Se calcula que más de 17.000 personas han muerto en cárceles y centros de detención sirios desde 2011. Quienes han sobrevivido tuvieron que recurrir a métodos inimaginables para continuar con vida.
Todas las citas que siguen son fragmentos de entrevistas con ex detenidos realizadas a principios de 2016.1. Ocultar los problemas de salud
“En el 'comité de bienvenida' nos preguntaban a todos si estábamos enfermos. En aquel momento pensaba que sería conveniente decirles que tenía una lesión en el riñón, para que me trataran bien. Primero preguntaron a mi amigo, y él contestó: "Sí, tengo problemas respiratorios, tengo asma". El guardia dijo: "Muy bien, tú eres un caso especial". Y empezaron a darle golpes hasta que murió, allí mismo, delante de mí. Cuando llegó mi turno, les dije que estaba perfectamente y que no tenía ningún problema de salud.”“Me decía que aquello no era real, que sólo era una película de terror y terminaría en un cuarto de hora”ex recluso, Siria
2. Permanecer impasibles
“Tuve que quedarme allí viendo cómo los guardias golpeaban a los hombres detenidos durante una hora. Los golpearon con diversos objetos: una manguera verde, una barra de silicona y una barra de hierro rematada con una bola de pinchos. Grité las tres primeras veces que me obligaron a mirar, pero los guardias me pegaban. Debíamos permanecer impasibles la hora completa. Me decía que aquello no era real, que sólo era una película de terror y terminaría en un cuarto de hora.”3. Mantenerse calientes
“En invierno empezó a hacer mucho frío, solíamos juntar todas las mantas y enrollarlas como un capullo para mantener el calor. Sólo teníamos la ropa con que nos habían detenido, así que terminabas vistiendo lo que llevabas puesto en el momento del arresto. Si te habían detenido en verano, seguro que ibas a verte en serias dificultades.”Los guardias del “comité de bienvenida” en Siria dan a los detenidos la bienvenida a su llegada.
4. Convertirse en una familia
“Los reclusos que te rodean terminan siendo más que hermanos. Nunca sentirías esa clase de unión en tu vida normal. Afuera es posible que nunca os pusierais de acuerdo, que os odiarais; pero dentro eres familia. Hay uno que es laico, y otro que es un musulmán suní muy devoto, y se convierten en grandes amigos. Lo compartíamos todo; compartíamos la ropa, ayudabas a alguien que estaba llorando o había perdido la cabeza.”5. Olvidar
“La única manera de parar el tiempo en la cárcel es pensar en tus familiares y amigos. Pero aprendes a dejarlo ir. Yo empecé a olvidar. Se me borró por completo el recuerdo de los rostros de mis amigos de la universidad. Luego olvidé las caras de todas las personas que había conocido en los últimos años. Seguí retrocediendo más y más, hasta que ya sólo era capaz de recordar la cara de mi madre, tal como era cuando yo tenía menos años.”6. Comer cualquier cosa
“Al principio nos dieron una caja de naranjas y otra de pepinos. Empezamos a pelar las naranjas y tiramos las mondas al suelo. Inmediatamente los demás reclusos se abalanzaron sobre ellas. La piel de naranja les parecía algo delicioso, ¡era el premio! Comprendimos que terminaríamos como ellos; nos quedamos conmocionados. Terminamos comiendo también las cáscaras de huevo, por el calcio. Poníamos el arroz, la sopa, la piel de naranja y la cáscara de huevo dentro de un trozo de pan. Así nos parecía que tomábamos una comida. La mezcla era desagradable, pero ayudaba de alguna manera.”“Los reclusos que te rodean terminan siendo más que hermanos. Nunca sentirías esa clase de unión en tu vida normal.”Ex recluso, Siria
7. Sufrir tortura por turnos
“El guardia siempre nos pedía que mandáramos a cinco personas para ser torturadas, y nos organizábamos entre nosotros para que los más jóvenes y ancianos no tuvieran que ir. Formamos un grupo de unos 20 entre los más fuertes. Tres de nosotros iban casi siempre. Yo iba porque necesitaba gritar. Estaba preocupado, porque me había insensibilizado y dejé de sentir dolor y de sentir emociones. Aunque parezca extraño, me ofrecía voluntario para recibir palizas para volver a sentir algo.”8. Comerciar con la comida
“Todo empezó con uno que estaba sentado en su celda, llorando sin parar. Me contó que había perdido toda esperanza de salir algún día de allí. Dijo: “No siento ira, sólo me muero de hambre. No hago más que pensar en comida.” Intenté pensar en una manera de ayudarle. Estábamos inmersos en una auténtica guerra de supervivencia. Si le daba mi comida, entonces podía morir yo. Y si él me daba la suya, podía morir él. “Terminé cediéndole mi ración de pan ese día, y la mitad de mi ración de arroz. Así empezamos a comerciar. Le dije que el precio de mi media ración de pan era una ración entera de pan, pero que podía pagarlo en pagos fraccionados, a lo largo de cuatro días. Todos estábamos desfallecidos y deprimidos, pero esta actividad nos ayudó a sobrevivir. Significaba que podíamos repartir el alimento en función de quien estuviera sufriendo más, y mantenía activas nuestras mentes. Siempre estábamos planificando algo, contraatacando, siendo humanos. Antes sólo teníamos una idea en mente: comer, comer, comer, comer. A partir de ahí empezamos a pensar en cooperar, trabajar juntos.”