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Persiguiendo arcoíris en Estambul

Lene Christensen (@ChristensenLene), Amnesty International,
Nada pudo detener este momento. Ni siquiera los cientos de policías presentes, fuertemente armados con perros, gas lacrimógeno y balas de goma, pudieron impedirlo.

El domingo pasado, en Turquía, la comunidad LGBTI+ y sus amigos y amigas demostraron que, en Estambul, el amor y la solidaridad son mucho más poderosos que la intimidación y el miedo.
La marcha del Orgullo de este año estaba prohibida pero, en el último minuto, se comunicó a la organización que podían concentrarse en una callecita que sale del bulevar principal.
Lene Christensen, Amnistía Internacional
Durante una hora, la calle Mis ofreció una muestra de lo que había sido el Orgullo de Estambul: un evento en auge que atraía a decenas de miles de participantes vestidos con los colores del arcoíris. La marcha del Orgullo de este año fue prohibida por cuarto año consecutivo, pero literalmente en el último minuto, el domingo, como resultado de algunas negociaciones muy hábiles con la policía, se comunicó a la organización que podían concentrarse en esta callecita que sale de la calle Istikla, la avenida peatonal principal donde habían desfilado sin problemas en años anteriores.


La policía antidisturbios camina por una calle después de dispersar a los manifestantes LGBTI, 1 de julio de 2018 en Estambul, Turquía. © Chris McGrath / Getty Images

En unos minutos, se habían reunido un par de cientos de personas en la calle Mis, bailando y coreando consignas. Madonna sonaba en los altavoces. Se veían enormes sonrisas y ojos llorosos por todas partes. Una gran bandera arcoíris ondeó en medio de la multitud. Por un momento fue pura magia inesperada. Pero temíamos que el hechizo se rompiera pronto.

El ambiente era al mismo tiempo alegre e intimidatorio: todos y todas sabían que la celebración podía convertirse en cualquier momento en una trampa policial.

Había policías antidisturbios bloqueando los dos extremos de la calle. Nos rodeaban uniformes y armas. Y la comunidad LGBTI de Estambul sabe por propia experiencia que el gas lacrimógeno y las balas de goma no son una mera amenaza, pues se habían usado intensamente en los tres últimos años.


Activistas LGBTI gritan consignas durante una marcha el 1 de julio de 2018 en Estambul, después de que las autoridades turcas prohibieran el desfile anual del Orgullo Gay por cuarto año consecutivo. © Bulent Kilic/AFP/Getty Images

“Era como celebrar el Orgullo en una jaula”, me dijo Yuri Guaiana después, cuando hablamos de la experiencia. Yuri es jefe de campañas del grupo global por los derechos LGBTI+ All Out y, como yo, estaba allí para expresar su solidaridad y documentar el evento.
Madonna sonaba en los altavoces. Se veían enormes sonrisas y ojos llorosos por todas partes.
Lene Christensen, Amnistía Internacional
En las horas que precedieron el Orgullo, todos vimos que policías antidisturbios y agentes vestidos de civil se alineaban junto a sus vehículos blindados —algunos con cañones de agua incorporados— en la plaza de Taksim y en puntos del recorrido de la marcha prevista. Fue una experiencia surrealista caminar hacia una celebración prohibida de la igualdad, la diversidad y el amor, mientras policías fuertemente armados se mezclaban con quienes habían salido de compras en lo que por lo demás era una tarde normal de domingo.

Cihangir, activista local LGBTI+ de 27 años, estaba preparado para lo peor cuando hablamos con él en un tranquilo café ese mismo día. Nos dijo que temía que, si la policía usaba la fuerza o lo detenía, le doliera más el brazo que tenía lesionado.


Una activista por los derechos LGBTI lleva una bandera con los colores del arcoíris durante la marcha del 1 de julio de 2018 en Estambul, después de que las autoridades turcas prohibieran el desfile anual del Orgullo Gay por cuarto año consecutivo. © Bulent Kilic/AFP/Getty Images

En abril, Amnistía Internacional publicó un informe sobre el clima de temor en Turquía, en el que activistas y defensores y defensoras de los derechos humanos nunca saben si van a ser los siguientes represaliados por el gobierno. Desde el pasado mes de noviembre, están prohibidos todos los eventos LGBTI en la capital de Turquía, Ankara, en aplicación de los poderes del estado de excepción. La semana pasada, las autoridades prohibieron incluso la proyección de la aclamada película británica Pride. Varias organizaciones LGBTI+ han tenido que reducir drásticamente su visibilidad, y algunas personas nos dijeron que era como si las volvieran a empujar a la clandestinidad después de años en los que se había estado construyendo un movimiento de ámbito nacional en Turquía.
Era como celebrar el Orgullo en una jaula.
Yuri Guaiana, participante en el Orgullo
Cihangir dijo que el Orgullo de este año no se refería solamente a la comunidad LGBTI+, sino que era una expresión de solidaridad hacia todos los grupos marginados y sometidos actualmente a presión en Turquía.

“Estoy convencido de que esto va a cambiar”, dijo, resuelto a participar en la lucha por la igualdad de derechos y la libertad de ser él mismo.

Es como si fuéramos unos gatitos”, prosiguió, refiriéndose a la comunidad LGBTI+. “No nos van a abandonar en la calle”.

Más tarde, en la calle Mis, vi a Cihangir bailando en medio de la multitud.

Pero después de una hora, mi colega Andrew Gardner dijo de pronto a la delegación de Amnistía Internacional que fuéramos con él. Deprisa. Había oído que la policía no dejaba a la gente salir de la calle, y no íbamos a correr riesgos. “Vámonos”, dijo. Dejando atrás los arcoíris, pasamos frente a los perros policía sujetos con tensas correas, esperando que no nos parasen.

Habíamos ido a observar el amor y la diversidad en acción. Ahora sentíamos que teníamos que ocultarnos.

Caminando por la calle Istiklal, vimos que la presencia policial había aumentado de forma espectacular. Casi todas las calles laterales estaban ahora bloqueadas por policías y furgonetas policiales.

Después de marcharnos, supimos que el comité organizador del Orgullo había leído declaraciones de prensa en varias de las calles laterales próximas a la plaza de Taksim, como había hecho en la calle Mis. Participantes valientes habían seguido congregándose a pesar de que la policía los perseguía cuando lo hacían.
La gente pudo expresarse públicamente, a plena luz del día, aunque solo fuera una hora.
Lene Christensen, Amnistía Internacional


Los policías con perros caminan por las calles de Estambul el 1 de julio de 2018, después de que las autoridades turcas prohibieran el desfile anual del Orgullo Gay por cuarto año consecutivo. © Bulent Kilic/AFP/Getty Images

Le pregunté a Andrew su opinión sobre el evento: “El sentido de la protesta es la visibilidad. Llevar a la gente a una calle lateral, fuera de la vista, es no respetar el derecho a protestar”, dijo.

Yuri me contó que, cuando salió de la calle Mis, había visto lo que parecía una fila interminable de policías que iban hacia él, la mayoría con perros. Fue terrorífico.

Ver tantos policías y vehículos para un puñado de personas que bailaban en la calle...”, dijo, moviendo la cabeza, sin poder terminar la frase.

Que no quepa duda: este domingo se lanzó gas lacrimógeno. Supimos que los perros policía habían tirado al suelo a varias personas. Hubo 11 personas detenidas, pero fueron puestas en libertad por la noche.

Aun así, ninguna de las personas que estuvimos en la calle Mis este domingo olvidará nunca esos preciosos momentos de júbilo ni la fuerte sensación de camaradería y orgullo. Una vez más, la gente pudo expresarse públicamente, a plena luz del día, aunque solo fuera una hora.

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