“Si la mayoría de la gente está interesada en la libertad de expresión, habrá libertad de expresión, incluso si las leyes la persiguen”. George Orwell.
Vivo en una sociedad que dice venderme un espectáculo cuando yo solo veo humo. No sé quién me protege, pero sí sé a quién y cómo se criminaliza. Mientras continúa el desmantelamiento del Estado de Bienestar por élites nacionales e internacionales, nos adoctrinan en el miedo y la represión que denotan la Ley de Seguridad Ciudadana (alias, Ley Mordaza) y la reforma del Código Penal.
Quiero quejarme, protestar y quizá tuitear que el poder me parece una mierda. Pero tengo miedo. ¡Y eso que yo no bromeo con Carrero ni soy objetivo de la justicia militar! Ni siquiera lo denuncio con títeres, a ritmo de rap o mediante una caricatura. Me autocensuro y sonrío. Ya se sabe: la complacencia y docilidad femenina está mejor vista que eso de ser una desobediente y feminista radical.
Opto por arrojar mi indignación en las urnas. Soy carne del 15M, precaria millennial y una especie que sobrevivió a la guerra contra la Filosofía. Me gusta ser una ciudadana útil, pero temo que me cueste mi libertad (o una multa) en este “país serio”, que dice Rajoy.
“Me gusta ser una ciudadana útil, pero temo que me cueste mi libertad (o una multa) en este “país serio”, que dice Rajoy.”
Loola Pérez
Manifestación en Madrid a favor de la libertad de expresión en España y contra los recortes. © AP Photo/Pedro Acosta
Tal vez el problema sea mío y no sea austera. Al contrario, derrochadora (en palabras), especialmente cuando se trata de señalar leyes que exaltan el autoritarismo y profundizan en la marginalización de determinados colectivos sociales. Putas, manteros, drogodependientes, inmigrantes y personas sin hogar son a ojos de la Ley Mordaza más peligrosos que aquellos que defraudan a Hacienda o aparecen en los “Papeles de Panamá”.
No me juzguéis, no soy perfecta y como cualquiera, odio algunas cosas. Ahí va otra: la confusión de ciertos jueces a legislar a través de su misoginia, mojigatería y creencias religiosas en lugar de aplicando las mínimas garantías formales. Con inquina o gracia, todavía hay que recordar que el objetivo implícito de la Ley Mordaza, la reforma del Código Penal o la censura es controlar la disidencia política e ideológica, perseguir y criminalizar a grupos sociales marginados y estigmatizados en el actual contexto socio-económico y, por supuesto, reprimir e incluso demonizar la protesta social. ¿Qué será lo próximo? ¿Resucitar a Sade para volver a condenarle?
Disipado el humo inicial, mando un último mensaje: ante la represión, defendámonos con humor y resistencia. Merecemos una sociedad donde el vapuleo a los derechos humanos brille por su ausencia.