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© Sergio Ortiz/Amnistía Internacional

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Honduras: guardianas de los ríos

Por Olatz Cacho (@Olatz_Cacho), responsable de Países en Amnistía Internacional,
El edificio de la organización de derechos humanos Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras o Copinh, como son conocidos, se llama evocadoramente Utopía, pero la verdad que sus miembros trabajan bien pegados a la realidad. Tienen que vadear con cicatrices internas y externas: asesinato, amenazas de muerte, campañas de descrédito racistas —se dice de ellos que son contrarios al progreso, se acusa a las mujeres que forman parte de él, cómo no, de putas o locas—, hostigamiento y todo tipo de penurias. Conviven con el susto y la muerte que ha azotado a algunos de sus miembros, entre ellos una de sus fundadoras, Berta Cáceres.

Es una organización que representa al pueblo lenca, mayoritario en este país. La organización asamblearia, que da cobertura a 120 comunidades indígenas, se ocupa de amplias y variadas labores de trabajo, pero ahora tiene una tarea entre ceja y ceja que se percibe desde que cruzas la verja de su oficina y te encuentras en todas las esquinas con la cara de una de sus fundadoras, Berta Cáceres. A pesar de su fama internacional, a pesar de sus viajes por muchos países, a pesar de su carisma, de venir de una familia de mujeres aguerridas, a pesar de haber recibido el Premio Goldman, a pesar de que tenía medidas de protección que la deberían haber protegido… Fue asesinada el 3 de marzo de 2016. Y los miembros del COPINH no están dispuestos a que esta muerte, como ha pasado con tantas otras, quede en impunidad. Están particularmente interesados en que se juzgue y se encarcele no solo a los que dispararon o coordinaron a los disparadores, sino a que se tire del hilo y se llegue a los cerebros del asesinato, los autores intelectuales.

el informe afirma que el Gobierno de Honduras estuvo involucrado en el asesinato de Berta Cáceres.

Olatz Cacho, Amnistía Internacional
Justo antes de la llegada de la delegación de Amnistía Internacional, en la que tengo la suerte de participar, se publicó un informe comisionado por la familia —aunque redactado por expertos judiciales internacionales y hondureños— que tuvo mucho eco en la prensa internacional pero nulo en la nacional. Algo bastante llamativo porque el informe afirma que el Gobierno de Honduras estuvo involucrado en el asesinato de Berta Cáceres y sería lógico pensar que es una información noticiable. Quieren la máxima atención de las embajadas extranjeras en Honduras pero, aunque estas se presten a asistir al juicio, deben anunciar su presencia por antelación. En la última ocasión se escogió una sala pequeñísima y (¡oh, qué casualidad!) no entraba nadie más aparte de los equipos de defensa y acusación, así como la familia.

Hablamos un buen rato del informe, de cómo hacer la reanudación del juicio más visible, de la lucha contra la impunidad. Es un combate muy desigual porque por un lado hay dinero, medios callados o que vociferan insultos o difamaciones, y personas con influencias. Por el otro, defensoras y defensores de los derechos humanos (COPINH es una organización feminista) con mucha determinación y energía. Y esto no es poca cosa porque los lencas son un pueblo ancestral que se desarrolla en armonía y respeto con la naturaleza y una misión radical para ellos es proteger sus tierras ancestrales.

Los ríos también tienen una importancia espiritual, ya que en ellos vive la esencia del pueblo, y las defensoras y defensores lencas están en contacto con los espíritus. Berta Cáceres declaró en una entrevista cómo al inicio de todo, cuando estaba empezando a pensar en oponerse al proyecto hidroeléctrico que les iba a malograr su Río Gualquerque, se adentró en él y este le habló. Estar en conexión con la naturaleza y saberse en el lado correcto de la historia dota a estas personas de una fuerza inmensa. Una historia de David contra Golliat que ya sabemos quién ganó.

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