el acceso a la información en la web en países como China, Irán, Siria, Vietnam y Bielorrusia. La represión “a la antigua” cobró nueva vida bajo la forma de lucha contra el terrorismo en países como Egipto, mientras que, en Reino Unido, unas leyes antiterroristas de muy vaga definición constituían una amenaza potencial a la libertad de palabra. Cinco años después de los atentados del 11 de septiembre, en 2006 surgieron nuevos datos sobre la manera en que el gobierno estadounidense trataba el mundo como un campo de batalla gigante de su “guerra contra el terror”, secuestrando, deteniendo, recluyendo arbitrariamente, torturando y transfiriendo a sospechosos de una prisión secreta a otra por todo el mundo e impunemente, en lo que Estados Unidos ha dado en llamar “entregas extraordinarias”. “Nada ilustra mejor la globalización de las violaciones de derechos humanos que la ‘guerra contra el terror’ encabezada por Estados Unidos y el programa estadounidense de ‘entregas extraordinarias’, en el que están implicados gobiernos de países tan distantes como Italia y Pakistán, Alemania y Kenia”, ha manifestado Irene Khan. “Las estrategias antiterroristas perversas apenas han logrado reducir la amenaza de la violencia o garantizar la justicia para las víctimas del terrorismo, pero sí han hecho mucho daño a los derechos humanos y al Estado de derecho en todo el mundo.” Amnistía Internacional ha pedido a los gobiernos que rechacen la política del miedo e inviertan en instituciones de derechos humanos y en el Estado de derecho en los ámbitos nacional e internacional. “Hay señales esperanzadoras. Las instituciones europeas han creado un impulso en favor de la transparencia y la rendición de cuentas en cuanto a las ‘entregas extraordinarias’. Gracias a la presión de la sociedad civil, la ONU acordó elaborar un tratado para controlar las armas convencionales. En una serie de países, los nuevos dirigentes y cámaras de representantes que han llegado al poder tienen la oportunidad de reparar la ausencia de liderazgo que ha asolado los derechos humanos en los últimos años. El nuevo Congreso de Estados Unidos podría tomar las riendas para establecer una nueva tendencia, restaurando el respeto por los derechos humanos tanto en su país como en el extranjero”, ha declarado Irene Khan. “Igual que el calentamiento global requiere una acción mundial basada en la cooperación internacional, el derretimiento de los derechos humanos sólo puede abordarse mediante la solidaridad mundial y el respeto del derecho internacional.”
La política del miedo crea un mundo peligrosamente dividido
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