En Irlanda, la prohibición casi total del aborto criminaliza a las mujeres que buscan la atención médica que necesitan. El informe,No es ninguna delincuente: Las consecuencias de la legislación sobre el aborto en Irlanda, documenta casos terribles en los que las autoridades irlandesas han negado a mujeres y niñas la atención de la salud que necesitaban y han concedido prioridad a la vida del feto, protegida por una enmienda a la Constitución irlandesa introducida en 1983.
La ley sobre el aborto de Irlanda –que sólo permite la interrupción del embarazo si la vida de la mujer corre peligro– es una de las más restrictivas del mundo, y obliga cada año a un mínimo de 4.000 mujeres y niñas a viajar fuera del país para someterse a un aborto, con un considerable costo mental, económico y físico. Las mujeres y niñas que no pueden viajar se quedan sin acceso al tratamiento médico que necesitan, o se arriesgan a sanciones penales si se someten a un aborto ilegal en su país.
Cifras
- 177.000 – la cifra de mujeres y niñas que han viajado de Irlanda a Inglaterra y Gales para someterse a un aborto desde 1971. En 2013, al menos 3.679 mujeres y niñas viajaron de Irlanda a otros países para someterse a un aborto.
- 4.000 euros – la multa potencial que el personal médico podría pagar por remitir a una mujer a que se le practique un aborto, o por dar información completa sobre el procedimiento.
- 1.000-1.500 euros – el coste medio estimado de viajar al extranjero para someterse a un aborto.
- 43 – el número de países europeos que permiten el aborto si la mujer lo solicita o por una serie muy amplia de motivos sociales y económicos; todos menos cinco (Irlanda, Andorra, Malta, Polonia y San Marino).
- 24 – el número de días que los profesionales de la salud mantuvieron, en diciembre de 2014, en soporte vital a una mujer embarazada clínicamente muerta, contra los deseos de su familia, porque el feto tenía latido.
- 14 años – la pena de prisión a la que te expones si te sometes a un aborto ilegal en Irlanda, o si ayudas a alguien a acceder a uno.
La historia de Lupe
Desde el principio, Lupe* –originaria de España– supo que algo iba mal. Incluso cuando su médico la felicitaba por su embarazo, ella no estaba del todo convencida.Al cumplirse 11 semanas, comenzó a sangrar. “Fui a mi médico de familia”, nos contó. “Lo intentó, pero no pudo oír los latidos del bebé”. El doctor remitió a Lupe al hospital, diciendo que debían hacerle una exploración inmediatamente, pero, ante las demoras y preocupada por lo que estaba ocurriendo, Lupe se pagó una exploración en una clínica privada. Para entonces estaba embarazada de casi 13 semanas.
Sin latidos, sin vida
La noticia que recibió confirmó sus peores temores. “No había vida. No había latidos”, dice. Incluso con esta exploración, a Lupe no le dispensaron tratamiento alguno para eliminar lo que quedaba en su útero. En cambio, le dijeron que necesitaba otra exploración, lo que demoró aún más las cosas.“Por fin hicieron la exploración vaginal”, recuerda. “Vimos el embrión perfectamente. Era un minúsculo embrión de 3 mm… muerto, quedé destrozada. El embrión dejó de crecer cuando tenía cuatro o cinco semanas. Eso significa que tuve un embrión muerto dentro de mi útero durante más de dos meses”.
Agotada emocionalmente, Lupe también estaba preocupada por el impacto que esto tenía en su salud. “Puedes tener una infección”, nos contó. “Sólo tres meses antes en este mismo hospital ocurrió lo de Savita Halappanavar, a quien dejaron morir de septicemia. Estaba teniendo un aborto espontáneo”.
Lupe quiso que se eliminaran los restos del feto, pero el médico le dijo que necesitaba otra exploración para asegurarse de que el embrión no estaba creciendo.
“Esta gente me dejaría morir”. Lupe no se lo creía. “¿Cómo podía estar creciendo si estaba muerto? ¿Esperaban un milagro o algo así?”, nos comentó.
“La doctora dijo ‘lo entiendes’ y yo le dije ‘no, no lo entiendo’ y ella me dijo –esto fue realmente bueno– que había una [recomendación] internacional que dice que no se puede detener un embarazo si el embrión mide menos de 7 mm. Que hay que hacer dos exploraciones”.
Lupe señaló que le habían hecho dos exploraciones, pero le dijeron que “la primero se hizo en una clínica privada, no en el hospital, por lo que no podían aceptarla”.
Entonces Lupe se asustó de verdad. “Me quedó claro que si surgía alguna complicación, esa gente me dejaría morir, como hicieron con Savita”, dice. “No me sentía ya como un ser humano porque no me trataban como a un ser humano”.
Obligada a salir de Irlanda
Decidida a tomar el control de la situación, Lupe regresó a su país de origen, España, para recibir tratamiento. Poco antes de iniciar el viaje sufrió un aborto espontáneo.“Hicimos el viaje a España en domingo, un viaje de 16 horas en total, en automóvil, avión, tren y taxi”,
relató. “Fui sangrando todo el camino... En cuanto nos fuimos a dormir comencé a sentir las contracciones”. El aborto de Lupe terminó en un hospital local.“Esta es la historia de mi pesadilla”, nos terminó de contar. “Estuve en el infierno varias semanas. Ahora creo que cuando una mujer se queda embarazada en Irlanda pierde sus derechos humanos. Los médicos de allí no saben hacer un seguimiento adecuado del embarazo”, señaló. “Ahora sé que la primera vez que estuve en mi médico de familia para obtener la confirmación del embarazo, el mismo día en que me felicitó, mi embrión llevaba muerto un mes”.
Campaña de Amnistía Internacional
Amnistía Internacional lanza su campaña para pedir a Irlanda que modifique su ley para que las mujeres y niñas puedan someterse a un aborto en esos casos, como mínimo. Más historias en el informe: No es ninguna delincuente.(*) Nombre ficticio.