Amnistía Internacional se muestra satisfecha por la excarcelación del pastor Yousef Naderkhani tras la celebración de un nuevo juicio, aunque declara que la objeción del pastor iraní al requisito educativo de que todos los menores deben aprender el Corán, no debería haber desembocado en casi tres años de prisión. La organización pide que las autoridades garanticen que el nuevo Código Penal, aprobado por el Parlamento en febrero de 2012 y que aún no se ha promulgado, proteja la libertad de religión y de creencias.
Antecedentes
Naderkhani fue enjuiciado por su objeción, aunque posteriormente se formularon cargos relativos a sus presuntas apostasía y actividad evangelizadora. Por todo ello fue condenado a muerte en 2010, tras un juicio lleno de defectos flagrantes. El Tribunal Supremo de Irán confirmó la sentencia en septiembre de 2011, aunque ordenó al tribunal inferior encargado de ejecutar la sentencia que se asegurase de que la conversión de Naderkhani al cristianismo se había producido cuando, según la legislación iraní, podía considerarse un adulto. El Tribunal también exigió que se le diera una oportunidad adecuada para “arrepentirse” con arreglo a los procedimientos establecidos en la ley islámica. Naderkhani se negó a renunciar a sus creencias durante la vista celebrada ante el Tribunal Supremo en septiembre de 2011, y según informes dijo al juez: “Estoy resuelto en mi fe y en el cristianismo, y no tengo ningún deseo de retractarme”. En el primer semestre de 2012, las autoridades indicaron que se celebraría un nuevo juicio.La religión en Irán
Según la Constitución iraní, la religión oficial del país es el islam chií, y las únicas minorías religiosas reconocidas son la cristiana, la judía y la zoroastriana. Los miembros de las minorías religiosas no reconocidas sufren serias restricciones a su capacidad para practicar su religión, que en el caso de la comunidad bahaí equivale a una persecución.No obstante, a pesar de practicar una religión reconocida, los cristianos que se han convertido del islam pueden ser acusados de apostasía, que en virtud de la ley islámica puede conllevar la pena de muerte, mientras que quienes difunden el evangelio son acosados y a veces detenidos y enjuiciados en aplicación de las leyes de seguridad nacional.