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En la cabecera hay tres fotografías realizadas por Consuelo Kanaga, incluido su autorretrato, que es la fotografía del medio

De izquierda a derecha: "She is a tree of life II, Florida", "Self portrait, Consuelo Kanaga", "Girl at Easter". © Brooklyn Museum

Blog

Consuelo Kanaga: Retratando dignidad en tiempos de segregación

Por Lilah Sánchez, Consultora en género y comunicación,

La fotografía de Consuelo Kanaga te roba el aliento aunque no te detengas demasiado tiempo en ella. La descubrí en una exposición en Madrid y sentí la urgencia de saber más, de entender cómo miraba y por qué no había escuchado de ella antes. La ternura con la que me encontré rápidamente me habló de una interseccionalidad adelantada para su época, y es por eso que no puedo evitar dejar pasar la oportunidad de resaltar el poder transformador de nuestra mirada.

Ahora, más que nunca, debemos recordar que, aunque todas las personas somos "iguales ante la ley", las leyes son escritas e interpretadas por personas comunes que aún son susceptibles a un sistema que tiene mucho por transformar.

Consuelo Kanaga, la fotógrafa contra la discriminación racial

Consuelo Kanaga fue una fotógrafa estadounidense y caucásica nacida en 1894, que dedicó su vida al fotoperiodismo, retratando a personas afroamericanas, haciéndolas parte de su proceso creativo y alejándose de la precarización y exotización con la que se las sometía. El tratar a las personas como entes distantes, misteriosos y diferentes de lo "normal", es exotizarlas, y a menudo cargarlas de una fascinación superficial y simplista. Podemos pensar en las ferias mundiales, donde traían personas indígenas de todo el mundo y se las exhibían en jaulas como salvajes primitivos ante las poblaciones europeas para su consumo. En fuerte contraste, la obra de Kanaga representa un testimonio visual de su tiempo y además un acto de resistencia y solidaridad en una época de intensa segregación y discriminación.

Fotografías de Consuelo Kanaga

Fotografía de la izquierda: Colegiala. © Brooklyn Museum. Fotografía de la derecha: Niña con la flor del manzano. © Brooklyn Museum

El nombre de Consuelo Kanaga queda opacado en la historia detrás de otros fotógrafos y fotógrafas más prominentes del siglo XX, como Dorothea Lange, Arthur Rothstein o Gordon Parks, y no puedo evitar preguntarme si la fotografía de Consuelo era demasiado tierna, demasiado sensible, o demasiado afroamericana.

En el periodo de la Gran Depresión, la segregación racial no era solo común, sino normalizada. La pobreza afectaba de manera desproporcionada a las comunidades afroamericanas, y esto se reflejaba en la fotografía social de la época, que solía retratar la miseria a través de escenas urbanas e interiores domésticos precarizados. Estas imágenes estaban plagadas de negligencia social, inseguridad, y una despersonalización de los sujetos que los convertía en objetos, en medios para comunicar un mensaje sobre la pobreza, incapaces de producir su propio mensaje o construir su propio relato. Esto, por supuesto, perpetúa estereotipos y contribuye a la marginación de las personas afroamericanas, presentándolas como figuras pasivas en medio de su sufrimiento.

Cocreando belleza con las personas fotografiadas

Ser mirado, realmente mirado, por otra persona puede ser increíblemente poderoso. Valida las experiencias personales, crea relieve, tridimensionalidad y le añade color a todos los grises que matizan el contexto. Permite encontrar alegría, conexión y humanidad en las situaciones más trágicas. Es la vela entre las espinas. La capacidad de ser reconocido otorga una dimensión de dignidad y respeto que es esencial para la identidad y la autoestima. En el contexto de la fotografía, esto significa capturar no solo la apariencia externa de las personas, sino también su esencia.

Fotografía de unas manos entrelazadas de una persona blanca y una persona negra

"Manos", fotografía de Consuelo Kanaga. © Brooklyn Museum

A Consuelo Kanaga le parecía invasivo tomar fotografías de las personas en la calle y por eso intentaba esconder las caras de las personas y sobreexponer los colores al momento del revelado. Pronto se dio cuenta de que lo que realmente prefería era hacer retratos en los que ellas pudiesen colaborar y expresarse. Esto involucra relacionarse personalmente con las personas retratadas, ganar su confianza y entablar una dinámica de pares. Kanaga comprendió que un enfoque más colaborativo y respetuoso no solo producía imágenes más auténticas y poderosas, sino que también permitía a los sujetos ser partícipes de su propia representación. En lugar de ser objetos pasivos de la mirada de la fotógrafa, se convertían en cocreadores de su imagen, lo que reflejaba mejor su individualidad y humanidad. Este cambio de perspectiva permitió a Kanaga capturar la riqueza de la experiencia humana y destacar la dignidad y la resistencia, desafiando así las narrativas deshumanizantes prevalecientes de su tiempo.

Con este enfoque, Kanaga trajo a quienes se encontraban física y figurativamente en los márgenes, al centro de la conversación y del proceso de creación, horizontalizando su producción fotográfica. La dignidad, belleza y humanidad que encontramos en sus fotografías nos habla de un mundo en donde la ternura puede sobreponerse ante todo lo que nos divide. Es un verdadero testimonio de la capacidad del arte y la cultura visual para trascender barreras y construir puentes que nos coloquen a todas las personas en el centro, independientemente de los ejes de opresión que nos atraviesen.

“La gran alquimia es tu actitud, quién eres, qué eres. Cuando haces una fotografía, es en gran medida una imagen de ti misma. Eso es lo importante. La mayoría intenta impresionar para atraer las miradas. Pero creo que lo importante no es captar la vista, sino el espíritu”, decía Kanaga, subrayando la importancia de la autenticidad y la conexión humana en su trabajo.

Fotografías de Consuelo Kanaga

Fotografía de la izquierda: Sin título. © Brooklyn Museum. Fotografía de la derecha: Chica joven de perfil. © Brooklyn Museum

Kanaga es un ejemplo de cómo una persona blanca puede usar su privilegio y su voz para resaltar temas que van más allá de su propia experiencia, desde un lugar de respeto y sin caer en la exotización de la pobreza, de la precariedad, de los cuerpos y su otredad. Sus fotografías nos toman de la mano mientras nos invitan a cuestionar nuestra forma de mirar; y en el proceso, crean una plataforma para que quienes previamente solo se han definido por sus carencias nos cuenten quiénes son y qué anhelan. En sus retratos, vemos a personas completas, con sus propias historias y aspiraciones, dignas de ser vistas y escuchadas. ¡Toda una mirada inspiradora para aplicar en el trabajo por los derechos humanos!

El contexto histórico y social de las personas fotografiadas

En la obra fotográfica de Kanaga recordamos el contexto histórico y social de las personas fotografiadas, pero escogemos centralizar su humanidad en vez de relegarla al márgen. Tomamos una postura reflexiva ante las identidades que se cruzan y se abre un diálogo que rechaza la uniformidad pero resalta los puntos comunes. Así, Kanaga se apropia de principios de interseccionalidad con naturalidad, antecediendo su desarrollo teórico por casi 50 años y demostrándonos que el arte también tiene cosas que enseñarnos.

El legado de Consuelo Kanaga va más allá de su contribución artística; su trabajo nos invita a reflexionar sobre nuestra propia participación en las estructuras de poder y discriminación. Nos desafía a reconsiderar nuestras percepciones y a comprometernos con una representación justa y equitativa de todas las personas. En un mundo que aún lucha con las heridas del racismo y el sexismo, su enfoque sigue siendo una fuente de inspiración y una guía para el cambio positivo.

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